Espa?a en Irak: del error al horror
Diez a?os despu¨¦s del inicio de la guerra de Irak salen a la luz las pruebas del maltrato infligido a dos reclusos locales El manual del Ej¨¦rcito instaba a utilizar "la violencia m¨ªnima imprescindible antes y despu¨¦s de la detenci¨®n"
Un general que ocup¨® durante cuatro a?os el m¨¢s alto mando de las Fuerzas Armadas sol¨ªa presumir, con cierta temeridad, de que ninguno de los miles de militares espa?oles que en el ¨²ltimo cuarto de siglo han desarrollado misiones en el exterior ha hecho nada de lo que haya que avergonzarse. Lo dec¨ªa despu¨¦s de que se conocieran im¨¢genes de marines estadounidenses orinando sobre cad¨¢veres o soldados alemanes mof¨¢ndose de calaveras en Afganist¨¢n. Hasta ahora, se ha visto a los militares espa?oles repartiendo comida a los ni?os o curando a civiles en zonas de conflicto. Tambi¨¦n, aunque menos, se les ha visto combatir. Todo eso lo han hecho. En cambio, no se les ha visto nunca infligir malos tratos a prisioneros. Y muchos preferir¨ªan que nunca se les viera hacerlo. Pero eso no significa que no haya sucedido.
El v¨ªdeo que hoy difunde EL PA?S muestra a cinco soldados espa?oles entrando en una celda. En el suelo, sobre una manta, con dos botellas de agua a su lado, hay un hombre. Uno de los soldados le ordena a gritos que se incorpore. El hombre, postrado, no parece entenderle. A su lado hay otro detenido que a mitad de la grabaci¨®n, que dura 40 segundos, es arrojado sobre el primero. Tres de los soldados la emprenden a patadas con ambos. Otros dos observan desde la puerta de la celda. Un sexto graba la escena. Uno de los militares los patea con especial sa?a. En dos ocasiones parece a punto de marcharse, pero se vuelve para descargar toda la fuerza de su bota sobre los cuerpos indefensos. De las v¨ªctimas solo se escuchan jadeos y gemidos. Un militar, que durante la paliza se ha quedado mirando desde el quicio de la puerta, comenta al final: "?Jo! A este se lo han cargado ya".
Cronolog¨ªa de la guerra
No a la guerra. Miles de ciudadanos se lanzaron a las calles a principios de 2003 para intentar evitar que Estados Unidos atacara Irak. Las manifestaciones fueron masivas en Espa?a. El Gobierno de George W. Bush afirmaba que Irak pose¨ªa armas de destrucci¨®n masiva y ten¨ªa lazos firmes con Al Qaeda.?El 5 de febrero, su secretario de Estado, Colin Powell, hab¨ªa presentado ante el Consejo de Seguridad de la ONU los "hechos". Irak deb¨ªa expiar las muertes norteamericanas en los atentados del 11-S. Era el preludio de una guerra que ocasion¨® miles de muertes y que se fundament¨® en una mentira.
Cumbre de las Azores. El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, se re¨²ne con el de Espa?a, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y los primeros ministros de Reino Unido, Tony Blair, y de Portugal, Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso. Los mandatarios deciden lanzar un ultim¨¢tum a Sadam el 16 de marzo. Mientras tanto, pa¨ªses como Francia, Alemania o Rusia piden prudencia.
Comienza la invasi¨®n. Fue el 19 de marzo de 2003, el martes har¨¢ 10 a?os. El presidente Bush promete el ataque a objetivos concretos para desarmar Irak y liberar a su gente. Hasta abril, se libra una guerra convencional, liderada por tropas estadounidenses y brit¨¢nicas, acompa?adas de efectivos de una coalici¨®n de pa¨ªses. Los primeros soldados espa?oles llegaron el 30 de julio. Hubo 11 bajas.
Cae Bagdad. En abril los tanques norteamericanos llegan a la capital de Irak. Ciudadanos y soldados estadounidenses derriban la descomunal estatua de 12 metros que se alz¨® en honor de Sadam en la plaza del Para¨ªso. Bush declara la victoria en mayo, lo cual no significa una declaraci¨®n legal del fin de la guerra, que tampoco tuvo un inicio oficial.
