Indiferencia
Por primera vez desde que se restaur¨® la democracia, he declinado acudir a votar. As¨ª me he sumado a la mayor¨ªa del censo que ha optado por abstenerse, superando con creces a quienes decidieron apoyar alguna candidatura pese a creer que no lo merec¨ªan, a juzgar por los bar¨®metros del CIS que revelan una abrumadora desafecci¨®n pol¨ªtica. Por supuesto, el agregado abstencionista es muy heterog¨¦neo, pudiendo distinguirse diversas categor¨ªas como la abstenci¨®n apol¨ªtica, que no se siente concernida por los comicios; la acomodaticia, que no se acerca a las urnas porque el coste de hacerlo no compensa su ¨ªnfima contribuci¨®n al resultado final; o la indignada, que se niega a votar para no sentirse c¨®mplice de una clase pol¨ªtica tan vergonzosa como corrupta. Pero en realidad mi no-voto se aproxima m¨¢s bien a la abstenci¨®n indiferente: aquella que reh¨²sa participar en una elecci¨®n ficticia cuyas alternativas son incapaces de alterar la realidad.
Cualquiera que fuese la candidatura vencedora, nada pod¨ªa cambiar en Europa ni en Espa?a. De ah¨ª mi indiferencia respecto a uno u otro competidor cuya victoria resultar¨ªa necesariamente p¨ªrrica. Respecto a la Uni¨®n, es verdad que simpatizo con la socialdemocracia, pero s¨¦ que siempre se plegar¨¢ a las directrices de Fr¨¢ncfort favoreciendo los intereses de la ¨¦lite financiera internacional. Por eso importa poco qui¨¦n sea el nuevo presidente de la Comisi¨®n, pues las decisiones ¨²ltimas las seguir¨¢n tomando la canciller¨ªa alemana y el BCE dirigido desde el Bundesbank. Votarles como mal menor, aceptando con credulidad el cuento del pastorcito y el lobo ultranacionalista, me parece una ingenuidad. Y una victoria de Syriza tampoco fortalecer¨ªa al Parlamento europeo, que ser¨ªa puesto en seguida en cuarentena.
En cuanto a Espa?a, mi indiferencia entre ambos miembros del duopolio es total, pues cualquiera que hubiera ganado, nada cambiar¨ªa por eso. Es verdad que en p¨²blico se despellejan con rencor en un agrio ajuste de cuentas, pero en privado no dudan en entenderse. Como hicieron en agosto de 2011, cuando pactaron la modificaci¨®n expr¨¦s de la Constituci¨®n para introducir la regla de oro del ajuste fiscal que nos impuso el directorio europeo. O como har¨¢n respecto a la Corona y a Catalu?a en cuanto se les presente la oportunidad.
Y es verdad tambi¨¦n que no son ideol¨®gicamente equiparables, pues en cuestiones de g¨¦nero, de salud o educaci¨®n la distancia entre ellos resulta abismal. Pero ambos son responsables al alim¨®n de imponer un brutal austericidio sobre las clases populares, y ambos se comportan con la misma opacidad culpable encubriendo sus flagrantes corruptelas. Lo cual podr¨ªa haberme aconsejado votar alguna candidatura alternativa, pero el remedio ser¨ªa peor que la enfermedad, pues si el bipartidismo retrocediese se impondr¨ªa con certeza la gran coalici¨®n. De ah¨ª la indiferencia entre la forma t¨¢cita o expresa del pacto a dos que nos gobierna en beneficio de las ¨¦lites institucionales.
En fin, la ¨²ltima raz¨®n para ir a votar hubiera sido por puro civismo. Pero ?por qu¨¦ habr¨ªamos de cumplir nuestro deber c¨ªvico cuando nuestros representantes lo incumplen a nuestra costa con tanta impunidad? Es verdad que la caridad cristiana exige poner la otra mejilla, pero la paciencia y la dignidad pol¨ªticas tambi¨¦n tienen l¨ªmites.
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