El Supremo abre la v¨ªa a que viudas de militares saharauis reciban su pensi¨®n
Una quincena de sentencias dan la raz¨®n a esposas de soldados locales de las filas espa?olas
Durante d¨¦cadas, mientras el Sahara e Ifni eran colonias espa?olas, varios miles de nativos estuvieron alistados en las filas del Ej¨¦rcito. Cuando Espa?a dej¨® estos territorios en manos de Marruecos ¡ªSidi Ifni en 1969 y el Sahara Occidental en 1976¡ª, los dej¨® desamparados. Un d¨ªa iban a trabajar y, al d¨ªa siguiente, estaba todo desmantelado, recuerdan los familiares de quienes lo vivieron, que no recibieron indemnizaci¨®n alguna y que tuvieron que esperar hasta los a?os ochenta para obtener una pensi¨®n. La siguiente lucha fue la de sus esposas, que volvieron a perder ese derecho en 1999.
Tras m¨¢s de una d¨¦cada de pelea judicial, el Tribunal Supremo se ha pronunciado a favor de que las viudas de los militares saharauis afiliados en las tropas espa?olas hasta 1976 tengan derecho a la pensi¨®n. Una quincena de sentencias emitidas en los ¨²ltimos dos meses sientan doctrina, lo que deja la puerta abierta para que cientos de viudas reclamen el subsidio.
El Ministerio de Defensa modific¨® en 1998 los criterios para la concesi¨®n de las pensiones de viudedad para las esposas de los militares locales y las deneg¨® a todas aquellas cuyos maridos fallecieron a partir del a?o siguiente. Entre 2003 y 2007, varias sentencias favorables de los tribunales Superiores de Canarias y Madrid propiciaron una nueva apertura, pero el Gobierno volvi¨® a frenar los pagos en 2011. El ¨²ltimo veredicto del Supremo alega que el trato ha sido discriminatorio y marca un referente.
¡°Estamos muy contentas de que por fin se haya hecho justicia¡±, declaran Fatma Rahal y Fadma Achoubir, vencedoras de dos de los litigios, a trav¨¦s de su abogado, Daniel de Le¨®n, que ha llevado medio centenar de casos hasta el Alto Tribunal que, seg¨²n prev¨¦, quedar¨¢n solucionados durante el mes de julio. ¡°Solo quer¨ªan ganar y callar¡±, insiste el letrado, ¡°son gente muy humilde que no quiere hablar en p¨²blico de su intimidad¡±.
Durante estos a?os, centenares de viudas han recurrido la denegaci¨®n, aunque muchas otras no han podido llevar el asunto a la justicia. Las afectadas se encuentran dispersas entre los campamentos de Tinduf (Argelia), el Sahara Occidental, Marruecos, Mauritania y Espa?a. ¡°Muchas no tienen medios para costearse un abogado. Viajar hasta la Pen¨ªnsula es muy complicado desde los campamentos¡±, relatan Mohamed Maulud y Hasen-Wa Ali, portavoces de la comisi¨®n de pensionistas del Frente Polisario, que representa a los jubilados ante la Administraci¨®n.
Sidi Talebbuia, abogado licenciado en Sevilla, tiene 27 a?os y nueve hermanos, dos de ellos en Espa?a. Su padre, fallecido en 2001, perteneci¨® a la Polic¨ªa Territorial en El Aai¨²n, capital del Sahara occidental, y Smara, al este. Ahora solicitar¨¢ la pensi¨®n de su madre, que no ha salido de los campamentos de refugiados en casi 30 a?os. ¡°Con la decisi¨®n del Supremo, nos acogemos perfectamente a las condiciones¡±, explica. La familia posee a¨²n el DNI biling¨¹e del padre en el que consta que era militar y acredita que fue espa?ol, el libro de familia de la ¨¦poca y el acta de matrimonio. Lala, su hermana, cuenta que su madre recuerda la ¨¦poca espa?ola como unos a?os maravillosos. ¡°La tierra estaba ocupada, pero el trato era estupendo y pagaban todos los meses puntuales¡±, transmite.
La poblaci¨®n saharaui se siente, pese a los buenos recuerdos, traicionada por el abandono. ¡°Antes trabaj¨¢bamos juntos, pero ahora la comisi¨®n del Ministerio de Defensa viene una vez al a?o a pasar lista¡±, apuntan los portavoces del Polisario. En los a?os ochenta reunieron la documentaci¨®n de todos los que hab¨ªan prestado sus servicios a Espa?a para gestionar su jubilaci¨®n.