Captura de Sadam. Estados Unidos anuncia que ha capturado a un desali?ado Sadam Husein al sur de Tikrit, su ciudad natal, el 13 de diciembre. Se hallaba oculto en un zulo. Ser¨¢ juzgado por un tribunal iraqu¨ª y ahorcado por cr¨ªmenes contra la humanidad en diciembre de 2006.
Los abusos de Abu Grhaib. La cadena CBS y The New Yorker destapan los abusos de soldados estadounidenses hacia los prisioneros en la c¨¢rcel de Abu Grhaib. En 2010 WikiLeaks difunde 400.000 cables del Gobierno estadounidense que dejan al descubierto m¨¢s aspectos oscuros del conflicto.
Espa?a retira sus tropas. Tan solo un d¨ªa despu¨¦s de su toma de posesi¨®n como presidente del Gobierno espa?ol, el 18 de abril de 2004, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero informa de la retirada de las tropas espa?olas en Irak. El repliegue se completa en mayo.
Se recrudece el conflicto. A finales de 2003, los insurgentes contraatacan y comienzan las luchas entre milicias rivales. El conflicto se agudiza con los enfrentamientos entre sun¨ªes y chi¨ªes. Ante el fortalecimiento de la resistencia, EE UU env¨ªa nuevas tropas al comienzos de 2007.
Retirada de EE UU. Barack Obama anuncia que la retirada de las tropas de combate se har¨¢ el 31 de agosto de 2010. Se quedan 50.000 soldados como fuerzas de transici¨®n. Alrededor de un mill¨®n hab¨ªan servido en Irak desde 2003. La misi¨®n de EE UU en Irak pasa de ser llamada Operaci¨®n Libertad Iraqu¨ª a Nuevo Amanecer. El 18 de diciembre de 2011 se marchan los ¨²ltimos 500 soldados. Dejan atr¨¢s un pa¨ªs en ruinas.
La escena est¨¢ grabada en Diwaniya, la base principal de las tropas espa?olas en Irak, en los primeros meses de 2004. La participaci¨®n en la guerra de Irak, de cuyo inicio se cumple una d¨¦cada el pr¨®ximo d¨ªa 20, tiene algo que la hace radicalmente diferente a la de Bosnia o Afganist¨¢n: no solo se hizo sin el aval de la ONU y con la abrumadora oposici¨®n de la opini¨®n p¨²blica espa?ola, sino que llev¨® a los militares espa?oles a colaborar con las fuerzas estadounidenses de ocupaci¨®n. Ante el vac¨ªo de poder dejado por la disoluci¨®n del Estado iraqu¨ª y del partido Baaz de Sadam Husein, la llamada CPA (Autoridad Provisional de la Coalici¨®n), en la que hab¨ªa oficiales y diplom¨¢ticos espa?oles por decisi¨®n del entonces presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, se convirti¨® en Gobierno ocupante.
"Para hacer cumplir las leyes impuestas por la CPA" y puesto que "las fuerzas de la coalici¨®n representan la ley y el orden en Irak", en septiembre de 2003, solo un mes despu¨¦s de que llegase a Irak la Brigada Plus Ultra, con 1.300 espa?oles, se distribuy¨® entre sus mandos un documento de la Secci¨®n de Inteligencia del Estado Mayor titulado Procedimiento de detenci¨®n y actuaci¨®n con el personal detenido. La gu¨ªa, a la que ha tenido acceso EL PA?S, ordenaba que "durante y despu¨¦s de la detenci¨®n se empleara la violencia m¨ªnima imprescindible" y que se mantuviera "en todo momento el respeto a los derechos del detenido". Los motivos para practicar una detenci¨®n eran muy amplios. "Cualquier persona puede ser detenida si crees que representa una amenaza contra las fuerzas de la coalici¨®n" o si "tienes la sospecha razonable de que ha cometido un delito", se instru¨ªa a los militares. El manual inclu¨ªa un cat¨¢logo de derechos del detenido y advert¨ªa de que "no podr¨¢ invocarse circunstancia alguna como justificaci¨®n de la tortura o de otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes". Tampoco nadie pod¨ªa ser sometido, "durante su interrogatorio, a violencia, amenanazas o cualquier otro m¨¦todo de interrogaci¨®n que menoscabe su capacidad de decisi¨®n o juicio". Lo que no exist¨ªa es control judicial alguno, y el propio manual confiaba en "el buen juicio y sentido com¨²n" del oficial al mando.
