El enigm¨¢tico jurado del 'caso Camps'
En el juicio de los trajes se han visto pruebas contundentes del cohecho, pero por las reacciones de los ciudadanos que emitir¨¢n el veredicto, el resultado parece abierto
En las cuatro semanas de juicio contra Francisco Camps y Ricardo Costa por aceptar presuntamente regalos de la trama corrupta G¨¹rtel se han visto pruebas contundentes y en algunos casos sonrojantes contra los acusados. ?Quiero eso decir que el sentido del veredicto parece claro? Ni mucho menos.
La suerte del expresidente y del ex secretario general del PP valenciano est¨¢ en manos de nueve ciudadanos: seis hombres y tres mujeres m¨¢s bien j¨®venes, sin experiencia en procesos judiciales y vecinos de la provincia de Valencia. Para que los acusados sean condenados hace falta que siete voten en este sentido. La absoluci¨®n requiere, en cambio, cinco votos. Atendiendo solo a sus reacciones, el resultado parece abierto.
Algunos han tomado nota incansablemente de las declaraciones de los testigos, los documentos y las conversaciones reproducidas. Otros, no tanto. Todos se han concentrado en sobrellevar el tedio y la tensi¨®n vividos en las m¨¢s de 100 horas de juicio, con sesiones de nueve de la ma?ana a nueve de la noche.
El proceso para escogerlos fue laborioso desde que el azar design¨® en octubre a 36 candidatos. Al menos un jurado pareci¨® decantarse, sin embargo, desde muy pronto, por Camps, a juzgar por lo mucho m¨¢s que ha anotado las intervenciones de su letrado que las de las acusaciones, y por los gestos y sonrisas que lleg¨® a dedicar al expresidente en las primeras semanas de juicio, seg¨²n han confirmado distintas fuentes presentes en la sala.
Camps ha logrado tres mayor¨ªas absolutas, la ¨²ltima en mayo. Su abogado lleg¨® al juicio, sin embargo, sin la artiller¨ªa de las acusaciones. No dispone de documentos. Ni grabaciones (las que propuso fueron rechazadas en instrucci¨®n). Ni ha podido encontrar, en casi tres a?os de proceso, a un empleado que viese a Camps pagar sus trajes en met¨¢lico, por importes a veces superiores a los 3.000 euros. Quienes podr¨ªan haberlo acreditado, los que trabajaban dentro de las tiendas, han manifestado casi un¨¢nimemente lo contrario.
El letrado del expresidente, Javier Boix, ha tenido que utilizar otras armas: sembrar dudas sobre testigos y documentos, sugerir (sin hilvanar ning¨²n relato) conjuras y ganarse al jurado. Adecuando el tono. Suprimiendo tecnicismos. Introduciendo res¨²menes al principio de la pregunta. Subrayando lentamente en sus papeles las respuestas que le interesaba que fuesen recordadas. Apelando directamente a ellos. De las pocas veces que el jurado ha re¨ªdo a la vez, en varias ocasiones ha sido con alguno de sus golpes de efecto.
Un jurado pareci¨® decantarse muy pronto a favor de Camps
Pero en un juicio tan largo los ¨¢nimos evolucionan. Y la sinton¨ªa de Boix con el jurado ha parecido ir a menos. Quiz¨¢ por los muchos encontronazos que el letrado y sobre todo su cliente han tenido con Juan Climent, el magistrado que preside el tribunal: el juez pareci¨® erigirse desde el primer d¨ªa como la figura en la que m¨¢s conf¨ªa la mayor¨ªa de jurados.
La sala suele estar medio vac¨ªa. En primera fila se sientan habitualmente una quincena de incondicionales del expresidente, entre ellos su esposa, Isabel Bas, amigos, asesores del PP y alg¨²n cargo p¨²blico. A alguna sesi¨®n han asistido, adem¨¢s, sus hijos. Con el m¨¢s peque?o, de 13 a?os, Camps se mostr¨® muy cari?oso al final de una vista, cuando en la sala solo quedaban las partes, el personal judicial y el jurado.
Los curiosos presumiblemente cr¨ªticos con Camps son escasos. La presencia socialista, nula. El resultado es una atm¨®sfera de murmullos que juega a favor del expresidente, y que el magistrado Climent ha cortado en reiteradas ocasiones.
La condena exige siete de los nueve votos; la absoluci¨®n, tan solo cinco
El estilo de las fiscales fue, desde el principio, el opuesto al de Boix: tono serio, ninguna demagogia, cero gestos a la galer¨ªa. Las fiscales que armaron la investigaci¨®n han reconstruido varias veces el itinerario que va del encargo de las prendas al pago por la trama. Un recorrido que un tribunal formado por jueces no habr¨ªa tenido dificultad en seguir. ?Lo han hecho los jurados? Es imposible decirlo, y resulta improbable en el caso de testigos no colaboradores. Fue mucho m¨¢s f¨¢cil entender al sastre de Costa decir que el trasero de su cliente no cabr¨ªa en las medidas que figuran en los encargos. El valor que el jurado d¨¦ a unos y otros elementos es una inc¨®gnita.
El letrado que representa a la acusaci¨®n popular, Virgilio Latorre, casi siempre con semblante serio, ha hecho entendibles para personas de la calle varias claves del caso. En su contra va, sin embargo, que representa a los socialistas, los grandes rivales pol¨ªticos de Camps y Costa. Pero, en peque?as dosis, ha ido arrancando alg¨²n gesto del tribunal.
Los jurados pueden formular preguntas. Las dos que hicieron muy al principio del juicio parecieron responder a la curiosidad. Desde entonces han recibido toneladas de informaci¨®n, y no han vuelto a preguntar.
Duelo de letrados
El letrado de Francisco Camps, Javier Boix, y el de la acusaci¨®n socialista, Virgilio Latorre, est¨¢n considerados como dos de los mejores penalistas de Valencia. Y su influencia ser¨¢ probablemente decisiva en el sentido que acabe adoptando el jurado. Boix se ha especializado en trabajar para cargos del PP como el expresidente de la Diputaci¨®n de Castell¨®n, Carlos Fabra, y en eternizar la marcha de los procesos. Latorre se ha convertido en el abogado de cabecera de los socialistas. Algunas de sus intervenciones en otros casos son ya, sin embargo, legendarias.
Boix consigui¨® hace 10 a?os que un jurado declarase inocente a un hombre que llevaba m¨¢s de un a?o en prisi¨®n por haber matado supuestamente a su esposa tir¨¢ndola de un s¨¦ptimo piso. El abogado logr¨® que seis de los nueve jurados considerasen que el hombre no sab¨ªa que la mujer quer¨ªa separarse de ¨¦l; que no la llev¨® a la casa en obras, de la que era constructor, para matarla; que fue ella la que se resbal¨® en el balc¨®n, y que los gritos que pronunci¨® antes de precipitarse al vac¨ªo no fueron: ¡°Socorro, socorro, me tira¡±, sino ¡°Socorro, socorro, estira¡¯m [est¨ªrame en valenciano]¡±, como pidiendo ayuda a su marido.
A Latorre, que ha defendido causas progresistas, se le atribuye haber inclinado la balanza contra el ¨²nico condenado por los asesinatos de las ni?as de Alc¨¤sser, Miguel Ricart, en su turno de interrogatorio, en el que el acusado se neg¨® a responderle. Fue tambi¨¦n la t¨¢ctica que utiliz¨® con Camps quien, pese a negarse a contestarle, tuvo que o¨ªr las preguntas que no quer¨ªa contestar y grabaciones como la de ¡°amiguito del alma¡±.
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