Un puente invisible
Tras el enorme ¨¦xito pol¨ªtico, electoral, internacional, lleg¨® la decepci¨®n, el abandono, la soledad
De las sombras de un r¨¦gimen oprobioso emerge una figura nueva, con el rechazo de los suyos (?qu¨¦ error, qu¨¦ inmenso error!) y la desconfianza de los dem¨®cratas (¨¦l ocupar¨¢ la cima ideol¨®gica del r¨¦gimen). Pero¡ un hombre joven, atractivo, sereno, moderado, seductor va progresivamente cambiando la valoraci¨®n y el escenario. Tiene una visi¨®n clara de c¨®mo arribar al puerto deseado por la mayor¨ªa, conoce el cauce a seguir para vencer la resistencia de las estructuras que quiere desmontar, y posee el encanto necesario para atraer al proyecto a los que estaban alejados del poder.
El paso del autoritarismo a la democracia, sin hundimiento del poder, le exige valent¨ªa, prudencia y poder de convicci¨®n. La Transici¨®n es fruto de la presi¨®n desde abajo, desde la mayor¨ªa del pueblo que anhela la catarsis democr¨¢tica, y de la negociaci¨®n por arriba de los que lideran las fuerzas pol¨ªticas, las que devienen del r¨¦gimen y las que han luchado contra ¨¦l. No ser¨ªa justo atribuir toda la responsabilidad del cambio a los dirigentes pol¨ªticos, pues la presi¨®n de la poblaci¨®n, con huelgas, manifestaciones, declaraciones, asambleas, fue el impulso que forzar¨ªa el tr¨¢nsito, pero tampoco es veros¨ªmil orillar el papel de los pol¨ªticos del momento. De todos ellos Adolfo Su¨¢rez ocupa el lugar principal, y Felipe Gonz¨¢lez, Santiago Carrillo, el cardenal Taranc¨®n, Fernando Abril y con una presencia e impulso simb¨®lico capital Juan Carlos I.
Se cruz¨® un puente invisible entre dictadura y democracia. No fue f¨¢cil, un camino de avances y retrocesos, con violencia para abortar el proceso, un tiempo de incertidumbres pero tambi¨¦n un tiempo de libertad, pero sobre todo un tiempo de consenso.
Se acert¨® aunque todos hubieran de sacrificar algunas de sus intenciones. Ninguno podr¨ªa quedar totalmente satisfecho, pero nadie quedaba fuera del juego democr¨¢tico, las reglas de convivencia garantizaban a todos la libertad y el respeto a las posiciones diferentes; la cara opuesta a la dictadura que se dejaba atr¨¢s.
En gran medida se debi¨® a la clara voluntad de un hombre de cambiar la historia, Adolfo Su¨¢rez, al que en la hora de su muerte todos reconocen su val¨ªa y merecimientos.
Tras el enorme ¨¦xito pol¨ªtico, electoral, internacional, lleg¨® la decepci¨®n, el abandono, la soledad, el alejamiento de la vida pol¨ªtica. Y por fin, el mal del siglo le impidi¨® ver c¨®mo evolucionaba su figura en la consideraci¨®n general. A la vista de los acontecimientos su talla se agigant¨® y pocos negaron su valent¨ªa e intuici¨®n. Ante el abandono definitivo nos queda la evocaci¨®n de un hombre que a todos sorprendi¨®, a muchos cautiv¨®, y que a la inmensa mayor¨ªa produce hoy una serena nostalgia de un tiempo que pas¨®.
A su familia, nuestro pesar compartido; a nuestro amigo, descansa en paz.
Alfonso Guerra, exvicepresidente del Gobierno, fue el n¨²mero dos del PSOE durante la Transici¨®n.
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