Creadores de escasez
Dos a?os despu¨¦s del inicio de las pol¨ªticas de austeridad extrema el panorama es desolador Se multiplica el paro, la exclusi¨®n, las clases medias se empobrecen y mueren empresas
Durante la d¨¦cada de los a?os treinta, cuando los rostros de muchos hombres se tornaron duros y fr¨ªos como si miraran hacia un abismo, nuestro hombre advirti¨® los signos de la desesperanza generalizada que conoc¨ªa desde ni?o. Vio hombres buenos destruidos al ver roto su concepto de una vida decente, les ve¨ªa caminar desanimados por las calles y los parques, con la mirada vac¨ªa como a?icos de cristal roto; les ve¨ªa entrar por las puertas de atr¨¢s, con el amargo orgullo de los hombres que avanzan hacia su propia ejecuci¨®n, a mendigar el pan que les permitiera volver a mendigar, y tambi¨¦n vio personas que una vez caminaron erguidos mirarle con envidia y odio por la d¨¦bil seguridad que ¨¦l disfrutaba.
M¨¢s o menos as¨ª describe el novelista John Williams el esp¨ªritu de los a?os de la Gran Depresi¨®n en su maravillosa novela Stoner. No es dif¨ªcil establecer una analog¨ªa con lo que se observa ahora, en las capitales y en los pueblos de algunos pa¨ªses intervenidos o con posibilidades de serlo, del sur de Europa. Con todas las diferencias que se le quiera poner. La Gran Recesi¨®n que comenz¨® en el verano del a?o 2007 ha dejado de ser planetaria, pero ha adquirido otras caracter¨ªsticas: de EE UU ha pasado al Viejo Continente; de crisis financiera privada ha devenido en una crisis de la deuda p¨²blica; su origen estuvo en los abusos y las estafas del sistema financiero en la sombra, y las ayudas estatales al mismo (cuando algunos se atrev¨ªan a defender que salvar a la banca era salvar a la calle, que proteger a Wall Street era proteger a Main Street) est¨¢n en el epicentro de buena parte de los problemas de d¨¦ficit y de endeudamiento de muchos pa¨ªses. A este fen¨®meno se le ha denominado ¡°neoliberalismo de Estado¡±, una paradoja por la cual mientras los beneficios (de unos pocos) contin¨²an siendo individuales, los riesgos (de la mayor¨ªa) se socializan. En ella, el papel del Estado ya no consiste en limitar el poder econ¨®mico sino en facilitar su predominancia; el Estado solo debe actuar para favorecer el libre funcionamiento de la competencia (excepto la citada socializaci¨®n de p¨¦rdidas), allanar los conflictos sociales y mantener el orden p¨²blico.
Muchos de los problemas econ¨®micos que trajeron la recesi¨®n no han cedido. Hay posibilidades de marcha atr¨¢s en los sitios que han abandonado el fondo del abismo y a que en una nueva fase se multiplique el contagio en sentido inverso. No en vano algunos medios de comunicaci¨®n norteamericanos han llegado a publicar algo que en otra coyuntura podr¨ªa resultar muy exagerado: que la reelecci¨®n del presidente Barak Obama estar¨ªa condicionada en parte por la soluci¨®n de los problemas econ¨®micos y financieros de pa¨ªses tan distantes de EE UU como Espa?a o Italia. Eso es la globalizaci¨®n.
Las ayudas estatales al sistema financiero est¨¢n en el epicentro de buena parte de los problemas de d¨¦ficit y endeudamiento
Se acaban de cumplir dos a?os de la primera intervenci¨®n de un pa¨ªs europeo, Grecia, por la troika de poderes f¨¢cticos contempor¨¢neos y externos a la soberan¨ªa de los pa¨ªses de la zona: la Comisi¨®n Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Luego controlaron a otros dos pa¨ªses, Irlanda y Portugal, y la pr¨®xima semana coincide con el segundo aniversario de la noche en la que los ministros de Econom¨ªa de la eurozona hicieron morder el polvo a la pol¨ªtica econ¨®mica de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y la cambiaron de sentido en un santiam¨¦n, causando la ruina electoral de los socialistas espa?oles y esbozando la estructura de un fondo de rescate para pa¨ªses en problemas que todav¨ªa ¡ªm¨¢s de setecientos d¨ªas despu¨¦s¡ª anda ajustando su f¨®rmula y su monto definitivo.
