El barco que hundi¨® a su capit¨¢n
Un armador gallego que consigui¨® regresar a casa tras ser retenido en Liberia por pesca ilegal repasa los dos a?os de pesadilla en los que su buque se convirti¨® en una prisi¨®n mortal
Alberto Su¨¢rez estaba reunido con funcionarios liberianos rematando los detalles para el fin de su cautiverio. Fue entonces cuando son¨® el tel¨¦fono. Nada m¨¢s responder, volvi¨® esa sensaci¨®n de derrota. Hac¨ªa 22 meses que hab¨ªa salido de las costas gallegas a bordo de su palangrero de 35 metros, y cuando parec¨ªa que finalmente las autoridades de Monrovia iban a dejarle regresar a casa, lleg¨® la llamada con la noticia: en la bodega de su barco hab¨ªa un hombre muerto.
Como la mayor¨ªa de los nacidos en Agui?o (A Coru?a), la familia Su¨¢rez siempre ha vivido del mar. Consciente de que sus costas ya daban para poco, Alberto, ahora con 34 a?os, dio el salto. Estudi¨® el mercado y lleg¨® a la conclusi¨®n de que el dinero viv¨ªa en el cangrejo, y el mejor caladero se encontraba en ?frica occidental. En 2007 embarc¨® en su nave, el Eros, y naveg¨® hasta all¨ª. Primero fue a Gab¨®n, y las cosas funcionaron. En seis meses pod¨ªa pescar por valor de 150.000 euros. Hasta que la UE y Gab¨®n cerraron un acuerdo sobre cuotas de atuneros y grandes pesqueros que dejaba fuera su arte, el de la nasa. As¨ª que en 2010 se desvi¨® a Liberia, donde se pod¨ªa operar con acuerdos privados con el Estado. Liberia obligaba a gestionar los permisos con una agencia intermediaria. Su¨¢rez lo hizo con la surcoreana Inter Burgo: 40.000 d¨®lares por seis meses de licencia. Renov¨® el contrato varias veces, hasta el 14 de febrero de 2012.
Ese d¨ªa, el Eros estaba descargando en Freetown (Sierra Leona) cuando Su¨¢rez y sus 18 tripulantes de Senegal, Guinea Bissau, Sierra Leona y Liberia fueron interceptados y escoltados a Monrovia. Su Gobierno les acusaba de sabotaje econ¨®mico por entender que su licencia estaba caducada y la hab¨ªan adulterado. Su¨¢rez sostiene que la agencia la hab¨ªa ampliado hasta el 19 de febrero, una informaci¨®n que no se ha podido aclarar con Inter Burgo, que no ha respondido a las llamadas al respecto.
Un simple problema administrativo iba a transformarse en una pesadilla. Tras un a?o largo retenido en Liberia, Su¨¢rez logr¨® escapar de su infierno en ?frica hace solo tres semanas. Ahora se refugia en la bruma de la costa gallega. La entrevista con ¨¦l arranca en un bar frente a la lonja de Agui?o. Es el ¨²nico abierto esa ma?ana gris y tristona. El puerto est¨¢ vac¨ªo. Solo una gaviota cruza el paso de cebra. Los marineros se protegen de la lluvia en la terraza del bar viendo las maniobras de las embarcaciones en el mar; en el interior, un grupo juega a la escoba bajo un cuadro de nudos; en la barra, un se?or con bigotillo bebe vino y canta una copla cada vez que alguien le da pie.
Dos de los marineros han muerto, uno de ellos intoxicado por la carga putrefacta de cangrejo de la bodega
Sentado frente a la diminuta taza de caf¨¦, el cuerpo y la mirada de Su¨¢rez son los de un gran animal abatido. Los paisanos le saludan cari?osamente. ¡°Tirando¡±, contesta siempre que le preguntan c¨®mo va. Luego aclara que el futuro de su tripulaci¨®n, que sigue en Liberia, es el peso que le hace encorvar las espaldas: ¡°Mi prioridad es arreglar eso y que vuelvan a sus casas¡±.
