ETA: la memoria de la muerte
Parece ya olvidarse que ETA fue derrotada, y que fue esa derrota lo que determin¨® la primac¨ªa de la pol¨ªtica sobre las bombas
Lo que los franceses llaman una imagen de Epinal, donde los rasgos de la realidad son convertidos en un montaje de figuras amables, lleva camino de imponerse en el trazado de la memoria hist¨®rica sobre ETA. Parece ya olvidarse que ETA fue derrotada, y que fue esa derrota lo que determin¨® la primac¨ªa de la pol¨ªtica sobre las bombas. Satisfechos por un ¡°cese definitivo¡±, le¨ªdo como desaparici¨®n, muchos ciudadanos vascos, y en especial los militantes del espectro abertzale, no dudan en sentirse agradecidos ante el gesto de generosidad de unos patriotas que tras causar m¨¢s de ochocientos muertos han sabido cambiar el terror ¨Cs¨ª, el terror, no ¡°la violencia¡±- por papeletas de voto para alcanzar el santo prop¨®sito de una Euskal Herria independiente. Para que el camino sea recorrido pac¨ªficamente, a?aden, hace falta que los etarras encarcelados sean puestos en libertad, y que desde el Rey a la justicia en Espa?a ¡°est¨¦n a la altura de las circunstancias¡±. Consecuencia: nadie que no sea enemigo de la paz deber¨¢ exigir a la repintada Batasuna que condene a ETA, ni que los etarras sientan siquiera arrepentimiento ante sus pasados cr¨ªmenes. Y supuesto que casi ninguno de los presos de ETA siente el m¨¢s m¨ªnimo pesar, tal y como nos recuerda F. Reinares en sus Patriotas de la muerte, mejor olvidar el tema y pasar a cuestiones pr¨¢cticas: otorgarles desde ya ventajas, no sea que se irriten, con el consiguiente peligro para la paz. ETA ya hizo su parte, dice Amaiur, toca ahora al Estado cumplir con Ayete.
Las recientes declaraciones de Maite Pagazaurtundua prueban la radical injusticia de esa pretensi¨®n. Para empezar, resulta falsa la tradicional afirmaci¨®n oficial de que todos los etarras acaban siendo detenidos y juzgados: la impunidad alcanza a un 40% de los delitos terroristas de ETA con v¨ªctimas mortales. Ello significa que la acci¨®n de la justicia, en cuanto al descubrimiento y a la condena de los participantes en los atentados, tiene aun un largo camino por delante, y que los hoy encarcelados se encuentran ante una posibilidad de mostrar dignamente su voluntad de rectificaci¨®n contribuyendo al esclarecimiento de los pasados cr¨ªmenes. Ninguno lo har¨¢, y ello es la mejor prueba de que el arrepentimiento requerido para la obtenci¨®n de beneficios penitenciarios, no existe. Es preciso mostrar que una vez cesada la actividad terrorista de ETA, se abre la posibilidad para que el Estado de derecho proceda con generosidad respecto de quienes se hagan acreedores a ello, no haciendo concesiones en forma de cheque en blanco que adem¨¢s ser¨¢ presentado como prueba de la vinculaci¨®n entre el significado hist¨®rico de ETA y una sociedad vasca que se moviliza para poner en libertad a sus miembros. Por muchos votos que tuviera Hitler en 1933, los mismos no serv¨ªan para borrar los cr¨ªmenes cometidos y por los nazis.
No es v¨¢lido, pues, el criterio de let bygones be bygones, dejad que lo pasado sea pasado, esgrimido por el l¨ªder Khieu Samphan de los jemeres rojos, de cara a su proceso celebrado 2011. Una actitud sostenida entre nosotros aun por dem¨®cratas sin tacha, como el l¨ªder socialista Eguiguren al poner por delante de todo la exigencia al PP de que atienda al tema de los presos etarras, pues una cosa es el esp¨ªritu de venganza y otra bien distinta la exigencia de justicia. Tampoco es contradictorio poner por delante, de forma exenta, el tema del terrorismo de ETA, con otros reconocimientos, el de la opresi¨®n y los cr¨ªmenes franquistas, que afectaron a vascos y espa?oles, o incluso el de los GAL y otras terribles ilegalidades de la transici¨®n. Pero no cabe hacer la amalgama. ETA no fue nunca un instrumento de la lucha democr¨¢tica antifranquista; estuvo movida desde el principio por una religi¨®n del odio heredada de los g¨¦rmenes sabinianos del nacionalismo, asesin¨® una y otra vez a defensores de la democracia, sembr¨® el miedo y la vileza en la sociedad vasca. Nos encontramos ante el mismo dilema que afront¨® Primo Levi al abordar la cuesti¨®n de la barbarie antisemita en el nazismo: lo m¨¢s f¨¢cil es olvidar, pero ello significa sentar las bases para que la semilla del mal persista y pueda resurgir en cualquier momento. Como advierte Robert Badinter en su pr¨®logo a un libro sobre el proceso de Khieu Samphan, la justicia y la libertad obligan al conocimiento de lo que fue ¡°una empresa criminal com¨²n¡±. Bienvenidos a la democracia los antiguos miembros y seguidores de ETA, si atienden a ese requerimiento.
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