¡°Es homeopat¨ªa, no hero¨ªna¡±
Un matrimonio de Motril fue arrestado y encausado al confundir la polic¨ªa una medicaci¨®n con droga
Gabriela Gonz¨¢lez, de 45 a?os, tiembla a¨²n hoy cuando se le acerca un uniforme. Se dio cuenta de esa secuela cuando un polic¨ªa irrumpi¨® en su taller mec¨¢nico, Autosport, de la pedan¨ªa de Torrenueva (Motril, Granada) para averiguar de d¨®nde proced¨ªa el sonido de una alarma. Al verle entrar, se descompuso y corri¨® al servicio. La imagen del agente le hizo rememorar aquella ma?ana en que su marido la acompa?¨® a una estafeta de correos para recoger un paquete que su hermano Luis le hab¨ªa enviado desde Uruguay, su pa¨ªs natal. La tarde anterior, alguien coloc¨® en su buz¨®n una notificaci¨®n para que fuese a recoger un env¨ªo postal. Llevaba una semana esper¨¢ndolo. Ella y su marido, Fernando Amador, de 49 a?os, madrugaron para estar los primeros en la estafeta de Motril, a cinco kil¨®metros de Torrenueva. Fernando hab¨ªa quedado a las nueve de la ma?ana con clientes para entregarles sus coches ya reparados. Alto y bonach¨®n, se qued¨® fuera esper¨¢ndola: dej¨® el coche mal aparcado. Era el 23 de julio de 2010.
"D¨¦jeme su documento de identidad", pidi¨® el jefe de la oficina a Gabriela. La mir¨® a ella, luego el DNI y entr¨® en un despacho. Regres¨® enseguida e hizo un gesto a los dos polic¨ªas de paisano situados sigilosamente detr¨¢s de ella. La esposaron: "Queda detenida por tr¨¢fico de drogas y contrabando...", la inform¨® uno. La sacaron a la calle, donde hab¨ªa dos coches policiales camuflados que acechaban a su marido. Los agentes tuvieron que emplearse a fondo para ponerle a ¨¦l los grilletes.
Gabriela lleva 14 a?os en Espa?a. Tiene la nacionalidad y est¨¢ casada con Fernando, un granadino que en 2004 abandon¨® Barcelona para regresar a su tierra, donde reform¨® una acogedora casa-cueva que se abre a la bah¨ªa de Motril. El matrimonio regenta el ¨²nico taller mec¨¢nico de Torrenueva. Diez d¨ªas llevaba la polic¨ªa de Vigilancia Aduanera de Motril tras sus pasos. Y pensaron que el paquete de la estafeta era la prueba definitiva, corroborada por el narcotest, contra la pareja, que acab¨® en los calabozos.
Los agentes la llevaron primero a su casa para un registro. De la misma sustancia hallada en el paquete, ella guardaba un poco en un frasco. De nada sirvieron sus explicaciones de que aquel polvo blanco era su tratamiento homeop¨¢tico contra su mielitis idiop¨¢tica, que dificultaba su caminar. Delante de ella, un polic¨ªa asi¨® una tira blanca del narcotest, la unt¨® con los restos de la sustancia que Gabriela conservaba en casa y le esparci¨® un espray que extrajo de un malet¨ªn. "Si se pone de color rojo, es coca¨ªna; si se pone azul, hero¨ªna", avis¨® el agente a la pareja. El blanco de la tira empez¨® a adquirir pronto un tono azulado que termin¨® consolid¨¢ndose: "Es hero¨ªna", se ufanaron los agentes, ante la at¨®nita mirada del matrimonio.
Fernando no sab¨ªa qu¨¦ decir. Mientras miraba la tira, cavilaba si alguien habr¨ªa metido droga en el paquete durante el viaje desde Uruguay a Barajas, y de ah¨ª a la Aduana de Motril. Y espet¨®:
¡ª?Pero c¨®mo va a ser eso hero¨ªna, si mi mujer se toma una cucharada disuelta en agua todas las ma?anas?