Despu¨¦s de su detenci¨®n, Su¨¢rez pag¨® un aval de 100.000 euros mediante su aseguradora, pero Liberia le retir¨® el pasaporte. Los funcionarios le citaban una y otra vez a reuniones que luego se anulaban, y ni Espa?a ni Portugal ¡ªpa¨ªs donde estaba matriculado el Eros¡ª consegu¨ªan impulsar una soluci¨®n. Siendo ciudadano de un pa¨ªs y armador de un barco con bandera de otro, en un primer momento no quedaba claro qui¨¦n deb¨ªa presionar para acelerar su libertad. El Ministerio de Exteriores espa?ol asegura que el embajador de Costa de Marfil se volc¨® con el caso y que visit¨® dos veces a Su¨¢rez. Este reconoce que la ayuda espa?ola ha terminado siendo fundamental, especialmente a partir de que en junio se estableciera en el pa¨ªs representaci¨®n diplom¨¢tica.
Dif¨ªcil convivencia
Monrovia oblig¨® el primer mes al armador a vivir en un hotel, hasta que consigui¨® un permiso para trasladarse junto con sus marineros al barco, con cocina y aire acondicionado. Pero fondeados en las aguas estancas del puerto de Monrovia, a 38 grados de temperatura y golpeados por el abrasador viento del Harmattan, el drama ech¨® a rodar. En mayo, uno de los tripulantes liberianos del Eros muri¨® de un problema cardiaco mientras estaba en su casa. ¡°No tuvo nada que ver con el barco, pero yo era su capit¨¢n¡±, cuenta Su¨¢rez. ¡°Lo met¨ª en un hospital y no sali¨® adelante¡±.
Los hombres ve¨ªan c¨®mo se iban disolviendo en un pesado limbo. Acostumbrados a largas traves¨ªas, pensaron que en el barco podr¨ªan resistir unas semanas, pero cuando estas se convirtieron en meses, el Eros se transform¨® en una c¨¢rcel.
Cada ma?ana Su¨¢rez desembarcaba para comprar v¨ªveres. Mientras, los marineros pasaban los d¨ªas tumbados al sol. Entre comidas, salarios y gas¨®leo, el patr¨®n invert¨ªa 400 euros diarios, que iba pagando gracias a la ayuda de amigos y familiares. Las extorsiones para introducir los v¨ªveres sub¨ªan su precio.
La tripulaci¨®n cada vez se sent¨ªa m¨¢s frustrada. Los silencios se cargaban de reproches, y las pupilas rodaban aburridas por cubierta sin m¨¢s se?uelos que la ropa colgada, los restos de comida y el metal crecientemente herrumbroso. Era la mirada del n¨¢ufrago ante la ¨²ltima galletita salada. En sus pa¨ªses el tiempo continuaba corriendo, y les llegaban noticias de nacimientos, enfermedades y muertes en los que no pod¨ªan estar presentes. Se lo echaban en cara a su capit¨¢n. ¡°Era una presi¨®n horrible¡±, recuerda Su¨¢rez. ¡°Ver c¨®mo 15 personas se vuelven contra ti¡±, dice. ¡°No llegamos a las manos, pero las discusiones eran muy violentas¡±.
As¨ª que, tras tres meses, Su¨¢rez dej¨® el barco y se traslad¨® a vivir a casa de uno de los 25 espa?oles de Monrovia. Desesperado, su ¨²nico horizonte en la ciudad eran las reuniones con el Gobierno. Los expats, la comunidad de diplom¨¢ticos y miembros de ONG, organizaban fiestas a las que cada vez le apetec¨ªa menos ir. Se desvaneci¨® hasta el apetito por hablar con su familia por Skype, incluido su ni?o de tres a?os, al que no hab¨ªa visto en los dos ¨²ltimos. ¡°Tratas de tranquilizarles y no puedes, as¨ª que es mejor no verlos. Todo el d¨ªa ocultando calamidades. Y ellos ocult¨¢ndomelas a m¨ª¡±, cuenta.
Cadena de muertes
Las negociaciones siguieron avanzando lentamente gracias a la presi¨®n de la UE y Espa?a. Hasta que Su¨¢rez firm¨® un acuerdo para pagarle a Liberia 90.000 euros de compensaci¨®n por pesca ilegal. Cuando parec¨ªa que estaba todo arreglado, el 9 de abril lleg¨® la llamada. ¡°Estaba en una reuni¨®n. Eran los marineros diciendo que ocurr¨ªa algo horrible. Avis¨¦ a una ambulancia¡±, recuerda Su¨¢rez. Cuando lleg¨® al barco se encontr¨® con que Sega Sow, uno de los senegaleses, hab¨ªa bajado a ver la carga de cangrejo de la bodega. ¡°Al abrir una caja, se qued¨® inconsciente por los gases que hab¨ªan salido. Cay¨® y la cara le qued¨® sobre uno de los charcos formados por el hielo. Se ahog¨®¡±.
