Placer

Es un chiste muy viejo, y seguramente, ni siquiera muy bueno, aunque a m¨ª me gusta porque parece hecho a mi medida. Un espa?ol le dice a otro: yo soy de izquierdas, republicano y del Atleti. El otro se le queda mirando con cara de pena y le pregunta: ?y t¨², cu¨¢ndo disfrutas?

El 20 de noviembre, al conocer el resultado de las elecciones, evoqu¨¦, como tantas otras veces, este chiste. Lo que jam¨¢s pens¨¦ es que la actitud del nuevo Gobierno volver¨ªa a record¨¢rmelo tan pronto. La expresi¨®n con la que S¨¢enz de Santamar¨ªa, los ojos duros, el gesto forzadamente adusto y esa vocecilla de matona que le ha sobrevenido con la vicepresidencia, advierte que esto es solo ¡°el principio del principio¡±, me inspira una pregunta semejante a la del chiste: ?y para esto quer¨ªais el poder? Tanta chuler¨ªa, tanto sacar pecho, tanto prometer el regreso a 1996 y que Espa?a volver¨ªa a importar en Europa, ?para esto?

Como, a pesar de las apariencias, no es razonable suponer que Soraya disfrute chinchando a los espa?oles, como no habr¨¢ disfrutado Rajoy, supongo yo, arrodill¨¢ndose ante Merkel, que es quien ha conseguido que suban los impuestos en un pa¨ªs donde nadie la ha votado, es leg¨ªtimo especular con las oscuras fuentes de placer del Gobierno del PP. Como muestra, basta la congelaci¨®n del salario m¨ªnimo interprofesional, una medida que ni estimula el crecimiento, ni crea riqueza, ni incentiva el ahorro, ni hace otra cosa que agravar la situaci¨®n econ¨®mica. ?De todos? No. Los empresarios est¨¢n tan contentos como los alemanes. Si esto es lo que Rajoy entiende por gobernar para la mayor¨ªa, todav¨ªa tendr¨¦ que agradecerle la oportunidad de darle la vuelta al chiste de mi vida. Cuando sus votantes empiecen a pagar por las recetas, podr¨¦ advertirles que se lo tienen muy bien empleado. Ser¨¢ un placer mezquino, lo s¨¦, pero no dejar¨¢ de ser un placer.