¡ª?Una cucharada? Eso es imposible ¡ªrepuso un polic¨ªa.
¡ªPues es as¨ª, y tras tomarla va al gimnasio una hora entera a hacer ejercicio, elev¨® la voz Fernando. Traigan a un forense que le analice la sangre y ver¨¢n que ella no se droga ¡ªexigi¨®.
Ni caso. La pareja se miraba sin saber c¨®mo salir de ese calvario. Los clientes se hab¨ªan quedado esperando para recoger sus coches. Tambi¨¦n pensaron en los vecinos (apenas 2.500 y todos se conocen).
¡ª?Sabe usted que esa droga vale 15.000 euros en el mercado negro? ¡ªdijo el fiscal a Gabriela.
¡ªPues muy tontos tienen que ser los due?os de la farmacia, porque yo he comprado eso por 1.500 pesos uruguayos (unos 50 euros) ¡ªreplic¨® la mujer.
El gran argumento incriminatorio de la juez era que hubiesen tra¨ªdo desde Uruguay una sustancia que, de ser lo que ellos dec¨ªan, se puede adquirir en Espa?a. As¨ª que dedujo que era hero¨ªna. Pasadas las seis de la tarde, quedaron en libertad con cargos y sin el pasaporte, y perdieron unos billetes de avi¨®n para viajar a Uruguay. "Nos privaron de la libertad. Para m¨ª, aquello era la c¨¢rcel", se emociona Gabriela durante su encuentro con EL PA?S. Casi tres a?os despu¨¦s, sigue con rabia en sus labios (desde aquello est¨¢ en tratamiento psicol¨®gico).
La prensa aire¨® poco despu¨¦s la noticia de que se hab¨ªa interceptado en Motril "un paquete con 220 gramos de hero¨ªna camuflada en medicamentos homeop¨¢ticos". Durante toda esta odisea, si algo doli¨® especialmente a la pareja fue la actitud de la familia de Fernando, que vive en Catalu?a. "Sin hablar con nosotros, se creyeron lo que dec¨ªan los peri¨®dicos. Y nos hicieron un vac¨ªo".
En los tres meses que permanecieron en libertad con cargos, Gabriela no ces¨® de aportar pruebas exculpatorias al juzgado. Una y otra vez iba para exigir que se remitieran de una maldita vez los polvos a un laboratorio de Sanidad de M¨¢laga para su an¨¢lisis. Lo que deb¨ªa analizarse eran dos frascos en los que se pod¨ªa leer GLUCALCH (que contiene carbonato de calcio, gluconato de magnesio, ¨¢cido asc¨®rbico y caseinato de calcio). Un facultativo de Uruguay se lo hab¨ªa prescrito. Y le iba bien para atemperar sus lesiones. "Cuando se me agot¨® el tratamiento, le ped¨ª a mi hermano que me enviase m¨¢s, con la aprobaci¨®n del m¨¦dico. Y eso hizo".
Casi tres meses tard¨® Vigilancia Aduanera, que culpa de ello al juzgado, en remitir a M¨¢laga la sustancia. Y apenas una semana emple¨® el laboratorio en certificar que aquel polvo no conten¨ªa ninguna droga. "?Menudo narcotest!", se encrespa Gabriela. Pero no acabaron ah¨ª sus disgustos. Le cost¨® muchos mareos lograr que el juzgado ordenase a la polic¨ªa la devoluci¨®n de su tratamiento.
En los pasillos policiales se top¨®, cuenta Gabriela, con el ide¨®logo de la operaci¨®n, Miguel Alg¨¢rate Heredia, jefe de Vigilancia Aduanera de Motril. No le dijo nada. "Sal¨ª de all¨ª con mucha rabia por la ineptitud de este se?or que, deseoso de ponerse medallas, atropell¨® a dos inocentes que jam¨¢s han tenido contacto alguno con drogas", dice. Apenas sali¨® por la puerta, con sus frascos, volvi¨® sobre sus pasos y se fue hacia Alg¨¢rate. Lo mir¨® a los ojos y le dijo: "?Es que ni siquiera se le ha ocurrido a usted disculparse?". "Eso te pasa por traer medicaci¨®n de Uruguay", le espet¨® Alg¨¢rate.
