El bosque vuelve a estar animado
Una asociaci¨®n busca a los herederos de los montes comunales desamortizados en el siglo XIX Tratan de impulsar el desarrollo rural
Esta historia atraviesa m¨¢s de un siglo y de punta a punta el mapa espa?ol: de Zaragoza a C¨¢ceres, de Asturias a Soria, saltando por sus montes comunales. El tendido del ferrocarril y las guerras carlistas hab¨ªan dejado las arcas nacionales tiritando... Ahogado por las deudas, el Estado decide, a finales del XIX, sacar a subasta p¨²blica las tierras que estaban en manos muertas, las de la Iglesia, los militares, las universidades. Y tambi¨¦n las de los Ayuntamientos, de cuyos pastos, le?a y caza viv¨ªan pueblos enteros.
As¨ª comenz¨® esta historia. La Asociaci¨®n Forestal de Soria quiere hoy devolver la vida a aquel patrimonio natural que perteneci¨® a los vecinos. En algunos pueblos ya tienen planes avanzados o actividades en marcha para desbrozar montes, levantar las paredes de piedra ca¨ªdas, organizar la entrada del ganado, vender acebo de forma controlada, restaurar casas, sembrar patatas, celebrar jornadas gastron¨®micas, recuperar acequias, salvar robles centenarios... Pero ?qui¨¦n puede hacer todo eso? Los propietarios. ?Y qui¨¦nes son hoy los propietarios de aquellos montes? Volvamos a la antigua historia...
Unos siete millones de hect¨¢reas forestales salieron subasta en el XIX
La desamortizaci¨®n sembr¨® el temor en los pueblos: cualquiera pod¨ªa comprar las tierras y privarles de su medio de vida. Decidieron organizarse, se endeudaron, pidieron pr¨¦stamos y mandaron a algunos vecinos para que asistieran a aquellas subastas p¨²blicas. ¡°Comprar el monte no fue f¨¢cil, 117.000 pesetas eran mucho entonces; la mayor¨ªa lo pas¨® mal, malvend¨ªan el ganado para pagar las letras y en mi pueblo tuvieron que ceder el derecho de tala durante 40 a?os. Y solo se reservaron el derecho a usar los pastos y coger madera para construir las casas y le?a para el hogar¡±, relata C¨¢ndido Moreno de Pablo, 71 a?os, natural de Herrera de Soria. Pero se hicieron con la propiedad. Sus bisabuelos fueron de aquellos 45 vecinos, posiblemente todo el pueblo, que compraron el monte y se beneficiaron de ¨¦l a partes iguales. As¨ª ocurri¨® en muchas provincias y surgieron los montes de socios, sociedad de vecinos, de bald¨ªos, en cada sitio toman su nombre.
Pero las oleadas migratorias del siglo XX vaciaron los pueblos: all¨ª quedaron montes, casas y documentos de propiedad, perdidos muchos para siempre.
Esa fragilidad documental ha permanecido hasta hoy. Si no hay papeles, cualquier Ayuntamiento puede hacerse titular del monte. ¡°No era justo que esas propiedades que se compraron con tanto esfuerzo y que pertenecen a los vecinos cambiaran de manos as¨ª, sin m¨¢s. Nos propusimos buscar a los herederos y proponerles el rescate de los montes y dar un impulso al desarrollo rural¡±, explica Pedro Medrano, director t¨¦cnico de la Asociaci¨®n Forestal de Soria.
El Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural les concedi¨® el a?o pasado 732.000 euros para que peinaran los archivos en busca de los propietarios y sus herederos. El camino geneal¨®gico les ha llevado donde era de esperar: a Argentina, por ejemplo, pero tambi¨¦n a Barcelona, a Bilbao... El trabajo en la provincia de Soria, la m¨¢s avanzada, ya est¨¢ completo: se vendieron 185.000 hect¨¢reas forestales y el 81% acab¨® en montes de socios, una parte para cada uno. Ahora est¨¢n repitiendo el proceso en Zaragoza. Las cifras que van saliendo indican que los estudios que hay hasta la fecha se han quedado muy cortos. Algunos expertos y estudiosos del asunto calculan que el territorio comunal podr¨ªa ocupar m¨¢s de dos millones de hect¨¢reas de los cerca de siete millones de superficie forestal que se desamortizaron. Los montes del com¨²n, o montes de suertes, han quedado todo este siglo al cuidado de unos pocos lugare?os, pero no pod¨ªan tomar decisiones sin el concurso de todos los propietarios, algo pr¨¢cticamente imposible. Para salvar ese escollo legal que ten¨ªa paralizadas cientos de hect¨¢reas, se modific¨® en 2003 la Ley de Montes y se abri¨® paso a las juntas gestoras, para cuya constituci¨®n bastan 11 vecinos que ahora s¨ª, tienen poder de decisi¨®n. En Soria ya se han constituido 22 de estas juntas ¡ªsiete en Asturias y hay algunas en cartera en Le¨®n y Segovia¡ª, pero no se han conformado con eso. Han seguido buscando a todos los herederos, tirando para ello de archivos, pero tambi¨¦n de la memoria de los m¨¢s ancianos, ¡°lo que ha propiciado, adem¨¢s, fruct¨ªferos encuentros e intercambios entre generaciones¡±. La propia constituci¨®n de las juntas gestoras, a las que se ha querido dotar de gran solemnidad, ha sido todo un acontecimiento en algunos pueblos. Las calles se han adornado, se recibi¨® a autoridades diversas y algunos muy ancianos acudieron a firmar los nuevos papeles que acreditan su propiedad. ¡°Los montes en r¨¦gimen de proindiviso han sido los grandes olvidados, en las estad¨ªsticas oficiales, por parte de las administraciones forestales y, lo que es m¨¢s triste, por parte de los herederos de los compradores, que olvidaban as¨ª parte de su historia reciente¡±, se?ala Amador Mar¨ªn, de la Asociaci¨®n Forestal de Soria.
