¡°Los espa?oles los mataron¡±
Los subsaharianos ocultos en Marruecos acusan a la Guardia Civil de "devolverlos"
Incapaz de respirar por el humo. Asustado por el ruido de los disparos. Empapado por el mar. Y a la carrera para alcanzar Espa?a; Musa Khalifa, un nigeriano de 20 a?os, explica que tambi¨¦n se arroj¨® el jueves al Mediterr¨¢neo para llegar a la playa de Tarajal (Ceuta). Pero fracas¨®. "Los guardias civiles lanzaron gas lacrim¨®geno al agua, donde est¨¢bamos. Muchos de mis compa?eros se desmayaron al inhalarlo. Los espa?oles los mataron", subraya el joven en referencia a los, al menos, 14 subsaharianos que el instituto armado calcula que perdieron la vida ese d¨ªa, cuando m¨¢s de 300 trataron de cruzar la frontera con Marruecos. Escondido en las monta?as marroqu¨ªes que rodean la ciudad aut¨®noma, a una hora a pie del peque?o pueblo de Ras Luta (Castillejos), el muchacho afirma que hasta 26 de sus compa?eros pisaron suelo ceut¨ª: "Pero los agentes los devolvieron".
Esa misma narraci¨®n la repiten, acampados delante de una peque?a cueva, el camerun¨¦s Jean Rigard, de 27 a?os; el costamarfile?o Moimed, de 35; y la centroafricana Marianna, de 28 a?os y embarazada de dos meses. Y tambi¨¦n lo relatan los m¨¢s de 20 subsaharianos que deambulan en la ma?ana del s¨¢bado por uno de los pedregosos e intrincados caminos de los montes de la zona. Todos acusan a los guardias civiles de herirles y los responsabilizan de las muertes. "Sent¨ª un golpe en la cabeza. Y ca¨ª al agua. Entonces me sac¨® un polic¨ªa marroqu¨ª", apostilla Musa Khalifa.
Una versi¨®n que difiere de la del delegado del Gobierno en Ceuta, Francisco Antonio Gonz¨¢lez P¨¦rez, que reconoci¨® el viernes que el instituto armado us¨® material antidisturbios. "Pero nunca lo emple¨® contra las personas. Solo al aire y para asustar", afirm¨®. "Las pelotas se lanzaron en el¨ªptica, por encima de la valla", insiste Interior.
La versi¨®n de Babarik, en cambio, es distinta. Este camerun¨¦s de 30 a?os se pone de pie, alza los brazos y simula con ellos una escopeta. Apunta hacia abajo. Entonces, emula el sonido de los disparos: "?Pum! ?Pum! ?Pum!". "Nos disparaban al cuerpo las bolas", incide, mientras muestra los cortes de sus manos; se?ala las vendas del pie y del brazo de otros dos subsaharianos; y ense?a en su m¨®vil la fotograf¨ªa de un joven de 16 a?os con un ojo completamente hinchado.
"Hay much¨ªsimos heridos", dice Mohamid, que no puede dejar de mirar el suelo. Con la voz ronca y casi a susurros, el joven recalca que decenas de inmigrantes heridos el jueves han vuelto ya a las monta?as pr¨®ximas a la ciudad aut¨®noma. ¡°All¨ª ¡ªapunta con el dedo ¨ªndice a la ladera de una escarpada monta?a¡ª hay un chico que no puede ver con ninguno de los dos ojos¡±, a?ade. Otros de los lesionados durante el intento de entrada a Ceuta, comenta Jean Rigard, contin¨²an en el hospital.
No se puede poner un tap¨®n en la frontera y echar las culpas a los pa¨ªses de tr¨¢nsito Manuel Sobrino, portavoz de la ONG Red Acoge
La ONG Caminando Fronteras, que atiende a los subsaharianos en Marruecos, ha denunciado "la violencia" empleada por la Guardia Civil cuando repelieron la entrada de los inmigrantes. "Los propios heridos cuentan que la violencia de los espa?oles ha sido equiparable o mayor a la de la polic¨ªa marroqu¨ª; que los agentes han disparado las pelotas y el gas lacrim¨®geno contra ellos y los flotadores; y que eso los ha matado", destaca el colectivo.
El d¨ªa del incidente, quienes se encontraban en el paso fronterizo lo vieron casi todo. "Al llegar aqu¨ª, los subsaharianos se dividieron en tres grupos. Uno intent¨® pasar por la v¨ªa de entrada, otro por la de salida; y el ¨²ltimo, por la costa", cuenta Reda, un ceut¨ª de 30 a?os que trapichea en el paso de veh¨ªculos y viandantes. Vecino del pr¨®ximo barrio del Pr¨ªncipe, el hombre describe ¡ªcon un trastabillado castellano¡ª el enfrentamiento entre agentes e inmigrantes: "Corrieron hacia las puertas y los polic¨ªas cerraron r¨¢pidamente. Entonces se tiraron al agua. Se escuchaban disparos de la Guardia Civil. Los negros lanzaban piedras". "Yo no los ve¨ªa desde aqu¨ª, pero escuchaba los gritos", cuenta Malika, una mujer que regenta un peque?o bar al lado de la salida a Marruecos.
"En Espa?a no estamos sabiendo estar a la altura. No se puede poner un tap¨®n en la frontera y echar las culpas a los pa¨ªses de origen y de tr¨¢nsito", analiza Manuel Sobrino, portavoz de Red Acoge, una organizaci¨®n que ayuda a los inmigrantes en la Pen¨ªnsula. "Son personas desesperadas, que atraviesan ?frica hasta llegar aqu¨ª", concluye.
Vestido con un chaquet¨®n azul, un vaquero ro¨ªdo en las rodillas y unas zapatillas blancas desgastadas; el costamarfile?o Moimed hace hincapi¨¦ en que fue el primero del grupo en pisar el jueves suelo ceut¨ª: "Pero me cogieron y me regresaron a Marruecos". "?C¨®mo nos pueden tratar as¨ª? All¨ª ha muerto gente que tiene familia", se pregunta la centroafricana Marianna, que se acaricia el vientre y se lamenta: "?Quieren que tenga a mi hijo aqu¨ª, en mitad de la monta?a, sobre las piedras?".
Los subsaharianos ocultos en las monta?as relatan indignados el incidente. Todos repiten lo mismo, que la Guardia Civil les dispar¨®. "Todo es su culpa", asevera el camerun¨¦s Jean Regard, mientras se sienta en una piedra de la ladera junto a su cueva. Uno de sus compa?eros monda una mandarina y tira la c¨¢scara al suelo. Otro se remanga el pantal¨®n y se desata el zapato. "Aqu¨ª hay cuatro mujeres embarazadas", manifiesta Marianna, que lleva un a?o en Marruecos: "Y el futuro est¨¢ en Espa?a, en ?frica no tenemos nada. No hay nada".
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