Da?os colaterales de la paz
El fin de la violencia de ETA ha supuesto una dr¨¢stica reducci¨®n de escoltas municipales policiales y guardaespaldas privados. Muchos de los afectados creen que se ha ido demasiado lejos
A Jo?o Pedro de Oliveira no le reconocer¨ªan ahora si le vieran sus antiguos clientes. De vestir discretamente, con la pistola semiautom¨¢tica de 9 mil¨ªmetros Parabellum bien oculta, ha pasado a lucir camisetas llamativas con la palabra Euskal Herria y la ikurri?a. ¡°Prefiero no tener problemas. Si te reconocen, y yo soy vicepresidente de la Asociaci¨®n de Escoltas del Pa¨ªs Vasco y Navarra, te montan un pollo¡±, cuenta. En su etapa como guardaespaldas, siempre a cara descubierta, mucha gente tuvo la oportunidad de fijarse en ¨¦l. ¡°Me han llamado de todo, perro, txakurra, me han humillado, me han escupido, me han pinchado las ruedas del coche, y tuve que denunciar a un t¨ªo por amenazas de muerte. Ahora todo ha mejorado, pero para nosotros no. Nos siguen mirando mal¡±, dice. Esa es la raz¨®n de que se vista como un radical abertzale cuando acude al curso de soldador para desempleados en Markina.
De Oliveira, portugu¨¦s de 34 a?os, casado con vasca, est¨¢ sin trabajo desde enero, pero no se siente un parado m¨¢s. Durante los ¨²ltimos seis a?os fue la sombra de algunos vascos amenazados por ETA. ¡°Sal¨ªa de mi casa a las cinco de la ma?ana y regresaba a las once o las doce de la noche¡±. Siempre vigilante. Siempre con la mirada alerta, pendiente de portales, balcones, coches, motocicletas. Encajando en silencio los insultos, los gestos de desprecio de los simpatizantes de la banda. Estaba claro que la situaci¨®n ten¨ªa que acabar, pero nunca pens¨® que de una manera tan abrupta.
Tras el comunicado de ETA de octubre de 2011 en el que anunciaba el fin de la violencia, el Gobierno vasco y el Ministerio del Interior (los dos principales contratantes de escoltas) dejaron en el esqueleto las abultadas plantillas de seguridad. La reducci¨®n afecta a un millar largo de polic¨ªas y a unos 1.600 guardaespaldas privados, si se suman las cifras de Interior y del Gobierno vasco. La Asociaci¨®n Espa?ola de Escoltas (Ases), calcula, sin embargo, que son 3.000 los escoltas privados que se han quedado en el paro.
La medida ha dejado sin protecci¨®n a centenares de cargos p¨²blicos y altos funcionarios. Y eso incluye a los jueces de la Audiencia Nacional, que se ocupan de casos de narcotr¨¢fico, terrorismo y delitos econ¨®micos a gran escala. ¡°Es una barbaridad dejarnos sin escolta policial sin m¨¢s avisos¡±, afirma el magistrado Santiago Pedraz, sentado en su nuevo despacho, que da a un sombr¨ªo patio. ¡°Somos personas conocidas, y encima se ha dado mucha publicidad a la supresi¨®n de nuestra seguridad¡±. Pedraz, decano de los jueces de la Audiencia, no duda de que haya habido excesos en el reparto de escoltas, pero cree que ahora se corre el riesgo de caer en el otro extremo.
La Asociaci¨®n Espa?ola de Escoltas calcula que 3.000 profesionales privados se han quedado en el paro
Y muestra unos folios con las conclusiones del informe del relator especial de Naciones Unidas sobre la independencia de los jueces, de 2009, en el que se concluye que la seguridad de los jueces ¡°es un factor fundamental para asegurar su independencia¡±. Especialmente en el caso ¡°de los que instruyan causas relacionadas con la corrupci¨®n y la delincuencia organizada a gran escala, el terrorismo y los cr¨ªmenes de lesa humanidad¡±.
A Jos¨¦ Mar¨ªa Benito, portavoz del Sindicato Unificado de Polic¨ªa (SUP), los recortes le parecen, sin embargo, una medida justa. ¡°Al amparo del terrorismo de ETA se ha despilfarrado en escoltas¡±, sostiene. ¡°Nadie analizaba de verdad qui¨¦nes estaban en situaci¨®n de riesgo. Se le conced¨ªa escolta a todo el que la ped¨ªa¡±. Tener guardaespaldas policiales, arguye, ¡°era un signo de distinci¨®n para muchos y un modo de asegurarse un coche oficial, que resulta muy c¨®modo¡±.
