Las palizas de Billy el Ni?o
El ex inspector de polic¨ªa dej¨® una huella imborrable en decenas de v¨ªctimas Le recuerdan como un personaje histri¨®nico, teatral y muy violento
Juan Antonio Gonz¨¢lez Pacheco, Billy el Ni?o, se empe?¨® en que centenares de estudiantes que pasaron por sus manos en la siniestra primera planta de la Direcci¨®n General de Seguridad, en Madrid, no le olvidaran. Y lo ha conseguido. Una legi¨®n de sus v¨ªctimas reaparecen ahora con testimonios espeluznantes, todos diferentes, pero con un siniestro nexo com¨²n: el inspector que les tortur¨® era un violento histri¨®nico que gozaba con el dolor que les infligi¨®.
Treinta y siete a?os despu¨¦s de la disoluci¨®n de la Brigada Pol¨ªtico Social ¡ªpolic¨ªa pol¨ªtica del franquismo¡ª, la memoria de estas v¨ªctimas perturba la paz del exinspector de 67 a?os, flaco como un esp¨¢rrago, que pasea por el centro de Madrid con sus zapatos cl¨¢sicos embotado en impecables trajes con pa?uelo y camisas de gemelos y corbata a juego. Billy toma el aperitivo en Lucio y se re¨²ne a cenar con viejos colegas de la polic¨ªa para recordar sus haza?as contra el FRAP, GRAPO y ETA: desde la liberaci¨®n del teniente general Villaescusa hasta el rescate del retablo robado de San Miguel de Aralar. ¡°Nunca se habla en estas cenas sobre a qui¨¦n se le iba la mano¡±, asegura un comisario.
Pocas v¨ªctimas recuerdan los nombres de los agentes que les golpearon, en su mayor¨ªa funcionarios an¨®nimos, pero el inspector Gonz¨¢lez Pacheco, nacido en el seno de una humilde familia de Aldea del Cano (C¨¢ceres), dej¨® su huella personal en cada interrogatorio. Jos¨¦ Luiz Uriz, de 64 a?os, ex parlamentario socialista navarro, pens¨® que iba a morir en sus manos: ¡°Situado justo detr¨¢s de m¨ª, me daba fuertes golpes en la nuca mientras otro de sus compa?eros dec¨ªa: ¡®Ten cuidado que se te va a ir la mano otra vez y te lo vas a cargar¡¯. Y ¨¦l respond¨ªa: ¡®No importa, hacemos como con Ruano [estudiante muerto durante la dictadura], lo tiramos por la ventana y decimos que se quer¨ªa escapar¡±.
Te obligaba a hacer el pato:? andar en cuclillas con las manos esposadas y descalzo. Luego te golpeaba con una porra en los pies
Luis Su¨¢rez, arquitecto urbanista, cay¨® en las manos de Billy el Ni?o hace 40 a?os. Ten¨ªa 24 y militaba en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) cuando el polic¨ªa y sus compa?eros fueron a detenerlo en su casa del barrio madrile?o de Chamart¨ªn. El interrogatorio dur¨® tres d¨ªas. ¡°Era verano, hac¨ªa mucho calor y te pon¨ªan un anorak cerrado para pegarte pu?etazos y dejarte menos marcas. Me hicieron hacer el pato. Ten¨ªas que andar de rodillas con las manos esposadas y los pies descalzos. Cuando llegabas a una esquina, te golpeaba con una porra en las plantas de los pies. Disfrutaba, lo hac¨ªa por afici¨®n. Estaba encantado de estar all¨ª. Ten¨ªa un inter¨¦s personal en que le recordaras. Le obsesionaban nuestras relaciones personales y preguntaba qui¨¦n se follaba a qui¨¦n. Me dec¨ªa: ¡®Los trotskistas hac¨¦is el amor libre, ?verdad?¡¯. Me pareci¨® un tipo enfermizo¡±.