El rescate de esas tierras tiene un ¡°objetivo principal, que es conservar la poblaci¨®n que vive en estas aldeas peque?as, que no sigan y¨¦ndose a las ciudades. Por eso, parte de los beneficios que puedan obtenerse, si no todos, deben tener esa prioridad, restaurar casas y permitir que los vecinos tengan una ayuda econ¨®mica para seguir viviendo en el pueblo¡±, explica Medrano.
Los vecinos se endeudaron para poder comprar aquellas tierras
Por lo dem¨¢s, que nadie piense en hacerse rico. Cuando solo se han encontrado los 11 propietarios precisos para constituir la junta gestora, el resto del dinero solo puede reinvertirse en mejoras, del monte o del pueblo. Y si se encuentra a todos, el reparto dinerario es rid¨ªculo. ¡°La experiencia que estamos teniendo es la que esper¨¢bamos: estamos encontrando entre los herederos gente joven a la que le hace ilusi¨®n participar, dar vida al pueblo de sus abuelos, al monte, ellos saben que con una participaci¨®n del 0,0008 no podr¨¢n nunca hacerse ricos, ni siquiera so?ar con una paguita, por m¨¢s madera que se venda¡±, explica Manuel G¨®mez Ce?a, (Soria), presidente de la junta gestora de La P¨®veda (Soria), uno de los pueblos con los planes m¨¢s avanzados.
La b¨²squeda de los herederos ha generado inmensas s¨¢banas de papel que ahora se despliegan sobre la mesa de la asociaci¨®n forestal de Soria. Por esos pueblos de Castilla ha ca¨ªdo m¨¢s de una l¨¢grima cuando se han puesto en contacto con ellos para decirles que all¨ª est¨¢n sus or¨ªgenes y que ese monte es tambi¨¦n un poco suyo, al menos un 0,005% de las acciones. ¡°El¨ªas lloraba igual que un nazareno. Cogi¨® algunas piedras de la casa que fue de sus abuelos y se las llev¨® cuando se volvi¨® para Argentina¡±, cuenta C¨¢ndido Moreno de Pablo, de una reciente visita que hizo esta familia. ¡°Les he explicado a todos que jam¨¢s permitiremos que se use el monte por inter¨¦s. Me contestaron que se daban por satisfechos solo con poder demostrar que sus hijos son descendientes de aquellos espa?oles. Son gente muy sentimental¡±, dice C¨¢ndido, castellano viejo, en tono de halago.
¡°Hay que insistir en que esto no reportar¨¢ beneficios econ¨®micos, de lo que se trata es de que se recupere un sistema de gesti¨®n integral, silvopastoral, como el que hubo, equilibrado, y sostenible¡±, sigue Pedro Medrano.
¡°Esto de los montes es muy emotivo¡±
A la muerte de su padre, un viejo emigrante espa?ol que hizo su vida en Argentina desde 1925, El¨ªas Pascual quiso buscar sus or¨ªgenes. El padre nunca habl¨® mucho de aquello. ¡°Sab¨ªamos que era de un pueblo de Soria y a veces mencionaba El Burgo de Osma. Mi padre perdi¨® todos los contactos cuando murieron los abuelos. Sab¨ªamos tambi¨¦n que era un pueblo muy peque?o, pero cogimos el auto y dimos con ¨¦l. En la primera puerta que llam¨¦, donde hab¨ªa ropa colgada, me recibi¨® una prima m¨ªa de la que, por supuesto, no ten¨ªamos conocimiento, y despu¨¦s conoc¨ª a otros primos... Fue emocionante¡±, dice El¨ªas a sus 73 a?os.
En aquel viaje dej¨® buenas l¨¢grimas. Cogi¨® varias piedras de la casa del abuelo, para ¨¦l y para su hermana, y se volvi¨® a Argentina. Pero nunca m¨¢s perdi¨® el contacto. La econom¨ªa no les permite viajar tanto como quisieran, pero hubo una segunda visita a Espa?a hace tres a?os, con sus hijos. Entonces conoci¨® a C¨¢ndido Moreno, que ya le hab¨ªa escrito con antelaci¨®n solicit¨¢ndole sus datos para que ¨¦l y sus hijos figuren como propietarios del monte de Herrera (Soria). Le envi¨® los papeles a Argentina, firmaron y los reenviaron de nuevo a Espa?a.