Ante tan "decepcionante" respuesta, Gabriela se mordi¨® la lengua y se march¨® sin mirar atr¨¢s, llev¨¢ndose "una indignaci¨®n brutal y preguntas sin respuesta". Por ejemplo: "?Por qu¨¦ demor¨® casi tres meses el traslado a M¨¢laga de los frascos para su an¨¢lisis? Y, dado que nos siguieron durante 10 d¨ªas, ?por qu¨¦ no se aprovech¨® ese tiempo para remitir una muestra del maldito polvo a M¨¢laga antes de ponernos las esposas?".
Posdata. Aun hoy, en la comisar¨ªa de Motril, permanecen en sus ordenadores dos fichas policiales con el perfil y las huellas dactilares de Gabriela y Fernando. Pese a que tienen un auto de archivo judicial, en comisar¨ªa siguen tore¨¢ndolos cuando piden que les "borren de all¨ª y eliminen sus fotos de semipresidiarios". "Es incre¨ªble que a¨²n nos tengan con antecedentes policiales", se indigna Gabriela. "Me han marcado para siempre. Esto fue una arrogancia policial". Gabriela denunci¨® los hechos ante el Consejo del Poder Judicial, que culpa de lo sucedido a la polic¨ªa. El jueves pasado el Consejo desestim¨® su solicitud de reparaci¨®n del da?o sufrido. Por todo esto, Gabriela tiembla aun hoy cuando se le acerca un uniforme.
Ni perd¨®n ni disculpas
Florencio Aguilera, responsable de Vigilancia Aduanera de Granada, considera un mero error la detenci¨®n de Gabriela y Fernando al confundir la polic¨ªa una sustancia homeop¨¢tica con hero¨ªna. Y echa la culpa de la tardanza de tres meses en verificar que aquel polvo blanco no era hero¨ªna al Juzgado 3 de Motril. Entiende Aguilera que una detenci¨®n de horas (m¨¢s de 10) no es relevante, ya que, seg¨²n explic¨® a este periodico, la actuaci¨®n policial ¡°se ajust¨® a derecho¡± y dispon¨ªa del aval del narcotest ¡°homologado¡±.
Aguilera defendi¨® al jefe de Vigilancia Aduanera de Motril, Miguel Alg¨¢rate, quien alert¨® de la llegada desde Uruguay del paquete con la falsa hero¨ªna y pidi¨® al juzgado que autorizase una entrega controlada de la sustancia al matrimonio cuando fuera a retirarla a Correos. Aguilera elogia encendidamente las muchas partidas de droga que ha decomisado Alg¨¢rate en la costa granadina.
Aguilera da una respuesta estereotipada al matrimonio, que se queja de que nadie le ha pedido disculpas, y le insta a que denuncie si considera que se ha cometido un error. El Juzgado de Motril tambi¨¦n rechaz¨® dar una explicaci¨®n.
A la pregunta de por qu¨¦ tard¨® el juzgado tres meses en enviar la sustancia a M¨¢laga para verificar si era hero¨ªna; la secretaria judicial responde:
¡ª No tengo por qu¨¦ hablar con ustedes; adem¨¢s, eso est¨¢ bajo secreto de sumario [en realidad, el asunto ya estaba archivado].
¡ª El matrimonio tiene derecho a una explicaci¨®n, ?no?
En tono amenazante, la secretaria pide el nombre al periodista (que se lo facilita) y se pone a escribir en su ordenador.
¡ª ?Me est¨¢ abriendo diligencias?
La secretaria deja de escribir y suelta: ¡°Fuera de aqu¨ª¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.