Defensa exterior, seguridad interior
La mayor¨ªa quiere un pacto de Estado sobre los recursos destinados a la defensa
La sociedad espa?ola ha carecido, tradicionalmente, de eso que se conoce como ¡°cultura de seguridad nacional¡±, algo que es en cambio tan claramente perceptible en otras democracias consolidadas como, por ejemplo, Reino Unido, Francia o EE UU. Es explicable: a fin de cuentas, en los ¨²ltimos dos siglos, Espa?a ha sufrido varias guerras civiles (cuatro, o incluso siete si en el recuento se incluyen las de car¨¢cter colonial en Cuba, Filipinas o Marruecos, que quiz¨¢ cabr¨ªa considerar como conflictos internos) y ninguna guerra de m¨ªnima entidad contra un enemigo exterior (descontando el fugaz encontronazo con EE UU en la independencia cubana). Y, adem¨¢s, durante todo ese largo espacio de tiempo, nuestros militares interfirieron de forma recurrente en la vida pol¨ªtica nacional con asonadas, proclamas y levantamientos. En nuestro imaginario colectivo la menci¨®n a las Fuerzas Armadas ha tendido as¨ª a evocar, por lo general, m¨¢s sensaciones de recelo e inseguridad que de confianza y protecci¨®n.
Esto ha cambiado radicalmente tras casi cuatro decenios ya de democracia. En la actualidad, una amplia mayor¨ªa de espa?oles eval¨²a de forma claramente positiva a sus Fuerzas Armadas, a las que un 70% percibe como plenamente identificadas con la democracia y con la defensa y protecci¨®n de las libertades. No es que de pronto nuestra sociedad haya pasado de ser tosca y, en ocasiones, puerilmente antimilitarista a estar imbuida de intenso fervor militar. Lo que ocurre es que ni nuestro pa¨ªs, ni nuestro Ej¨¦rcito, ni el contexto internacional son ya lo que eran. Podemos todos compartir el anhelo del profeta Isa¨ªas (grabado por cierto en piedra en la sede de Naciones Unidas) de que un d¨ªa se forjen arados con las espadas y podaderas con las lanzas (Is., 2:4). Pero mientras llega ese venturoso d¨ªa, lo que la realidad cotidiana nos muestra es m¨¢s bien que el mundo se ha hecho crecientemente inseguro. En todas partes pero, especialmente, no muy lejos de nuestras fronteras: as¨ª lo creen cuatro de cada diez espa?oles, una proporci¨®n minoritaria pero sustancial. Y esa misma proporci¨®n (43%) piensa, por un lado, que nuestras Fuerzas Armadas no cuentan con el equipamiento necesario para garantizar la seguridad del pa¨ªs frente a posibles ataques que pudieran venir de ese potencialmente peligroso ¡ªy cercano¡ª mundo exterior; y, por otro, que la labor que realizan las Fuerzas Armadas fuera de nuestro pa¨ªs es importante ¡ªaunque sea indirectamente¡ª para nuestra propia seguridad colectiva.
El caso es que en el momento actual una amplia mayor¨ªa ciudadana estima que para que nuestra sociedad (y con ella las libertades ciudadanas y las instituciones democr¨¢ticas) est¨¦n adecuadamente protegidas, el Estado debe dotar con los recursos precisos a los cuerpos de seguridad y las Fuerzas Armadas; y, por otro, que esos recursos deber¨ªan ser objeto de un gran pacto de Estado, pues afectan a cuestiones de importancia estrat¨¦gica por encima de enfrentamientos partidistas o cuestiones coyunturales.
Jos¨¦ Juan Toharia es soci¨®logo y presidente de Metroscopia.
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