Una revoluci¨®n conservadora
La derecha no percibe que sin los sindicatos la protesta se har¨ªa bajo el signo de la violencia
Mariano Rajoy ha definido la actitud adoptada por su Gobierno ante la crisis como ¡°coger el toro por los cuernos¡±. La met¨¢fora es muy adecuada si pensamos en los vientos de entusiasmo taurino que soplan desde que el PP lleg¨® al poder. Por eso resulta l¨®gico que el mismo ministro que nada m¨¢s tomar posesi¨®n, y aup¨¢ndose sobre unas citas falsas, suprimi¨® la ense?anza de Ciudadan¨ªa, proceda en cambio a exaltar esa manifestaci¨®n de altos valores culturales que es a su juicio la fiesta de los toros. Nos encontramos en v¨ªsperas del segundo centenario de la Constituci¨®n de C¨¢diz, la ley fundamental que contempl¨® a los espa?oles como ciudadanos. Nada tiene de extra?o que el nobil¨ªsimo concepto de ¡°ciudadan¨ªa¡± tenga que desaparecer cuando bajo la costra tecnocr¨¢tica se afirma la mentalidad tradicionalista y antipopular que uno de nuestros ilustrados, Le¨®n de Arroyal, denunci¨® en su panfleto Pan y toros.
Hoy la palabra ¡°pan¡± debe ser sustituida por otras menos gratas. Desde la instalaci¨®n del nuevo Gobierno, el discurso oficial ha abandonado los toques de err¨®neo optimismo que caracterizaron a las intervenciones de Zapatero, sustituy¨¦ndolos por un panorama apocal¨ªptico, regido por una variante de la conocida medalla del amor: hoy peor que ayer, mejor que ma?ana. Desde el punto de vista de la sinceridad pol¨ªtica, tal diagn¨®stico ser¨ªa estimable. Solo que detr¨¢s de la cortina de humo, cobra forma siempre la autojustificaci¨®n: ¨²nicamente es posible hacer lo que el Gobierno hace por el bien de todos los espa?oles. Con una consecuencia: entramos en un tiempo de sacrificios que inexorablemente han de ser aceptados. Aquellos que se opongan a la pol¨ªtica previsible de recortes y recortes, se?alando a los sindicatos y al PSOE, ¡°se quedar¨¢n solos¡±, expulsados a las tinieblas exteriores.
En realidad, ya est¨¢n solos, dado el sentido unidireccional que el PP confiere a su pol¨ªtica de reformas, sin que en el Parlamento ni en la sociedad tropiece con poder compensatorio alguno. El Gobierno insiste machaconamente en que las restricciones para la mayor¨ªa son dolorosas e inevitables. Pero no menciona la enorme desproporci¨®n al asignar las cargas impuestas y, como ha explicado en estas p¨¢ginas Joaqu¨ªn Estefan¨ªa, la ruptura definitiva de equilibrio de poder que el decreto introduce en el seno de la empresa. El PP es el ¡°partido de los empresarios¡±, descritos como esp¨ªritus puros que desde su conocimiento del mercado, si reciben alicientes y subvenciones, relanzar¨¢n la econom¨ªa, y con ello el empleo. Y es claro que a esos efectos conviene minimizar el coste del trabajo, despedir sin obst¨¢culos. Am¨¦n. En el discurso popular-patronal, as¨ª como en sus medios, significativamente no tienen cabida el t¨¦rmino ni la realidad del trabajador, privado como tal ante la opini¨®n de visibilidad alguna. Por eso el desagradable espect¨¢culo de los desahucios ha movido a la intervenci¨®n del Gobierno, pero sin imponer nada, respetando a los respetables, como petici¨®n de generosidad a la Banca. Y Bot¨ªn a¨²n se queja de los pol¨ªticos.
Los voceros del poder presentan a los defensores de la seguridad en el empleo como nost¨¢lgicos de Franco, y es que efectivamente la nueva situaci¨®n anula, no solo lo logrado en democracia, sino la mejora de condiciones de salario y trabajo arrancada penosamente por la lucha sindical durante el tardofranquismo. Parecen ignorar que la previsible ca¨ªda en picado de los salarios llevar¨¢ veros¨ªmilmente a un descenso a¨²n m¨¢s agudo de la demanda, a m¨¢s f¨¢bricas cerradas y m¨¢s tiendas vac¨ªas. La reforma laboral era necesaria. Tal como se ha hecho gustar¨¢ a los especuladores y a la Merkel, pero representa la injusticia sumada al riesgo.
La alternativa existe, aunque el PP dejar¨ªa de serlo si la adoptase: compensar los sacrificios con una acci¨®n determinada contra la evasi¨®n fiscal de quienes se encuentran en los niveles superiores de propiedad y de ingresos. No imaginamos a Rajoy, ni tomando en consideraci¨®n el caso G¨¹rtel, ni ordenando como Monti en Italia redadas que permitan identificar a las categor¨ªas profesionales que eluden el IVA, circulan en veh¨ªculos de lujo con declaraciones de renta irrisorias o han practicado arbitrios fraudulentos como los exhibidos en el caso N¨®os. Y si esos no pagan, los de abajo deben abonar la cuenta.
Est¨¢n solos. Eliminado Garz¨®n, ha tocado a los sindicatos recibir todas las cargas de cieno de los medios progubernamentales: borrachos, par¨¢sitos, residuos de un pasado a eliminar. En su descalificaci¨®n, nuestra derecha recupera un lenguaje viejo y agresivo. Y no percibe que sin los sindicatos la protesta inevitable se har¨ªa bajo el signo de la violencia.
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