La pistola de Gonz¨¢lez Pacheco estuvo muy cerca de la cabeza de muchos estudiantes, en su mayor¨ªa j¨®venes comunistas a los que en los a?os setenta se deten¨ªa por asociaci¨®n ilegal. Jes¨²s Rodr¨ªguez Barrios, de 59 a?os, entonces militante de LCR y ahora profesor de Macroeconom¨ªa en la UNED, la tuvo a escasos cent¨ªmetros de su sien y escuch¨® el sonido de sus balas. Billy le esperaba en la puerta de su casa y cuando huy¨® le dio el alto a golpe de disparos. ¡°Me interrog¨® tres veces. Una vez sac¨® su arma, me enca?on¨® y me dijo: ¡®Si te pego un tiro no pasa nada¡¯. Era muy chulo, un exhibicionista que torturaba por placer. Su apodo viene porque era de gatillo f¨¢cil y hac¨ªa ostentaci¨®n de su arma¡±.
Algunas denuncias llegaron a los juzgados. En 1973, una querella presentada por Enrique Aguilar Ben¨ªtez de Lugo, otra de sus v¨ªctimas, logr¨® que le impusieran una multa. Un a?o despu¨¦s, el Juzgado Municipal n¨²mero 19 de Madrid le conden¨® a un d¨ªa de arresto y una multa de 1.000 pesetas (seis euros) por una falta de malos tratos y coacciones a Francisco Lobat¨®n, algo ¡°inaudito¡± en opini¨®n del periodista. Otros procesos se sobreseyeron al beneficiarse de la Ley de Amnist¨ªa de 1977.
Sac¨® su arma, me enca?on¨® y me dijo: si te pego un tiro no pasa nada
Miguel ?ngel G¨®mez, de 60 a?os y funcionario en Galicia, cay¨® en sus manos en varias ocasiones. ¡°Tem¨ª por mi vida. Lo recuerdo como un s¨¢dico terrible. Nadie me ha hecho tanto da?o f¨ªsico en mi vida como ¨¦l. Me obligaba a ponerme de rodillas y me golpeaba con una porra con aut¨¦ntico odio. Daba muy fuerte. Algunos de los grises (antiguos agentes de la Polic¨ªa Nacional) que estaban presentes no pod¨ªan ocultar su malestar por lo que estaban viendo, parec¨ªan escandalizados. En la enfermer¨ªa coincid¨ª con Ben¨ªtez de Lugo. Ten¨ªa una herida tremenda en la nalga. Me dijo que hab¨ªa sido Billy¡±.
La edad de los detenidos no frenaba a Gonz¨¢lez Pacheco. Alfredo Rodr¨ªguez, de 56 a?os, ten¨ªa 17 cuando el polic¨ªa lo arrastr¨® tir¨¢ndole del cabello. Le hab¨ªan detenido por manifestarse en una jornada contra la carest¨ªa de la vida. ¡°Quer¨ªa ser el protagonista delante de sus compa?eros, gritaba, gesticulaba y exageraba. Te pegaban siete u ocho, pero ¨¦l siempre llevaba la voz cantante¡±.
En 1977, Billy el Ni?o fue condecorado por Rodolfo Mart¨ªn Villa, entonces ministro del Interior, con la medalla de plata al m¨¦rito policial y agasajado por cien polic¨ªas en una comida de desagravio por la ¡°persecuci¨®n¡± de la que era objeto por los medios de comunicaci¨®n. Entr¨® en la brigada antiterrorista a las ¨®rdenes de Roberto Conesa y acab¨® su carrera en la polic¨ªa judicial. ¡°Era uno de sus ni?os bonitos¡±, recuerda un comisario. En 1982 pas¨® a la situaci¨®n de excedencia para trabajar como jefe de seguridad de Renault. ¡°Discute con todo el mundo. Se ha vuelto m¨¢s visceral y exaltado¡±, asegura uno de sus excompa?eros.
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