Desde entonces, la Uni¨®n Europea ha abandonado la pol¨ªtica econ¨®mica com¨²n de est¨ªmulos que se hab¨ªa aprobado en las reuniones del G-20 en Washington, Londres y Pittsburgh, y ha desarrollado una senda de consolidaci¨®n fiscal y de austeridad a ultranza. Mientras pr¨¢cticamente el resto de las zonas del mundo consideran que el problema principal de la econom¨ªa es su falta de crecimiento (EE UU, China, Am¨¦rica Latina¡), Europa asume que lo prioritario es volver a los equilibrios macroecon¨®micos para, m¨¢s adelante, comenzar a crecer. La desavenencia se manifiesta en el dilema de ajustar para crecer o crecer para ajustar. Hasta ahora la raz¨®n emp¨ªrica parece manifestarse a favor de los partidarios del crecimiento como prioridad para solucionar los problemas m¨¢s urgentes. Crecimiento o barbarie.
Mientras los beneficios (de unos pocos) siguen siendo individuales, los riesgos ( de la mayor¨ªa) se socializan
Un balance de lo sucedido en Europa desde entonces es demoledor: la crisis de la deuda soberana y el crecimiento de las primas de riesgo ¡ªcuya soluci¨®n era para lo que se adopt¨® la pol¨ªtica econ¨®mica de austeridad extrema y r¨ªgida, aplicada a pa¨ªses con problemas muy diferentes¡ª no ha mejorado; los problemas de liquidez o solvencia de muchos bancos de matriz europea y funcionamiento multinacional siguen encima de la mesa y todos ellos han de acudir sistem¨¢ticamente a las subastas de liquidez del BCE (un mecanismo administrativo, al margen del mercado) para sobrevivir y poder pagar sus obligaciones y sus deudas; estancamiento econ¨®mico o recesi¨®n en la mayor parte de los pa¨ªses, lo que significa multiplicaci¨®n exponencial del paro, empobrecimiento de las clases medias, mortandad de centenares de miles de empresas y reducci¨®n de la movilidad social. Seg¨²n los datos del Eurobar¨®metro, una gran parte de los ciudadanos europeos teme que sus hijos van a vivir peor que ellos, lo que significa que se ha interrumpido el proceso del progreso. Como consecuencia de todo ello, cada vez que hay elecciones en un pa¨ªs cae el Gobierno, sea del signo ideol¨®gico que sea, al que le ha tocado ocuparse de la gesti¨®n de la crisis con esas pol¨ªticas de austeridad que los ciudadanos rechazan mayoritariamente, y emergen fuerzas populistas significadas por la simplicidad y la demagogia de las soluciones que proponen. Hasta ahora ese populismo es fundamentalmente de extrema derecha pero nada impide que surja tambi¨¦n en el otro extremo partidista. Todas estas secuelas dejan una huella profunda en la calidad de la democracia: seg¨²n todos los sondeos, una parte creciente de la ciudadan¨ªa duda de la idea Europa (cuya construcci¨®n estaba planteada precisamente para evitar los populismos y los enfrentamientos del pasado) y tambi¨¦n es creciente el n¨²mero de ciudadanos que sospecha de la impotencia de sus representantes pol¨ªticos a la hora de solucionar los problemas p¨²blicos y comunes, ya que estos se dirimen en lugares cada vez m¨¢s alejados de los Parlamentos y de los lugares propios de la democracia representativa.
La expresi¨®n ¡°libertad econ¨®mica¡± ha dejado de significar oportunidad de mejora, y de concitar simpat¨ªas; todo lo contrario, para los perdedores de estas pol¨ªticas de austeridad la libertad econ¨®mica suscita pesadillas de inseguridad y de creciente irritaci¨®n. Adem¨¢s, el concepto de libertad se est¨¢ convirtiendo, como ha desarrollado el intelectual franc¨¦s de origen b¨²lgaro Tzvetan Todorov, en el nombre comercial de partidos pol¨ªticos de extrema derecha nacionalistas y xen¨®fobos: el Partido de la Libertad en Holanda, liderado por Geert Wilders, de tanto protagonismo en los ¨²ltimos d¨ªas al dejar caer el Gobierno de ese pa¨ªs; el Partido Austriaco de la Libertad, que dirigi¨® H?ider hasta que muri¨®; la Liga del Norte de Humberto Bossi, que presentaba a sus candidatos en las elecciones italianas bajo el nombre de Liga del Pueblo de la Libertad y se un¨ªa as¨ª al Pueblo de la Libertad de Berlusconi, etc¨¦tera.
