?Europeizar China o achinar Europa?
Pareciera que Fran?ois Hollande, con sus primeras palabras el domingo, a las 21.20, en Tulle, la ciudad de la que es alcalde, al agradecer a los electores la victoria que le hab¨ªan otorgado para hacerle presidente de Francia, iniciaba un renacimiento de la Uni¨®n Europea. Su mensaje marcaba una ruptura del fatalismo de la austeridad mal entendida, la que yugula el crecimiento mientras impide reducir el d¨¦ficit y atender los deberes de la deuda, dado el retroceso de la recaudaci¨®n fiscal que conlleva. La impresi¨®n de sus oyentes era la de que estaba abriendo las avenidas de otra Europa posible, con est¨ªmulos para recuperar la econom¨ªa y un calendario racional dentro del cual sea posible el cumplimiento de las obligaciones con los deudores.
Hollande clamaba convencido de la proyecci¨®n europea del voto de los franceses. Dibujaba una Uni¨®n orgullosa otra vez de su sistema social. Recuperada como poder radiante, capaz de difundir y contagiar derechos y libertades. Liberada de los populismos rastreros alentadores de esa xenofobia odiosa que por todas partes aflora en venganza elemental contra las privaciones sobrevenidas. El compromiso sobre el que desear¨ªa ser juzgado dentro de cinco a?os lo centr¨® en la justicia ¡ªavances en la igualdad¡ª y la juventud para la que quiere una vida mejor que la de sus progenitores. Ahora que se presentan las conquistas sociales como un lastre que nos impide ser competitivos, su proyecto propugnaba europeizar China, frente a tantos decididos a achinar Europa como f¨®rmula para que progrese en competitividad.
Es la l¨ªnea anticipada por David Anisi en su libro Creadores de escasez. Del bienestar al miedo. Elementos para el debate con quienes conocen la globalizaci¨®n porque habitan en esas ¨®rbitas. Uno de ellos nos desenga?aba a prop¨®sito del Estado de bienestar. Aclaraba que sus conquistas solo hab¨ªan anidado en un lapso de tiempo muy breve y en unos espacios geogr¨¢ficos muy reducidos. Reclamaba que mir¨¢semos a China, convertida ya en la segunda econom¨ªa mundial, y a Brasil, que se colocaba por delante de Inglaterra. Afirmaci¨®n, esta ¨²ltima, que provoc¨® desacuerdo de una de las presentes, que adujo la pobreza a cielo abierto que se observa en ese gran pa¨ªs americano. Un tercero en discordia se adhiri¨® al globalista primero, convencido de que el sorpasso de Brasil revertir¨ªa en cuanto Inglaterra se apresurara a compensar su d¨¦ficit de competitividad y generara los pobres necesarios.
De vuelta a la parisina plaza de la Bastilla, se avista un punto irremediable de chauvinismo, de insistencia en la excepci¨®n francesa. Pero tambi¨¦n el nuevo presidente electo declaraba su prop¨®sito de contar con los socios europeos, sin dejar por ello de exhibir la relaci¨®n privilegiada de su pa¨ªs con la Alemania que tanto nos quiere. Era como si se sucedieran dos gritos consecutivos: el de ?Merkozy ha muerto! y el de ?Viva Merkhollande! Sabemos que en alg¨²n momento, habr¨¢n de despertar los dirigentes de las instituciones de la Uni¨®n Europea ¡ªJos¨¦ Manuel Duar?o Barroso, presidente de la Comisi¨®n, y Herman van Rompuy, del Consejo¡ª pero, entre tanto, nos alivia el nuevo interlocutor que llegar¨¢ de Par¨ªs por el cambio que supone en los t¨¦rminos de la ecuaci¨®n anterior.
Reconozcamos que ven¨ªa creciendo el clamor contra la sinraz¨®n del salvajismo de unos recortes que suprim¨ªan inversiones p¨²blicas, enviaban m¨¢s gente al paro, aumentaban el coste del desempleo, desalentaban la demanda y reduc¨ªan los ingresos fiscales. Griegos, portugueses, irlandeses y, fuera de los intervenidos, los italianos de Monti o el presidente del Banco Central Europeo, Draghi, se hab¨ªan sumado ya al coro para entonar reclamaciones de racionalidad y advertencias de que sin crecimiento ser¨ªa imposible pagar la deuda y reducir el d¨¦ficit. Pero nuestro presidente Mariano Rajoy segu¨ªa tan decidido a sacrificarnos en el altar de Berl¨ªn como incapaz de preguntar por el sentido del holocausto.
Del amamos a Espa?a porque no nos gusta, nuestro l¨ªder habr¨ªa llegado al no me gusta ¡ªsubir el IRPF, subir el IVA, inyectar dinero p¨²blico en el sistema financiero, reducir los presupuestos de educaci¨®n, introducir el copago en sanidad, intervenir alguna comunidad aut¨®noma etc¡ª pero mi pulso no temblar¨¢ para hacerlo, aunque haya dicho lo contrario, si resultara necesario o lo marcaran las exigencias del guion de las agencias de rating. Entramos as¨ª en la perplejidad en que nos sumen quienes repiten lo de ¡°si te dijera la verdad mentir¨ªa¡±. Mientras, con ¨¢nimo anest¨¦sico, se insiste en que este a?o va a ser muy duro y los que sigan tambi¨¦n. De las consecuencias escribi¨® Rafael S¨¢nchez Ferlosio en su libro Y vendr¨¢n m¨¢s a?os malos y nos har¨¢n m¨¢s ciegos.
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