Las relaciones entre protector y protegido, asegura Benito, pueden entrar adem¨¢s en un terreno pantanoso. ¡°Muchos est¨¢bamos hartos de hacer de mayordomos de la personalidad¡±, manifiesta un polic¨ªa familiarizado con el trabajo de escolta. ¡°No es normal tener que recorrer todos los centros comerciales de Madrid para comprar un cartucho de tinta de impresora para la personalidad. O tener que hacer dos viajes a su casa porque se han olvidado unos papeles¡±.
Aunque los polic¨ªas de escolta que han pasado a otros destinos han perdido alg¨²n dinero extra ¡ªlo paga el organismo al que pertenece el protegido¡ª, su situaci¨®n dista mucho de parecerse a la de los guardaespaldas privados que se han quedado en la calle. ¡°Los que somos de Euskadi y seguimos aqu¨ª, hablo de unos 400, tenemos el peor panorama¡±, incide Santiago Fontenla, presidente de la Asociaci¨®n de Escoltas en Activo del Pa¨ªs Vasco y Navarra. ¡°Todos nos alegramos de la paz. Pero para nosotros es casi imposible encontrar otro empleo. Hay compa?eros que han montado negocios y se han encontrado con un boicot total. La izquierda abertzale nos rechaza¡±.
Fontenla cree que el Gobierno aut¨®nomo y el de Madrid tienen una deuda con ellos. ¡°Se nos prometi¨® reconocer nuestra contribuci¨®n a la estabilidad y a la democracia. Y nos aseguraron que ser¨ªamos lo primeros en ocupar otros puestos de trabajo, como seguridad de edificios p¨²blicos o vigilancia en penitenciar¨ªas. Pero no se ha hecho nada¡±, dice. No cree que el Ministerio del Interior pueda lavarse las manos en este asunto. Despu¨¦s de todo, es el organismo que regula la titulaci¨®n, dicta requisitos de formaci¨®n y examina a los candidatos a escolta privado. Y el Gobierno, razona, ech¨® mano de ellos cuando las necesidades de seguridad en Navarra y Euskadi as¨ª lo exigieron.
Fue en 1999 cuando, siete a?os despu¨¦s de que se promulgara la ley de Seguridad Privada, se autoriz¨® a los escoltas privados a proteger a cargos p¨²blicos. A partir de esa fecha se produjo un verdadero boom, con un incremento constante de las plantillas de seguridad. ¡°No era solo la amenaza de ETA, es que cada vez que hab¨ªa elecciones y sal¨ªa elegido un nuevo concejal, por ejemplo, se le pon¨ªa un escolta, y no se le quitaba a su antecesor. Primero se les destinaba una persona de protecci¨®n, luego dos¡±, cuenta Vicente de la Cruz, presidente de Ases.
¡°El nivel profesional era muy bajo. Ni cambios de coche, ni de rutas, ni de rutinas. En mi barrio, todos conoc¨ªan a mi escolta y su coche. Yo creo que con la demanda creciente lleg¨® gente poco preparada, gente de gimnasio, que hac¨ªa un cursillo apresurado y enseguida era contratado¡±, opina un periodista vasco que ha vivido con protecci¨®n durante una d¨¦cada. La demanda dispar¨® tambi¨¦n los sueldos. Y los escoltas empezaron a ganar fortunas. ¡°Muchos cobraban 6.000 euros al mes. Ahora es raro el que gana m¨¢s de 2.500 o 2.800¡±, a?ade De la Cruz. El declive ha sido brutal. ¡°En 2009 hab¨ªa 5.000 guardaespaldas privados, hoy quedan en activo unos 2.000. La mayor¨ªa trabajando en Madrid, donde permanece el negocio tradicional, protecci¨®n a ejecutivos, artistas, etc¨¦tera¡±, dice el presidente de Ases. De la Cruz est¨¢ convencido de que muchos de los guardaespaldas parados podr¨ªan sustituir a los polic¨ªas que ha retirado Interior en la protecci¨®n de altos cargos o jueces. ¡°La factura ser¨ªa siete veces m¨¢s barata. Los escoltas privados trabajan jornadas largas, y no hay absentismo laboral¡± aduce. Porque lo que est¨¢ claro es que los peligros subsisten. ¡°ETA no est¨¢ disuelta, y ah¨ª est¨¢ la amenaza del extremismo islamista. Por no hablar de la conflictividad social que se puede disparar con la crisis; los riesgos est¨¢n ah¨ª, y no van a desaparecer¡±, concluye.
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