Los saharauis e ifne?os que engordaron las filas de la Polic¨ªa Territorial, Tropas N¨®madas, Tiradores y otros cuerpos alcanzaron rara vez rangos de mando. El padre de Hmad Hammad lleg¨® a alf¨¦rez en la Polic¨ªa Territorial de El Aai¨²n y muri¨® en 2004. Despu¨¦s de recurrir, su madre consigui¨® una pensi¨®n de unos 250 euros en 2007 por el elevado rango del esposo en el Ej¨¦rcito, aunque en general las cuant¨ªas son m¨¢s bajas y, en muchos casos, est¨¢n por debajo de los 80 euros, que reciben mediante cheques. ¡°Han estado defendiendo la misma bandera¡±, exclama Hammad. ¡°Eran n¨®madas, los sacaron del desierto y les pusieron el uniforme. Durante la Guerra Civil los mandaron incluso a la Pen¨ªnsula a luchar con el bando franquista¡±, puntualiza, y cuenta c¨®mo cada ma?ana, en el colegio un ni?o se encargaba de izar la bandera y cantaban a coro y armando fila el Cara al sol.
¡°Nunca pude probar su muerte¡±
¡°La ¨²ltima vez que vi a mi marido estaba en una comisar¨ªa en la posici¨®n de la gallina: colgado de los pies, con la cara desfigurada y lleno de sangre. Ni siquiera lo reconoc¨ª¡±. Safia Mobarak, de 57 a?os, ten¨ªa entonces apenas 18 y su esposo, Hamudi Lehib Baba, de 30, era soldado de la Polic¨ªa Territorial. Junto a 92 de sus vecinos, incluido su beb¨¦ de seis meses, fueron capturados en Smara por la polic¨ªa marroqu¨ª en 1976.
Mientras la leche materna se le endurec¨ªa en los pechos, Mobarak pas¨® un a?o en una celda diminuta sin noticias de su esposo y su hijo. Absorta por el rezo de Ramad¨¢n y la memoria, recuerda c¨®mo su suegra rescat¨® al beb¨¦ y 11 vecinas que acababan de dar a luz lo amamantaron para que sobreviviera, porque durante seis a?os ¡°no hubo leche ni farmacias¡±. Baba desapareci¨® para siempre. Marruecos asegura que fue juzgado por un tribunal militar y condenado a muerte, pero nunca ha entregado a Mobarak un documento que lo acredite. Otros 525 saharauis no volvieron nunca a sus familias, seg¨²n Amnist¨ªa Internacional.
Los que, como Baba, hab¨ªan estado alistados con las tropas espa?olas fueron especialmente perseguidos por los marroqu¨ªes tras la Marcha Verde de 1975, cuando Rabat ocup¨® el Sahara occidental, que acababa de ser abandonado por Espa?a. Sab¨ªan manejar las armas y muchos se hab¨ªan pasado al Frente Polisario, el grupo independentista saharaui que estuvo en guerra con Marruecos hasta 1991.
"Tuve que esconder la documentaci¨®n espa?ola durante a?os para que los marroqu¨ªes no la destruyeran", explica, sentada en el suelo, envuelta en una malehfa a?il y contando sus plegarias con un ditisbih (rosario) mientras engulle la harira (sopa de garbanzos), su primer plato en el segundo d¨ªa de Ramad¨¢n. Est¨¢ en Badajoz porque necesita operaciones en el brazo, las rodillas y la vista. Como la mayor¨ªa de ancianos saharauis, es casi ciega porque el polvillo que en el desierto se levanta con el viento les da?a los ojos. Empez¨® sus tr¨¢mites m¨¦dicos en 2012, pero el decreto que negaba la sanidad p¨²blica a los inmigrantes sin papeles la dej¨® a medias.
Desde que sali¨® de la c¨¢rcel, no ha vuelto a tener problemas con la polic¨ªa. Aprendi¨® a coser y empez¨® a confeccionar cojines y ropajes de seda que vend¨ªa a la poblaci¨®n de Smara, la ciudad santa del Sahara occidental en la que siempre ha vivido. Habla del 10 de julio de 1976, cuando tres todoterrenos de la Gendarmer¨ªa marroqu¨ª irrumpieron en una ma?ana apacible: ¡°Nosotras est¨¢bamos preparando la comida y los hombres tomaban el t¨¦ en el patio¡±.
A los 35 a?os, el hijo de Safia Mobarak es hoy mayor de lo que lleg¨® a ser su padre: ¡°Lo capturaron con el DNI espa?ol en el bolsillo y no he recibido nada. Nunca pude probar su muerte¡±, dice ella. Ahora quiere que un abogado gestione su pensi¨®n.
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