Los detenidos por delitos comunes eran entregados a la polic¨ªa local iraqu¨ª, a trav¨¦s de la polic¨ªa militar de EE UU; mientras que los detenidos por delitos contra la coalici¨®n (es decir, los insurgentes) eran conducidos al Centro de Detenci¨®n de Brigada de Base Espa?a.
Los papeles de Wikileaks sobre la guerra de Irak, difundidos en oto?o de 2010, incluyen dos referencias a este centro de detenci¨®n, al que denomina Detention Facility. En uno de ellos, de 7 de enero de 2004, se alude a un registro de una casa en el noroeste de Diwaniya, donde se encontraron armas "que podr¨ªan ser usadas contra las fuerzas de la coalici¨®n". Un hombre y una mujer fueron arrestados, y el primero, conducido a Base Espa?a "para ser interrogado en profundidad". El segundo, fechado el 11 de febrero de 2004, da cuenta de un atentado con un artefacto adosado a una bicicleta contra militares espa?oles que patrullaban a pie en Diwaniya. La explosi¨®n caus¨® seis heridos, y dos presuntos insurgentes fueron llevados a Base Espa?a "para un interrogatorio adicional".
Seg¨²n testigos consultados por EL PA?S, el centro de detenci¨®n era un barrac¨®n con cinco celdas situado a la entrada de la base, cerca del edificio del cuerpo de guardia. El manual dispon¨ªa que en cada calabozo hubiera un camastro, aunque en la filmaci¨®n no aparece cama alguna, a lo sumo una manta o una fina colchoneta sobre el suelo de cemento. En varias operaciones se captur¨® a m¨¢s de cinco insurgentes, lo que obligaba a compartir celdas. En total, varias decenas de iraqu¨ªes pasaron por el Detention Facility espa?ol.
La custodia de los prisioneros estaba a cargo del cuerpo de guardia; una secci¨®n de 30 hombres encargada de la vigilancia de la base. El oficial al mando registraba las entradas y salidas de los detenidos. Los soldados se encargaban de entregarles la comida, acompa?arles al aseo e impedir la entrada a quien no estuviera autorizado. El problema es que los miembros del cuerpo de guardia carec¨ªan de formaci¨®n para custodiar detenidos. Es m¨¢s, este cometido lo hac¨ªan en turnos de 24 horas y lo alternaban con la escolta de convoyes o las patrullas. Es decir, un soldado que hubiera sido objeto de un ataque pod¨ªa estar al d¨ªa siguente custodiando a su presunto agresor."La tentaci¨®n de tomarte la justicia por tu mano era grande", reconoce un soldado que estuvo en Irak.
El manual del Ej¨¦rcito instaba a utilizar ¡°la violencia m¨ªnima imprescindible antes y despu¨¦s de la detenci¨®n¡±
Las tropas espa?olas llegaron en misi¨®n "de paz, reconstrucci¨®n y ayuda humanitaria" a una "tranquila zona hortofrut¨ªcola", como calific¨® el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, las provincias iraqu¨ªes de Al Qadisiya y Nayaf, donde se despleg¨® la Brigada Plus Ultra, para la que se reclutaron tambi¨¦n contingentes centroamericanos. En solo 10 meses de misi¨®n, de agosto de 2003 a mayo de 2004, Espa?a sufri¨® 11 bajas mortales en Irak.
El conflicto abierto estall¨® cuando el im¨¢n chi¨ª M¨²qtada al S¨¢der rompi¨® con las nuevas autoridades y llam¨® a sus fieles, agrupados en el Ej¨¦rcito del Mahdi, a la guerra santa contra las fuerzas de la coalici¨®n. Para los espa?oles no fue una sorpresa. En el manual de ¨¢rea elaborado en junio de 2003 por el Centro de Inteligencia y Seguridad del Ej¨¦rcito de Tierra (CISET) ya se advert¨ªa de que Al S¨¢der "es el m¨¢s peligroso para los intereses de la coalici¨®n internacional, por su intenci¨®n declarada de establecer un Estado isl¨¢mico".