La expresi¨®n "la libertad econ¨®mica" genera pesadillas de inseguridad y de creciente irritaci¨®n
En resumen, el paisaje despu¨¦s de una batalla que ya ha durado dos a?os no puede ser m¨¢s estremecedor. Las pol¨ªticas de austeridad extrema y de rigor mortis pueden ser calificadas como ¡°creadoras de escasez¡±, siguiendo las hip¨®tesis de Daniel Anisi, un economista prematuramente desaparecido. La oposici¨®n a tales pol¨ªticas ¡ªque ahora empiezan a hacerse m¨¢s presentes en instancias oficiales de algunos pa¨ªses afectados y diversas instituciones, como el propio FMI, la Comisi¨®n y tal vez en el BCE¡ª era de grado y de dosis: nadie ha sugerido incrementos desorbitados del d¨¦ficit y de la deuda sino una combinaci¨®n m¨¢s flexible de los criterios de crecimiento y de estabilidad. Los economistas poskeynesianos, encabezados entre otros por los premios Nobel Krugman y Stiglitz, se quejan de la manipulaci¨®n del lenguaje que se ha hecho por parte de los partidarios del ajuste duro. La aparici¨®n en Espa?a del movimiento Economistas frente a la Crisis, se ha sustentado hasta el momento en el principio de ¡°que no nos roben las palabras¡±. Se trata de impedir que el lenguaje sea tergiversado con conceptos que manipulan el pensamiento que los maestros de la econom¨ªa han transmitido y que la experiencia que como profesionales de la econom¨ªa ha ense?ado. Reestructurar no es desregular, reforma estructural no es sin¨®nimo de recortes ni de la diluci¨®n de los derechos de la gente, liberalizaci¨®n y regulaci¨®n son conceptos complementarios e inseparables, los cr¨ªticos de la austeridad injusta no son partidarios del despilfarro del mismo modo que la estabilidad presupuestaria no es equivalente a d¨¦ficit cero (un fundamentalismo m¨¢s) y que quienes critican el Pacto de Estabilidad y las reformas forzadas de las Constituciones nacionales no defienden la inestabilidad.
Durante la primera fase de la crisis actual, los pol¨ªticos que se aprestaron a combatirla parec¨ªan conscientes de su gravedad y tuvieron en cuenta las lecciones del pasado: no se pod¨ªan repetir los errores de anta?o por los cuales se hab¨ªa extendido la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta que acab¨® con una guerra mundial. Hab¨ªa cuatro diferencias fundamentales entre la Gran Depresi¨®n y la Gran Recesi¨®n: primero, la calidad de las respuestas p¨²blicas dadas. En los a?os treinta se tard¨® mucho tiempo en aplicar las pol¨ªticas antic¨ªclicas imprescindibles porque la sensibilidad dominante era el capitalismo de laissez faire que consideraba que el sistema se purgar¨ªa a s¨ª mismo y era m¨¢s eficaz la no intervenci¨®n del Estado. El secretario del Tesoro americano de la ¨¦poca, el multimillonario Andrew Mellon, propon¨ªa ¡°liquidar los sindicatos, las Bolsas, la agricultura, los bienes ra¨ªces (¡) Esto purgar¨¢ la podredumbre del sistema. El alto coste de la vida se vendr¨¢ abajo. La gente trabajar¨¢ m¨¢s duro, vivir¨¢ una vida m¨¢s moral. Los valores se ajustar¨¢n y las personas emprendedoras reflotar¨¢n los fracasos de las menos competentes¡±. A partir de 2007, las autoridades pusieron en marcha una pol¨ªtica monetaria expansiva con abundantes dosis de liquidez, tipos de inter¨¦s pr¨®ximos a cero, ayudas extraordinarias a la banca y planes de est¨ªmulo de la demanda. Son ellas las que generaron el d¨¦ficit y la deuda p¨²blica y no el d¨¦ficit y la deuda p¨²blica los que causaron la Gran Depresi¨®n. Y son las pol¨ªticas de est¨ªmulo las que Europa ha abandonado, antes de tiempo seg¨²n los economistas cr¨ªticos.
Los intensos ataques a la universalidad del Estado de bienestar se producen sin apenas debate p¨²blico
La segunda gran diferencia entre ambas situaciones era la ideol¨®gica: ahora no existe alternativa al capitalismo como sistema dominante, mientras que en la d¨¦cada de los treinta dos totalitarismos de signo contrario ¡ªel comunismo y el fascismo¡ª pugnaban por ser hegem¨®nicos y estaban en el momento ¨¢lgido de su poder. A pesar de la reaparici¨®n de los populismos, algunos de ellos con un apoyo electoral significativo (v¨¦ase el caso de Marine Le Pen en Francia), y de la presencia del movimiento de los indignados, hoy no hay alternativa al capitalismo del siglo XXI. Los m¨¢s osados hablan de la refundaci¨®n del mismo, de su regulaci¨®n, de su reforma pero no de su sustituci¨®n.
