Demasiada sangre, demasiado olvido
En el paso del franquismo a la democracia se retorcieron pasados para poder avanzar en la reconciliaci¨®n
Quieren vender los nuevos y v¨ªrgenes profetas de la democracia ¨Cen pinza curiosa con la extrema derecha- que aquella transici¨®n del franquismo a la democracia no fue otra cosa que un chanchullo, un gatuperio o un cambalache entre sinverg¨¹enzas franquistas y sinverg¨¹enzas m¨¢s modernos, que so capa de nuevos dem¨®cratas, robaron la libertad y el aut¨¦ntico poder de representaci¨®n a ese pueblo al que una vez m¨¢s enga?aron. Bien. Solo algunos beatos ¨Cque los hay- ven en aquel periodo la esencia de la bondad, sin mezcla de mal alguno. Una tonter¨ªa, claro. Como pensar lo contrario, sin entender que entonces se hizo aquella reforma ¨Cpodr¨ªa haber tenido algunas variantes, por supuesto- porque nadie tuvo la fuerza necesaria para imponer la ruptura. Ninguno de los hoy profetas entiende que en aquellos a?os ni las urnas ni la calle acompa?aron a los revolucionarios. Se impuso la reforma por la fuerza de los votos, expresi¨®n libre del pueblo, y fracas¨® la ruptura porque nadie sigui¨® a quienes apostaban por acabar a sangre y fuego ¨Cliteral- con aquel vergonzoso franquismo.
?Digresiones te¨®ricas en esta serie? Creo que justificadas, porque aqu¨ª vamos a ver que aquella enga?ifa ¨Cdicen sus pur¨ªsimos detractores- se llev¨® la vida de casi 600 personas, sacrificadas por la violencia asesina de quienes s¨ª quer¨ªan la ruptura o quienes se opon¨ªan a la reforma. Mariano S¨¢nchez, en su complet¨ªsimo La Transici¨®n Sangrienta, Pen¨ªnsula, 2010, cifra el n¨²mero de v¨ªctimas de esos extremismos en 591 entre 1975 y 1983. Y los distribuye as¨ª: los grupos incontrolados de extrema derecha causaron 49 muertos; los grupos antiterroristas asesinaron a 16 personas, principalmente del entorno de ETA y el GRAPO; la represi¨®n policial le cost¨® la vida a 54 personas; 8 personas fueron asesinados en la c¨¢rcel o en comisar¨ªa; 51 murieron en enfrentamientos entre la Polic¨ªa y los grupos armados; ETA y el terrorismo de izquierdas asesin¨® a 344 y el GRAPO a 51. Conviene grabarse en la memoria esos n¨²meros. Poco podr¨ªamos aportar a los repugnantes y repetidos atentados de ETA. Son conocidos e incluso la existencia de 500 presos de la banda da buena cuenta de su sa?a. Menos recordada, por no decir absolutamente borrada de la memoria colectiva, es la violencia policial o la actuaci¨®n de los grupos de extrema derecha, en ocasiones coordinada o dirigida desde los mismos servicios secretos de los Gobiernos de la Transici¨®n. En esos grupos hab¨ªa italianos de los grupos fascistas que tanta muerte sembraron en su pa¨ªs, o ultraderechistas argentinos que hab¨ªan trabajado en el exterminio directo de opositores a los militares, todos ellos cari?osamente acogidos y amparados, incluso econ¨®micamente, por los responsables de las alcantarillas posfranquistas, refugiados en el llamado SECED (Servicio Central de Documentaci¨®n).
