¡®Fiat iustitia pereat Europa¡¯
Nos encontramos ante una de esas coyunturas de aceleraci¨®n de la historia en la que la comprensi¨®n parece ir siempre detr¨¢s de los acontecimientos
Son tantos y tan variados los giros que est¨¢ dando la situaci¨®n pol¨ªtico-econ¨®mica de Europa que se nos est¨¢n acabando las posibilidades de an¨¢lisis. Nos encontramos ante una de esas coyunturas de aceleraci¨®n de la historia en la que la comprensi¨®n parece ir siempre detr¨¢s de los acontecimientos. Los intelectuales han enmudecido, como bien se?alaba hace un par semanas Soledad Gallego-D¨ªaz en estas mismas p¨¢ginas. Ahora quienes han tomado el mando son personajes p¨²blicos de nuevo cu?o, los tecn¨®cratas de post¨ªn que eval¨²an p¨²blicamente a los tecn¨®cratas an¨®nimos. De ah¨ª que a este nuevo sujeto podr¨ªamos definirlo como el meta-tecn¨®crata, h¨ªbrido de experto e intelectual p¨²blico. Es, desde luego, uno de tantos productos de la crisis. Si ¨¦sta provoc¨® la disoluci¨®n de la acci¨®n pol¨ªtica detr¨¢s de la gesti¨®n sist¨¦mica, el problema deviene en ver hasta qu¨¦ punto se est¨¢ aplicando adecuadamente el conocimiento experto. Para estos nuevos personajes, no se trata ya, por tanto, de reivindicar la pol¨ªtica frente a la econom¨ªa, o los valores y logros sociales que estamos tirando por la borda en el af¨¢n por adaptarnos a las exigencias de estos tiempos, que es algo que se deja a los intelectuales p¨²blicos ordinarios; el objetivo es, m¨¢s bien, el sujetar a control a otros tecn¨®cratas, a aquellos que est¨¢n detr¨¢s de las decisiones pol¨ªticas que se amparan en el conocimiento t¨¦cnico.
Podemos pensar, por poner alg¨²n ejemplo, en economistas como Krugman, Rubini, Stiglitz o una mezcla entre economista y periodista, como es el caso de M¨¹nchau, quien desde Financial Times se dedica a fustigar toda decisi¨®n econ¨®mica que emane de cualquier instancia pol¨ªtica. El efecto de su actividad sobre el p¨²blico, e incluso sobre los propios pol¨ªticos y los agentes econ¨®micos, es verdaderamente extraordinario. Su b¨²squeda de la omnipresencia les convierte, sin embargo, en excesivamente redundantes, en animadores de la discusi¨®n p¨²blica que muchas veces se colocan en posiciones m¨¢s claramente pol¨ªticas que t¨¦cnicas, aunque su independencia respecto del sistema pol¨ªtico con el que siempre han de negociar los expertos ordinarios sirve para dotarles de un plus de credibilidad.
Lo malo es que los necesitamos en parte, porque la clave para entender lo que pasa se reduce casi a la comprensi¨®n de dos extra?os sujetos, los mercados y Angela Merkel. Todo lo dem¨¢s parece secundario. Y ¨¦ste es precisamente el problema, que podemos saberlo todo sobre los mercados, pero, a falta de merkel¨®logos fiables, seguimos a oscuras. Todas las miradas se dirigen a Berl¨ªn. Lo que all¨ª se decida en las pr¨®ximas semanas condicionar¨¢ el futuro de Europa y quiz¨¢ del mundo. Lo que intuimos que puede ocurrir no nos deja demasiado tranquilos, ya que hay algunos datos sobre el perfil de la canciller que deber¨ªan ser motivo de inquietud. El primero y principal es su rigorismo luterano, que parece haberla conducido a un an¨¢lisis de la situaci¨®n estrictamente moral, de pura ¡°¨¦tica de la convicci¨®n¡± m¨¢s que de ¡°¨¦tica de la responsabilidad¡±, por valernos de la famosa distinci¨®n weberiana. No habr¨¢ perd¨®n para los deudores/culpables -todos de cultura cat¨®lica u ortodoxa, adem¨¢s-, si antes no han purgado el pecado de sus excesos. Y la penitencia id¨®nea es pasar por el valle de l¨¢grimas de una austeridad monacal, aunque no ofrezca rendimiento econ¨®mico alguno. Adem¨¢s, ?por qu¨¦ habr¨ªan de financiar los alemanes la actitud irresponsable de sus vecinos del sur? El que a largo plazo ello vaya en inter¨¦s propio de la Europa rica es secundario, lo fundamental es exigir la rectificaci¨®n de las desviadas conductas pasadas.
Lo sorprendente del caso es que la responsabilidad se imputa a pueblos enteros en vez de a la codicia de una minor¨ªa que se esconde detr¨¢s de esos impersonales mercados financieros que nos trajeron la crisis. Esos s¨ª que son los verdaderos culpables, se?ora Merkel, no los pobres griegos y espa?oles de a pie a los que en su d¨ªa nadie advirti¨® de que no pod¨ªan endeudarse para, entre otras cosas, comprar productos alemanes. ?Por qu¨¦ no buscamos demonizarlos a ellos y someterlos al fin a regulaciones pol¨ªticas sensatas? Todos tenemos una parte de responsabilidad, claro est¨¢, pero al final la van a pagar, como siempre ocurre, los m¨¢s d¨¦biles. Si queremos ubicarnos en la perspectiva de la ¨¦tica de la convicci¨®n ¨¦sta es la conclusi¨®n correcta. Pero ¨¦ste debate habr¨¢ que dejarlo para m¨¢s adelante. Es el momento de los pol¨ªticos, no de los moralistas. Lo urgente ahora es apartarnos del precipicio y medir bien las consecuencias de nuestras acciones. Por favor, ?¨¦tica de la responsabilidad, se?ora Merkel! Olv¨ªdese de Lutero y Kant, y recuerde a Max Weber.
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