El malentendido
A los nacionalistas no hay que hacerles concesiones y tampoco que ofenderles, declar¨® durante una visita a Espa?a St¨¨phane Dion, el autor de la Ley de claridad que sirvi¨® para poner orden en el debate soberanista de Quebec. Es un consejo que puede resultar ¨²til a condici¨®n de no tom¨¢rselo al pie de la letra.
En el reciente debate sobre el estado de la naci¨®n, Rubalcaba hizo al sector m¨¢s nacionalista del PSC una concesi¨®n que los diputados de ese partido no supieron apreciar: asumi¨® la doctrina nacionalista en relaci¨®n a la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto. En resumen, que el Tribunal hab¨ªa dicho a los catalanes que sus aspiraciones no cab¨ªan en la Constituci¨®n. Esa interpretaci¨®n tan extrema forma parte de los t¨®picos heredados por los socialistas de la etapa de los Gobiernos tripartitos y nunca revisados pese a que ya son pocos los socialistas que reivindican aquel experimento, y especialmente el pacto con ERC.
Tambi¨¦n forma parte de esa herencia la incorporaci¨®n como principio propio del llamado derecho a decidir. El secretario del PSC, Pere Navarro, ha dicho que lo que los diputados socialistas votaron en el Congreso no fue una declaraci¨®n soberanista sino una petici¨®n a los Gobiernos para que dialogasen sobre la consulta; pero a la vez ha reivindicado esa votaci¨®n como prueba de coherencia con su compromiso electoral con el derecho a decidir. Al asumir ese compromiso el PSC se tom¨® en serio una expresi¨®n puramente eufem¨ªstica introducido en el debate pol¨ªtico por el lehendakari Ibarretxe hace unos diez a?os. Un invento destinado a evitar las connotaciones tercermundistas del t¨¦rmino autodeterminaci¨®n, cuya aplicaci¨®n est¨¢ delimitada en el derecho internacional para situaciones coloniales o de opresi¨®n manifiesta, lo que impedir¨ªa invocarlo en relaci¨®n al Pa¨ªs Vasco o Catalu?a.
Para los soberanistas es decisivo que quienes no lo son se sumen a la petici¨®n de consulta
La magia de las palabras. En v¨ªsperas del refer¨¦ndum de 1995 en Quebec, las encuestas mostraron que hab¨ªa un 20% m¨¢s de ciudadanos dispuestos a votar a favor de un Quebec soberano que a favor de un Quebec independiente. Seguramente porque lo primero transmite la impresi¨®n de que no es definitivo. Otra encuesta revel¨® que una cuarta parte de los que votaron s¨ª en el refer¨¦ndum cre¨ªan que la victoria de su opci¨®n no significaba que Quebec quedase fuera de un Canad¨¢ federal.
?No se est¨¢ produciendo un malentendido similar en Catalu?a? Se habla del refer¨¦ndum como una ocasi¨®n para que los catalanes se pronuncien, no sobre la independencia sino sobre el derecho a decidir. Ejemplo de esta banalizaci¨®n del refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n son las pol¨¦micas declaraciones del fiscal superior de Catalu?a: ¡°Conocer los deseos de los catalanes no puede ser malo¡±, ha resumido ¨¦l mismo. Como un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n no tiene cauce legal, puede hacerse uno exploratorio ¡°para conocer que es lo que el pueblo piensa que es mejor¡±.
Es decir, para medir la intensidad del sentimiento independentista. Pero no hace falta un refer¨¦ndum para ello. Una votaci¨®n no vinculante no puede considerarse un criterio fiable: si se trata de medir la temperatura patri¨®tica, todos los nacionalistas se sentir¨¢n obligados a votar s¨ª aunque en su escala de preferencias haya otras opciones (autonom¨ªa reforzada, federalismo) con las que se identifican m¨¢s; ni a?ade informaci¨®n sobre la fuerza del independentismo distinta a la que ya se conoce tras decenas de elecciones, cientos de encuestas y hasta consultas municipales informales: hay una parte considerable de la poblaci¨®n catalana favorable a la separaci¨®n, pero su magnitud var¨ªa mucho (entre el 20% y el 50%) en funci¨®n de factores coyunturales. La resoluci¨®n del Tribunal Supremo de Canad¨¢ establece como criterio de validez del refer¨¦ndum, adem¨¢s de que sea vinculante, que cuente con una mayor¨ªa no solo clara sino sostenida en el tiempo.
En la pr¨¢ctica, un refer¨¦ndum sobre la autodeterminaci¨®n se considerar¨¢ un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n si gana el s¨ª. Para cualquier iniciativa posterior har¨¢n constar de entrada que el pueblo ya ha hablado. Mientras que una mayor¨ªa en contra no cerrar¨¢ el paso a nuevos intentos. Lo importante no es el resultado sino el consenso sobre su convocatoria. Por eso es decisivo que incluya entre sus promotores no solo a los que se proclaman soberanistas sino a los partidos (y particulares con influencia social) que, jurando no serlo, consideran sin embargo que existe lo que Ibarretxe llamaba ¡°derecho a ser consultados¡±.
Los socialistas catalanes ponen ¨¦nfasis en su exigencia de que el refer¨¦ndum sea legal, para diferenciarse del planteamiento nacionalista. Pero eso solo es posible si se trata de un refer¨¦ndum consultivo, no vinculante; y ya se ve que no es tan inocuo como se presenta. Mientras que su apoyo a la convocatoria sirve de aval para que Mas y Junqueras puedan presentar la consulta, dentro y fuera, no como una reivindicaci¨®n nacionalista sino ciudadana, democr¨¢tica, indiscutible. Un gran servicio a una causa que no es la suya.
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