Las horas oscuras en Las Quemadillas
Queda por resolver que pas¨® desde que entr¨® en la finca con Ruth y Jos¨¦ hasta que sali¨® sin ellos
La polic¨ªa ha escrutado los pasos de Jos¨¦ Bret¨®n, el padre de los ni?os desaparecidos Jos¨¦ y Ruth. Sus idas y venidas entre el 7 y el 8 de octubre de 2011 han sido desmenuzadas por la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV). Pero queda una inc¨®gnita, la clave de toda esta truculenta historia que ha dado un giro con la confirmaci¨®n de que los huesos y dientes hallados entre las cenizas de una fogata que ardi¨® durante horas en la finca familiar de Las Quemadillas (C¨®rdoba) son de menores: qu¨¦ pas¨® entre las 13.48 y la 18.30 del d¨ªa 8, cuando se queda a solas con los ni?os. Esta es una reconstrucci¨®n de esas horas oscuras.
? 8 de octubre. Por la ma?ana. A las nueve, Bret¨®n lleva a sus hijos a casa de su hermana Catalina. Quiere que jueguen con sus primos. De alguna forma, consigue las llaves del Kia Picanto de su hermana y acude a Las Quemadillas. El juez ha llegado a sospechar que lo hace en compa?¨ªa de otra persona, aunque no se ha llegado a concretar qui¨¦n. Bret¨®n regresa a casa de Catalina a las 11.30. Ha intentado llamar varias veces a su mujer, sin ¨¦xito. Mientras, se queda en casa de su hermana cuidando de sus hijos y sobrinos, para que ella y su cu?ado vayan de compras.
? 13.31 horas. La pareja se demora una hora y media en regresar, lo que enerva a Bret¨®n, que estalla ante su hermana. Viendo su reacci¨®n, su cu?ado se ofrece a llevarle a casa de los abuelos en el Kia. Bret¨®n y sus hijos pasar¨¢n all¨ª solo cuatro minutos, lo justo para saludar, coger su Opel Zafira y salir.
? 13.48. Jos¨¦ Bret¨®n acaba de cerrar el port¨®n met¨¢lico gris de la finca de seis hect¨¢reas que sus padres poseen en Las Quemadillas. Varias c¨¢maras de seguridad han recogido la escena. Por las im¨¢genes, varios peritos han constatado que le acompa?an sus hijos, de seis y dos a?os, Ruth y Jos¨¦. El padre realiza una ¨²ltima llamada a la madre de los peque?os, Ruth Ortiz, que vive en Huelva. Es la ¨²ltima vez que Bret¨®n llamar¨¢ intentando conseguir la reconciliaci¨®n. Ruth no contest¨®.
? De 15.00 a 17.00. Un vecino de la zona, seg¨²n escribe la polic¨ªa en sus informes, manifest¨® que entre esas horas percibi¨® ¡°un fuerte olor a humo, que no se correspond¨ªa con el olor normal de quema de broza ni barbacoa, sino m¨¢s bien como si quemaran basura". La procedencia de aquel fuego era la parcela de los Bret¨®n.
? 17.00. La densa columna de humo que sale de Las Quemadillas alcanza tal intensidad que alerta a los servicios antiincendios de la Junta de Andaluc¨ªa. Una torre de vigilancia la ha detectado.
? 17.30. La puerta met¨¢lica se abre de nuevo. Bret¨®n, que ha mantenido todo este tiempo apagado su tel¨¦fono inteligente, capaz de situarle geogr¨¢ficamente, sale con dos bolsas llenas de basura que tira en sendos contenedores. Nunca aclarar¨¢ a la polic¨ªa qu¨¦ llevaba. Luego sale con su coche. Los cinturones de seguridad traseros indican que los ni?os no van sentados en sus sillitas. La fogata sigue. Un vecino contar¨¢ despu¨¦s a los investigadores que aquella tarde ¡°percibi¨® un olor a candela desconocido hasta ese momento, pensando que pod¨ªa tratarse de goma o pl¨¢stico, pero en cualquier caso diferente al olor a madera quemada¡±.
? 18.30. Desde la otra punta de C¨®rdoba, Bret¨®n enciende su iPhone. Avisa a su familia de que ha perdido a sus hijos en el parque Cruz Conde. Llama a la polic¨ªa. Todos acuden all¨ª. Ni rastro de los ni?os. Su aparente tranquilidad asombra a los agentes. Desde el primer momento, los investigadores sospechan que los ni?os nunca llegaron al parque.
? D¨ªa 8, por la noche. El padre deja caer a quienes le interrogan que ha pasado varias horas con sus hijos en Las Quemadillas. Acompa?ado por los agentes, Bret¨®n vuelve a abrir el port¨®n. Los rescoldos a¨²n vivos de la fogata llaman la atenci¨®n de los polic¨ªas. Se preguntan por qu¨¦ Bret¨®n no les hab¨ªa hablado de ello. ?l se encoge de hombros.
Muy cerca se hallan dos cajas de tranquilizantes. Vac¨ªas. Fuego y pastillas hacen temer lo peor. Una mesa forjada junto al fuego, es inspeccionada [Hoy se sospecha que pudo servir para facilitar un efecto horno]. Los huesos hallados entre las brasas llevan a plantear la peor de las ecuaciones. Bret¨®n no claudica. Defiende que quem¨® efectos de su mujer, ropa y apuntes de cuando estudiaba Veterinaria. Aunque a los polic¨ªas les sorprende que queden cuatro voluminosas cajas de apuntes y ropa de mujer. ?Y sus hijos? ¡°Dorm¨ªan¡±, responde: ¡°Durante horas¡±. ?Y las pastillas? Su respuesta no fue clara.
El an¨¢lisis policial de los huesos descarga de culpa al sospechoso. Los restos ¨®seos, dicen, son de animales. Once meses despu¨¦s, dos antrop¨®logos independientes determinar¨¢n que son de humanos y de edades coincidentes a las de Ruth y Jos¨¦. Pero en aquel momento no existen dichos informes y el resultado negativo de los estudios vuelve locos tanto a los investigadores de la UDEV como al juez de instrucci¨®n, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Lainz. Lo que parec¨ªa una inc¨®gnita f¨¢cil de despejar se convierte en un rompecabezas sin soluci¨®n.
La investigaci¨®n se prolonga casi once meses m¨¢s. Y todo sigue llevando a Las Quemadillas. Inspecciones de georradar, c¨¢maras t¨¦rmicas, prospecciones arqueol¨®gicas. Se hacen agujeros en la casa, se inspeccionan tabiques, altillos, suelos y tejados. Nada. La confirmaci¨®n de que los huesos son humanos ha vuelto a simplificar, como al principio, la posible escena del crimen.
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