El consulado de Liberia en Espa?a explica que no tiene la potestad para confirmar la veracidad de esta historia. El Ministerio de Exteriores tampoco se compromete. Por aquella ¨¦poca, Su¨¢rez no se hablaba con sus marineros. Asegura que no le hab¨ªan advertido de que se hab¨ªa podrido la carga de cangrejo, con un valor de m¨¢s de 100.000 euros. ¡°Yo segu¨ªa hasta comprando el gas¨®leo para el frigor¨ªfico. Luego vimos que durante dos d¨ªas hubo un corte de electricidad en la refrigeraci¨®n: ah¨ª se ech¨® a perder¡±.
Su¨¢rez dej¨® de hablarse con sus marineros:
¡°Es una presi¨®n horrible ver c¨®mo 15 personas
se vuelven contra ti¡±
Ahora el cad¨¢ver del senegal¨¦s espera la autopsia y la repatriaci¨®n en la morgue de un hospital privado. Monrovia interpreta que el responsable civil de la muerte es Su¨¢rez. El empresario sostiene que es de Liberia porque el barco en ese momento estaba confiscado por su Gobierno.
Y mientras, en Espa?a el tiempo tambi¨¦n hab¨ªa corrido. Una de las desgracias que su familia le hab¨ªa ocultado a Su¨¢rez era la enfermedad de su hermana. Solo le avisaron el d¨ªa en que muri¨®, pocos d¨ªas despu¨¦s de Sega Sow. ¡°Ya estaba acelerando el salvoconducto para venir a Espa?a a negociar los pr¨¦stamos con los bancos, pero me permitieron adelantarlo¡±, cuenta.
Ahora el antiguo capit¨¢n pasa sus d¨ªas en casa intentando conseguir el cr¨¦dito con el que pagar, adem¨¢s del acuerdo, los salarios de la tripulaci¨®n y su vuelta a casa ¡ªuna cantidad que oscilar¨¢ entre 50.000 y 100.000 euros, dependiendo de c¨®mo terminen las negociaciones¡ª. Recuperar el barco es secundario. Est¨¢ valorado por su seguro en 1.600.000 euros, pero las fotos retratan un buque deteriorado como resultado de los dos a?os de fondeo. Su¨¢rez bebe caf¨¦ y espera una cita con la secretar¨ªa de pesca portuguesa para tramitar un pasavante que le permita regresar la nave, arreglarla y replantear su futuro.
Alberto Su¨¢rez es consciente de que su historia puede suscitar sospechas como consecuencia de haber optado por una bandera portuguesa, adem¨¢s de haber asumido ante Liberia que pescaba ilegalmente en sus aguas. Asegura que lo primero se debe a que le era mucho m¨¢s barato matricular su barco en el pa¨ªs vecino; y aunque admite que el acuerdo le da aspecto de culpable, insiste en que no ve¨ªa otra soluci¨®n: ¡°Si no, el proceso se pod¨ªa alargar cinco a?os¡±.
El Ministerio de Agricultura, Alimentaci¨®n y Medioambiente explica que situaciones como la del Eros se han repetido con muchos barcos a los que Liberia ha acusado de pescar con licencias falsas a pesar de tener permisos de intermediarios. Los conflictos por pesca irregular en ?frica se suelen resolver con sanciones o una amonestaci¨®n. El problema con este caso es que se enquist¨®. El precario equilibrio de Liberia, un pa¨ªs salido de dos guerras civiles y con el 85% de habitantes pobres, ha lastrado las soluciones.
Mientras cruza los dedos para no recibir m¨¢s malas noticias de ?frica, la vida de Su¨¢rez sigue girando alrededor de una melanc¨®lica espera, aunque ahora en su pueblo. Si recupera el barco, lo m¨¢s l¨®gico ser¨ªa regresar a Liberia con seis marineros y traerlo de vuelta ¡°Ya veremos. A mi mujer no le hace mucha gracia. A m¨ª tampoco¡±.
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