Un no y dos manifiestos
Los primeros pasos de Pedro Sánchez ponen de relieve su vocación ‘decisionista’
Antes de abandonar el local donde un grupo de amigos, militantes del PSE, comentaban la reciente victoria de Pedro Sánchez sobre Eduardo Madina, lancé una apuesta: Pedro no haría las primarias previstas y sería candidato a presidente. Los primeros pasos se han movido en esta dirección y ponen de relieve su vocación decisionista. Comienza un nuevo tiempo en el PSOE y la consigna de rechazar a Juncker se mueve en el mismo sentido, si bien en este caso con la connotación preocupante de que la voluntad de aportar “más socialismo” puede tener como contrapartida una menor reflexión. La matización del juicioso Ramón Jáuregui no debió de ser desoída. En una puja con las tiendas de “todo a cien” que le han salido por la izquierda, el PSOE lleva las de perder. Una abstención en Bruselas hubiera sido suficiente para afirmar la identidad.
También sorprende que considere como primer reto las elecciones administrativas y no el tema del día, la cuestión catalana. Ante la elección de Iceta en el PSC, sería útil un rápido encuentro para coordinar posiciones. Más aún cuando el tema acaba de ser puesto sobre el tapete, tanto por dos manifiestos casi simultáneos, como por la voluntad de mediación de los capitalistas catalanes. Todas las maniobras parecen desarrollarse en la oscuridad y padece la clarificación del problema. FAES y Alternativas tenían la posibilidad de organizar células de reflexión que dieran frutos más elaborados.
La estructura de Libres e iguales es bien sencilla: diguem no, pero en espa?ol. En su presentación, Vargas Llosa subrayó acertadamente la ausencia total de pluralismo en la gestión del tema por la Generalitat y sus medios. Por lo demás, resulta útil insistir en la defensa estricta de la Constitución; solo que la Constitución admite ser reformada. Tampoco el catalanismo ha sido siempre el mal absoluto; las bases de la afirmación nacional catalana son algo más que mitos.
En cuanto al manifiesto “del Café Gijón”, al margen de la imprecisa generalización inicial —nuestro Estado es cuasi federal y el tsunami soberanista se registra hoy en Catalu?a, no en Euskadi—, falta encarar abiertamente el tema catalán, que se desliza en las propuestas sin explicación suficiente y, de este modo, enturbia el significado del federalismo propuesto. También los empresarios catalanes son “federales”, claro, pero para lograr un concierto económico para Catalu?a, el “pacto fiscal”, que es todo lo contrario del federalismo. Vale la pena tener en cuenta la “ordinalidad”, pero no porque Catalu?a se empobrezca, sino porque la asimetría vigente entre aportación y recepción de recursos es injusta. De momento, tenemos la entrevista. Como me hizo notar Miguel Artola, un Congreso como el de Berlín hubiese evitado la I Guerra Mundial.
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