La tercera diferencia es la respuesta proteccionista a la Gran Depresi¨®n, que hoy es muy menor. Entonces se multiplicaron las ¡°pol¨ªticas de empobrecimiento del vecino¡± (concepto de la disc¨ªpula de Keynes, Joan Robinson) en forma de fronteras, aranceles, impuestos a la importaci¨®n, cupos, etc¨¦tera. Pascal Lamy, director de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC) ¡ªinstituci¨®n multilateral desaparecida de la primera l¨ªnea de fuego por su incapacidad de avanzar en la Ronda de Doha¡ª habla de un ¡°proteccionismo de baja intensidad¡± para calificar lo que sucede hoy. La nacionalizaci¨®n de Repsol por parte del Gobierno argentino forma parte del universo proteccionista, aunque tenga tambi¨¦n otras componentes.
La cuarta disimilitud entre los a?os treinta del siglo pasado y la segunda d¨¦cada del siglo XXI, muy centrada en Europa, era la existencia de un potente Estado de bienestar que trataba de proteger al ciudadano (¡°desde la cuna hasta la tumba¡±) por el hecho de serlo. Este se compon¨ªa de la educaci¨®n, la sanidad y las pensiones universales (pagadas a trav¨¦s de impuestos progresivos, no gratuitas como inexactamente se dice a veces), el seguro de desempleo, la asistencia a las personas dependientes y el derecho laboral, por el que se socializaban los sueldos de modo que las condiciones de trabajo se discutiesen a trav¨¦s de la negociaci¨®n colectiva y no de la negociaci¨®n individual (y desigual) entre el empresario y el asalariado.
Las ventajas engendran m¨¢s ventajas: los ricos pueden vivir en barrios mejores. Escapan as¨ª del contrato social
Es esta cuarta diferencia la que se va diluyendo con m¨¢s rapidez, debido a los intensos ataques a la universalidad del Estado de bienestar, sin apenas debate p¨²blico, y a los intentos de difuminar la centralidad de la negociaci¨®n colectiva que comienza a ser residual en algunos pa¨ªses intervenidos, como por ejemplo Grecia. El profesor Todorov habla de ¡°los enemigos ¨ªntimos de la democracia¡± y opina que las principales amenazas que pesan hoy sobre la misma no proceden de su exterior, de los que se presentan abiertamente como sus oponentes, sino de dentro, de ideolog¨ªas, movimientos y actuaciones que dicen defender sus valores pero que de hecho los debilitan. Y cita, dentro de este ¨²ltimo apartado, el populismo, el ultraliberalismo y el mesianismo de los partidarios de la austeridad extrema.
Pese a la reaparici¨®n de populismos, hoy no hay alternativa al capitalismo del siglo XXI
Se avecina una dial¨¦ctica muy potente en el patio europeo entre los partidarios de dos maneras distintas de ver la pol¨ªtica econ¨®mica. Mientras se resuelve, unos y otros deber¨ªan llegar a un pacto para proteger a los millones de personas que van quedando por el camino: los parados de larga duraci¨®n que ni tienen futuro ni seguro de desempleo para sobrevivir, las familias en las que no entra ning¨²n salario, los inmigrantes sin derecho a la sanidad o la educaci¨®n, los ciudadanos que sufren fuertes reducciones de su renta disponible y observan, perplejos, el extraordinario aumento de la desigualdad entre ellos y los poderosos. Las ventajas engendran m¨¢s ventajas: los ricos pueden permitirse vivir en barrios mejores y m¨¢s seguros, pueden dar a sus hijos una atenci¨®n m¨¦dica adecuada y una alimentaci¨®n que les permita crecer sanos, y pueden pagar a profesores y obtener ayudas educativas si aquellos tienen problemas. El resto se confronta con una red de seguridad cada vez m¨¢s endeble y con la constante incertidumbre sobre los empleos mientras una nueva generaci¨®n, los m¨¢s j¨®venes, no tiene trabajo ni sue?os.
En medio de la Gran Depresi¨®n, cuando public¨® su Teor¨ªa General, Keynes centr¨® el debate principal: ¡°Los dos vicios que marcan el mundo en que vivimos son que el pleno empleo no est¨¢ garantizado y que el reparto de la fortuna y de la renta es arbitrario y desigual¡±. ?Tan poco hemos aprendido en tres cuartos de siglo?
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