Los jefes de la brigada espa?ola intentaron mantener un dif¨ªcil equilibrio entre las distintas facciones e incluso se opusieron a que se desmantelase por la fuerza un tribunal isl¨¢mico en Nayaf. Pero la intervenci¨®n unilateral de las tropas norteamericanas, que detuvieron al lugarteniente de Al S¨¢der sin informar siquiera al mando espa?ol, aviv¨® un incendio que ya no ser¨ªa posible apagar. El 4 de abril de 2004 fue atacada por una multitud en armas la base Al Andalus, el destacamento espa?ol en Nayaf. En los siguientes 50 d¨ªas se produjeron 40 acciones de combate; con un muerto (del batall¨®n salvadore?o, que compart¨ªa base Al Andalus con los espa?oles) y 21 heridos por parte de la Brigada Plus Ultra, y al menos ocho muertos y 23 heridos del lado de la insurgencia. Sobre la base de Diwaniya llovieron al menos 227 proyectiles de mortero, sin causar bajas, aunque uno cay¨® en el tejado del alojamiento femenino. Los dos prisioneros golpeados en la grabaci¨®n habr¨ªan sido detenidos con material de mortero.
En este clima de creciente tensi¨®n imperaba la ley del silencio en algunas unidades, sobre todo en las m¨¢s peque?as, donde la relaci¨®n entre mandos y tropa era m¨¢s estrecha. "Si alguien intentaba matar a uno de mis soldados y ¨¦l disparaba primero, yo no le ped¨ªa muchas explicaciones", recuerda un suboficial.
En teor¨ªa, los detenidos deb¨ªan permanecer en Base Espa?a un m¨¢ximo de 72 horas. Estaba previsto habilitar una zona en la prisi¨®n de Diwaniyah para el internamiento preventivo de los insurgentes por un periodo de hasta 15 d¨ªas, pero este proyecto nunca se puso en marcha, por lo que la ¨²nica manera de sacarlos de la base era ponerlos en libertad o trasladarlos a la c¨¢rcel de Abu Ghraib, tristemente famosa por las vejaciones y torturas a las que fueron sometidos los all¨ª presos. Pero ni siquiera esto resultaba f¨¢cil. Seg¨²n reconoce un antiguo mando del contingente espa?ol, no siempre se pod¨ªa organizar un convoy para llevar prisioneros a Bagdad y, adem¨¢s, Abu Ghraib estaba saturada, por lo que los estadounidenses intentaban que los prisioneros se quedaran en las brigadas el mayor tiempo posible.
Dos sucesos vinieron a complicar a¨²n m¨¢s el trato con los detenidos: el primero fue el asesinato de los siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que cayeron en una emboscada en la carretera que un¨ªa Diwaniyah y Bagdad el 29 de noviembre de 2003. Desde ese momento, el servicio de inteligencia se qued¨® sin un equipo permanente en zona. Los agentes secretos viajaban peri¨®dicamente a Irak, pero su m¨¢xima preocupaci¨®n era investigar la muerte de sus compa?eros. El manual sobre detenciones les atribu¨ªa el cometido de realizar un "interrogatorio adicional [...] cuando las caracter¨ªsticas del detenido o la informaci¨®n que nos pueda estar negando lo aconsejen".
El segundo suceso fue el asesinato del comandante de la Guardia Civil Gonzalo P¨¦rez, quien recibi¨® un balazo en la cabeza cuando dirig¨ªa una redada contra una banda de delincuentes comunes en la localidad de Hamsa, a 40 kil¨®metros de la base. El 3 de febrero de 2004, despu¨¦s de 13 d¨ªas en coma, falleci¨® en Madrid.
En la terminolog¨ªa de la coalici¨®n, el comandate Gonzalo P¨¦rez era el Provost Marshall, de quien depend¨ªa la liberaci¨®n de un detenido o su traslado a Abu Ghraib. "El Provost Marshall ser¨¢ el responsable de la coordinaci¨®n de todos los elementos implicados en el proceso [de captura, custodia y entrega de insurgentes] y la correcci¨®n del mismo", dec¨ªa el manual.
Los sospechosos eran llevados a la c¨¢rcel de Abu Ghraib tras unos d¨ªas en el centro de detenci¨®n de Base Espa?a
La brigada contaba tambi¨¦n con un experto en Derecho, un oficial del Cuerpo Jur¨ªdico Militar, pero el protocolo de detenciones no le asignaba ning¨²n papel decisorio: "El Aseju [Asesor Jur¨ªdicio] informar¨¢ cuando sea requerido acerca de la pertinencia de la detenci¨®n llevada a cabo y tambi¨¦n sobre las acciones subsiguientes que procedan".
