¡°?Qui¨¦n rodea a qui¨¦n?¡±
Testimonios de los manifestantes desde el coraz¨®n de la protesta
¡°Se supone que la convocatoria consiste en rodear el Congreso y eso es lo que estamos haciendo¡±, dice Roberto (no quiere dar su apellido), un inform¨¢tico que ha venido a la manifestaci¨®n con sus compa?eros de la asamblea de indignados del madrile?o barrio de Tetu¨¢n. Este grupo ha acompa?ado a la marcha que ha salido a las cinco y media de la tarde de la plaza de Espa?a pero se ha separado al llegar a la Puerta del Sol. ¡°Hemos bajado hasta Neptuno por el barrio de Huertas y nos hemos quedado aqu¨ª, justo detr¨¢s del hotel Palace, en la calle del Duque de Medinaceli. No queremos bajar hasta Neptuno porque el ambiente est¨¢ muy caldeado¡±, explica Roberto, de 40 a?os. Desde esta calle, se oyen los gritos y pitidos de los miles de manifestantes que se encuentran en la emblem¨¢tica plaza.
Uno de los miembros de la Coordinadora 25-S reconoce que, una vez llegados a este punto, ¡°es imposible¡± movilizar a la gente. ¡°Lo ideal ser¨ªa que la masa se desplazara por los alrededores pero no somos capaces de liderar nada. Que cada uno se manifieste como quiera¡±, explica este joven que no quiere identificarse. En el centro de la plaza, la tensi¨®n aumenta y disminuye por momentos. ¡°?Corramos, est¨¢n cargando!", grita Alba a sus tres amigas. Las chicas se alejan unos metros del tumulto. Tres minutos despu¨¦s, todo queda en un buen susto. M¨¢s calmada, explica que es imposible saber qu¨¦ est¨¢ pasando cerca de las vallas del Congreso. Alba ha venido desde Galicia con tres de sus mejores amigas (Claudia, Paloma y Carla) para participar en la manifestaci¨®n. Tienen 20 a?os y aseguran que si han hecho tantos kil¨®metros es para conseguir ¡°cambiar el sistema¡±. ¡°No hemos comprado el billete de vuelta porque queremos estar en Madrid hasta el final de la convocatoria¡±, dicen ilusionadas. A su alrededor, se repite la estampa de todas las manifestaciones: los vendedores ambulantes merodean la plaza con bolsas de cervezas y otros refrescos en la mano.
En las calles aleda?as al Congreso, decenas de furgonetas policiales cortan el tr¨¢fico. Por cualquier esquina se pueden o¨ªr las diferentes proclamas de la marcha: "!Que no, que no, que no tenemos miedo!" o "?El ¨²ltimo parado que sea un diputado!" Los viandantes miran extra?ados. En la calle del Duque de Medinaceli, varias personas increpan a una comitiva de japoneses que quiere acceder al Palace. "Esto se nos est¨¢ yendo de las manos", cree Paula Ortega, una profesora de 35 a?os. ¡°Ya hemos mostrado nuestro rechazo a los pol¨ªticos. No podemos empa?ar la acci¨®n con violencia¡±. Antonio C., de 35 a?os, asegura que la manifestaci¨®n no ha hecho m¨¢s que empezar. ¡°Nos quedaremos hasta que el cuerpo aguante¡±, dice este inform¨¢tico. Un grupo de amigos procedente de Valencia se aleja de Neptuno en busca de un bar donde tomar un bocadillo para seguir la protesta. Suben por la calle de Morat¨ªn y, para su sorpresa, se encuentran con una furgoneta policial. ¡°?Qui¨¦n rodea a qui¨¦n?¡±, se pregunta Lara M., que ha venido desde Alicante con Antonio, su pareja, un hostelero en paro.
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