-¡°?Tu padre no es el jefe de polic¨ªa?¡± -¡°Y mi t¨ªo, el jefe talib¨¢n¡±
EL PA?S acompa?a a una patrulla espa?ola en la Ruta Sulphure (Afganist¨¢n)
¡°El valle de Darreh-ye Bum es como Afganist¨¢n en miniatura. Todos est¨¢n con el Gobierno y todos simpatizan con los talibanes¡±, afirma el capit¨¢n Pablo Torres. ?Y eso qu¨¦ significa? ¡°Que la gente tiene que sobrevivir y cada ma?ana da gracias a Dios por ver de nuevo el sol¡±, explica el subteniente ?ngel Ortega. Varios ni?os tiran piedras contra un veh¨ªculo del Ej¨¦rcito espa?ol y, cuando el soldado les recrimina su conducta, le piden galletas. ¡°?Tu padre no es el jefe de polic¨ªa?¡±, le pregunta el militar. ¡°Mi t¨ªo es el jefe talib¨¢n¡±, contesta. Ambas cosas son ciertas.
?En noviembre pasado, se inaugur¨® una nueva escuela en Darreh-ye Bum, con fondos donados por Caja Extremadura. A principios de a?o cerr¨® sus puertas y as¨ª siguen hasta hoy. Los talibanes secuestraron una noche a los maestros y, aunque al poco tiempo los dejaron en libertad, no se les ha vuelto a ver por el pueblo. En febrero, los militares espa?oles cedieron la base de Darreh-ye Bum a un kandak \[batall¨®n\] del Ej¨¦rcito afgano, pero la reapertura de la escuela no figura entre sus prioridades.
Una patrulla de la Brigada Paracaidista recorre a pie las calles polvorientas de Komuri, una aldea anclada en la Edad Media a mitad de camino entre la capital provincial, Qala-i-Naw, y la base Ricketts, en Moqur. Los militares espa?oles charlan con un notable local, que desgrana su lista de peticiones. Se queja de que algunos pozos no funcionan. El subteniente Ortega le interrumpe: todos los pozos comunales han sido reparados con fondos de la cooperaci¨®n espa?ola. Pero eso no incluye los pozos de propiedad privada y el que no funciona es del notable.
El capit¨¢n Torres se interesa por los problemas de seguridad en la zona. Los aldeanos no quieren hablar del tema. ¡°Todo va bien por aqu¨ª, de nosotros no se acuerda nadie¡±, responde el notable. Finalmente, reconoce que hace un mes los talibanes robaron un veh¨ªculo cargado con arena. Solo al cabo de un rato a?ade que, adem¨¢s de su carga, los talibanes se llevaron tambi¨¦n al conductor. ?Lo han denunciado a la Polic¨ªa?, interroga el capit¨¢n. La respuesta afirmativa no le deja muy convencido.
Durante el trayecto por la ruta Sulphure, 35 kil¨®metros entre Qala-i-Naw y Moqur que se tarda cuatro horas en recorrer, los soldados espa?oles permanecen alerta. Una motocicleta cargada con un fardo representa una amenaza y el terreno removido junto a la pista de grava puede esconder una trampa. El pasado d¨ªa 4, un artefacto improvisado (IED) con unos 15 kilos de explosivo destroz¨® el motor de un blindado RG-31 a solo dos kil¨®metros de la base Ricketts. ¡°Fue mala suerte, deber¨ªamos haberlo visto¡±, se lamenta un conductor. Fue buena suerte, los siete ocupantes salieron ilesos. Peor les fue a los cinco militares afganos que esta misma semana perdieron la vida en las proximidades de Moqur por la explosi¨®n de dos minas.
Los talibanes emplean tablas de madera en vez de platos met¨¢licos para que los IED se activen al pisarlas, lo que dificulta su detecci¨®n, y los ¨²ltimos artefactos estaban cargados con explosivo militar, y no casero como hasta ahora. ?De d¨®nde lo sacan? El subteniente Ortega se encoge de hombros. Esta es tierra de contrabandistas y su negocio incluye tanto opio como armas. El comandante Alberto Fajardo reconoce que los ataques con IED se han incrementado, pero asegura que se trata de un fen¨®meno ¡°c¨ªclico¡±: se acerca el invierno y los insurgentes echan el resto antes de que la nieve limite su movilidad.
El COP (Puesto de Combate Operativo) Ricketts ha sido construido por el Ej¨¦rcito norteamericano sobre un fort¨ªn ingl¨¦s que data de las guerras anglo-afganas del siglo XIX, cuando los imperios ruso y brit¨¢nico chocaron en este pa¨ªs frontera entre Asia Central y el subcontinente indio. La Legi¨®n espa?ola, que tom¨® el relevo a los militares norteamericanos, lo ha reforzado con grandes bloques de hormig¨®n armado y junto a las tiendas de campa?a donde duermen los soldados hay refugios. Hasta ahora, no han tenido que utilizarlos. En agosto, un cohete de fabricaci¨®n china cay¨® a unos 250 metros del cuartel. Los puestos de observaci¨®n que el Ej¨¦rcito afgano ha situado en las lomas que lo rodean parecen haber alejado el peligro.
Los dos heridos que la Brigada Paracaidista ha sufrido desde que lleg¨® a Afganist¨¢n, en junio pasado, lo fueron por disparos de armas ligeras. Un militar result¨® alcanzado en julio en una pierna y otro, en agosto, en un costado. Afortunadamente, ninguno de gravedad. El ¨²ltimo incidente, sin bajas, se produjo el pasado d¨ªa 10, cuando fueron tiroteados mientras intentaban desactivar un IED.
La suerte es el mejor aliado en una guerra, una vez que se han aplicado a rajatabla los preceptos de la instrucci¨®n rigurosa y la preparaci¨®n concienzuda. El otro aliado indispensable es la complicidad de la poblaci¨®n. ¡°El pueblo afgano es el factor m¨¢s importante de este conflicto, gan¨¢rselos es la clave del ¨¦xito¡±, asegura el comandante Torres. Pero ?qui¨¦n puede estar seguro de qu¨¦ lado est¨¢?
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