Solo se conoce una denuncia por malos tratos contra el contingente espa?ol. La del iraqu¨ª Flayeh Al Mayali, que fue detenido el 22 de marzo de 2004 como "cooperacdor necesario" en el asesinato de los agentes del CNI, de quienes era traductor. El 27 de marzo -sobrepasado de largo el plazo de detenci¨®n de 72 horas- fue trasladado a Bagdad. Cuando en febrero de 2005, libre de cargos y sin haber sido juzgado, sali¨® de Abu Ghraib reivindic¨® su inocencia en declaraciones a El Heraldo de Arag¨®n y asegur¨® que, durante su interrogatorio en Base Espa?a, le pusieron una capucha, le ataron las manos a la espalda y le pegaron. De noche, no le dejaban dormir y en el viaje a Bagdad le insultaron y golpearon con fusiles, agreg¨®. "Recib¨ª un trato inhumano y degradante, como si fuera un perro".
Las denuncias de Al Mayali nunca se investigaron. El Ministerio de Interior le prohibi¨® la entrada en Espa?a y Defensa ni siquiera inform¨® de su detenci¨®n, como era preceptivo, al juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu, a pesar de que apenas un mes antes hab¨ªa archivado provisionalmente la causa por el asesinato de los siete agentes del CNI debido a la ausencia de autor conocido.
El general Fulgencio Coll, que estuvo al mando de la Brigada Plus Ultra II y luego fue jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito de Tierra, asegura que no tuvo "en absoluto" ninguna noticia de que en Base Espa?a se maltratase a alg¨²n detenido y a¨²n hoy se niega a creerlo: "Tengo plena confianza en la gente que estaba a mis ¨®rdenes". Reconoce que la custodia de detenidos "no era una misi¨®n que nos gustara, pero hubo que asumirla". Eso s¨ª, sus instrucciones eran "cumplimentar cuanto antes el atestado y meterlos en el primer convoy para Bagdad". Mantenerlos en la base era un problema a?adido para un contingente que ya estaba "sobrecargado de trabajo" y no daba abasto para cumplir todas las misiones encomendadas.
La tentaci¨®n de tomarte la justicia por tu mano era grande¡±, admite un soldado que estuvo destinado en Irak
Jos¨¦ Bono, ministro de Defensa en el primer Gobierno de Zapatero, asegura que desde el momento en que tom¨® posesi¨®n de su cargo tuvo hilo directo con el contingente espa?ol en Irak y no le consta que se produjera ning¨²n caso de maltrato. "No puedo asegurar rotundamente que no sucediera antes, pero estoy convencido de que a mi antecesor [Federico Trillo] no le lleg¨® esa informaci¨®n", alega.
Bono ten¨ªa otros motivos para preocuparse. Nada m¨¢s aterrizar en La Moncloa, el 18 de abril de 2004, Zapatero le mand¨® la inmediata retirada de las tropas espa?olas de Irak. Bono tuvo una tensa conversaci¨®n con el jefe del Pent¨¢gono, Donald Rumsfeld -quien le recrimin¨® haberse enterado de la noticia a trav¨¦s del secretario de Estado, Collin Powell- y algo m¨¢s que un roce con el jefe del Ej¨¦rcito de Tierra, el general Luis Alejandre, quien le daba la impresi¨®n de resistirse a cumplir sus ordenes. La relaci¨®n con EE UU no se recuper¨® hasta la salida de Bush de la Casa Blanca, ya en enero de 2009, mientras que el desencuentro con Alejandre acabar¨ªa llevado a su destituci¨®n, junto al resto de la c¨²pula militar, en junio de 2004.
La Operaci¨®n Jenofonte (la retirada de Irak) no dur¨® diez d¨ªas, como quer¨ªa Bono, sino casi un mes, pero el 21 de mayo cruz¨® la frontera con Kuwait el ¨²ltimo de los militares espa?oles. Para ellos estaba claro que no ven¨ªan de una misi¨®n de paz, como sostuvo hasta el final Trillo, sino de un conflicto duro y cruel del que ninguno de sus principales protagonistas sali¨® completamente inmaculado. La conducta de un grupo de b¨¢rbaros de uniforme, amparados en la impunidad de la noche y la indefensi¨®n de sus v¨ªctimas, no debe empa?ar la imagen de las Fuerzas Armadas y ni siquiera salpicar a los m¨¢s de 5.000 militares espa?oles que cumplieron con su deber en Irak, pero ignorar el horror solo conducir¨ªa a repetir el error. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.