¡°Alg¨²n arbolito me debe tocar, no s¨¦ si grande o chico¡±, bromea. ¡°Pero, sobre todo, es la satisfacci¨®n de los recuerdos de la familia, de mi abuelo, que fue uno de aquellos que compraron el monte con tanto esfuerzo¡±, se emociona El¨ªas, y debe dejar el tel¨¦fono en manos de su mujer, una italiana que tambi¨¦n lleg¨® con la inmigraci¨®n, Adriana Mattioli. ¡°Es que ¨¦l se emociona, son muchos recuerdos, ?sabe? Todo esto de los montes es muy emotivo, lo que hicieron los antepasados con tanto amor por el suelo es necesario que se siga cuidando para que no desaparezca. Y que quede muy claro que no hay ning¨²n inter¨¦s econ¨®mico, por favor, ninguno. Es solo por mantener lo que nuestros viejos hicieron¡±.
Pero cuando el dinero asoma la patita las cosas se complican inevitablemente. En algunos pueblos, el monte ha empezado a ser m¨¢s rentable de lo que fue: la culpa la tienen los nuevos molinos de viento. Lo aerogeneradores han tra¨ªdo la pugna entre los vecinos y las administraciones, por ejemplo en Ledrado, una pedan¨ªa de Las Aldehuelas. ¡°Nos pertenecen nueve molinos. Nos hemos constituido en junta gestora y podemos explotar eso, ya nos deben atrasos, porque la empresa ha esperado a saber a qui¨¦n deb¨ªa pagarlos¡±, explica Pedro Antonio Mar¨ªn, que ha vuelto al pueblo despu¨¦s de jubilarse y est¨¢n emocionado con la idea de dar vida a los montes. Un molino puede dar unos 3.000 euros al a?o. ¡°Pero que nadie se llame a enga?o, los dividendos ser¨¢n para desarrollo rural, para reinvertir en el bosque, para ayudar al bien com¨²n en el pueblo¡±. As¨ª lo cree tambi¨¦n el alcalde, Segundo Revilla Jim¨¦nez. ¡°Esos montes los compraron nuestros abuelos, le pertenecen al pueblo, no hay duda de eso. ?Por qu¨¦ habr¨ªa de reclamarlos el Ayuntamiento? Adem¨¢s, los beneficios ir¨¢n para el bienestar del propio pueblo y para el mantenimiento de su poblaci¨®n, eso aqu¨ª es vital¡±, a?ade.
Sea como sea, todos los implicados en esta aventura apuntan que esta historia nace de la solidaridad y no ha de moverse de ah¨ª. Siempre fue as¨ª.
En el pueblo de C¨¢ndido, Herrera, hay 15 personas censadas, pero solo cuatro casas abiertas. Cada una de esas casas, en pago por seguir manteniendo el pueblo con vida, recibe un 5% del beneficio de las maderas, o de los arrendamientos para el ganado. El resto lo disfruta el Ayuntamiento, es decir, los vecinos. ¡°Siempre fue as¨ª¡±, recuerda C¨¢ndido. ¡°Con ese dinero se pag¨® el alumbrado el¨¦ctrico, se llev¨® el agua corriente, se construyeron escuelas, carreteras. Era dinero de los vecinos invertido en los vecinos¡±. Y as¨ª sigue.
Las f¨®rmulas solidarias en que se organizan los vecinos para repartirse el uso del monte y su rendimiento son diversas y todas hablan del pasado; preciosas tradiciones que constituyen un formidable patrimonio inmaterial. ¡°En Espej¨®n, por ejemplo, para tener el disfrute de los beneficios hay que garantizar que se vive en el pueblo y hay un libro de pernoctas: los d¨ªas que se pueden pasar fuera est¨¢n limitados y los vecinos cuando salen han de comunicarlo al secretario¡±, cuenta C¨¢ndido. Parece un cuento antiguo, pero no lo es.
Pueblo a pueblo, el disfrute de estos montes est¨¢ por lo general aferrado a la descendencia natural, padres, hijos, bodas, nuevos padres y nuevos hijos. Pero la sangr¨ªa de poblaci¨®n es imparable. Los pueblos se quedan desiertos de nuevo, aunque ahora la emigraci¨®n se traslade solo unos kil¨®metros, a las cabeceras de comarca, a la ciudad. ¡°Ya se est¨¢ hablando de abrir la mano para que puedan entrar en estos repartos familias que no sean del pueblo pero que quieran de verdad vivir en ¨¦l, inmigrantes, por ejemplo...¡±, reconoce Pedro Medrano. C¨¢ndido duda, recuerda la tradici¨®n, a aquellos compradores antiguos... Pero son los tiempos que corren y sabe que la prioridad es que el pueblo siga vivo y con ¨¦l, su monte.
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