Quiz¨¢ podr¨ªamos seleccionar algunos casos de la ¨¦poca y as¨ª resumir en ejemplos, como en los libros escolares, la brutal violencia de la ¨¦poca. Para empezar, las fuerzas de orden p¨²blico, responsables de m¨¢s de esas 100 muertes, que eran, por decirlo con suavidad, de aquella manera. El general Jos¨¦ Antonio S¨¢enz de Santamar¨ªa, que tuvo a su cargo en distintos cometidos a la Polic¨ªa y la Guardia Civil durante aquellos a?os, le confesaba lo siguiente a Diego Carcedo, El general que cambi¨® de bando, Temas de Hoy, 2004: ¡°Tanto la polic¨ªa como la Guardia Civil apretaban el gatillo con bastante facilidad. Las manifestaciones sol¨ªan ser disueltas a tiro limpio y era muy frecuente que acabasen con las calles ensangrentadas [¡] La polic¨ªa armada no estaba preparada para mantener el orden en las manifestaciones sino para reprimirlas¡±. Desgraciadamente, pudieron comprobarlo en Vitoria el 3 de marzo de 1976.
LO QUE DIJO (Y SUFRI?) EL PA?S
El 30 de octubre de 1978, un d¨ªa antes de que las Cortes aprobaran la Constituci¨®n hoy vigente, estalla un paquete postal en la conserjer¨ªa de EL PA?S. En el momento de abrirlo, tres trabajadores resultaron heridos, dos de ellos grav¨ªsimamente. El conserje Andr¨¦s Fraguas, de 19 a?os, muri¨® a los dos d¨ªas. Juan Antonio Sampedro, jefe de los Servicios Generales, se qued¨® sin mano izquierda, destrozada la derecha y secuelas irreversibles en cara y ojos. Carlos Barranco sufri¨® heridas menores.
Este es un p¨¢rrafo del editorial que bajo el t¨ªtulo No tenemos miedo public¨® EL PA?S el 31 de octubre:
¡°El atentado contra la vida de nuestros compa?eros -realizado de una manera tan cobarde como vil- lo es contra la vida de todos los hombres de bien. Por eso, ante los cuerpos destrozados de estos trabajadores de EL PA?S hacemos hoy m¨¢s firme nuestra decisi¨®n de seguir trabajando por la causa de la libertad. Desde el comienzo de la transici¨®n, y coincidiendo con cada hito significativo de la democracia, los profesionales del asesinato pol¨ªtico han venido asolando a nuestro pa¨ªs y reg¨¢ndolo de sangre inocente (¡) Si la prensa es hoy atacada es porque la prensa es el reflejo y el motor de un cuerpo social vivo, de un pa¨ªs en marcha hacia la conquista de sus libertades y de sus derechos. ?Podemos decir hoy que a pesar de todo estamos convencidos de la irreversibilidad del proceso democr¨¢tico, de lo in¨²til a medio plazo de esta alocada violencia que nos consume y de la decisi¨®n palpable de nuestras fuerzas sociales representativas para seguir adelante?¡±
Estrambote final. El 9 de setiembre de 2005, Jorge A. Rodr¨ªguez firmaba la siguiente informaci¨®n en este peri¨®dico: ¡°Pedro Bel Fern¨¢ndez, de 45 a?os, condenado a 30 a?os de c¨¢rcel por el atentado perpetrado contra EL PA?S el 30 de octubre de 1978 por un grupo de ultraderecha (en el que falleci¨® un trabajador y dos resultaron heridos), ha aprobado una oposici¨®n para funcionario de prisiones y en la actualidad est¨¢ de pr¨¢cticas en un centro penitenciario¡±.
Ese d¨ªa, un numeroso grupo de trabajadores celebraba una asamblea en la iglesia de San Francisco de As¨ªs, en el barrio obrero de Zaramaga. La Polic¨ªa Nacional lanz¨® numerosos botes de humo en el interior, que obligaron a los obreros a salir, alguno ya medio asfixiado. A la salida, un grupo de polic¨ªas les mol¨ªan a palos por las alas, mientras que por el frente se les recibi¨® con m¨¢s de mil tiros, como posteriormente se pudo leer en las grabaciones policiales. Murieron ocho trabajadores. Manuel Fraga era entonces el ministro de la Gobernaci¨®n, el equivalente a Interior. Nadie, absolutamente nadie asumi¨® la responsabilidad de aquella matanza.
?La extrema derecha? Servir¨¢, seguro, el ametrallamiento de los abogados laboristas del bufete de la madrile?a calle de Atocha, n¨²mero 55. Un comando ultraderechista entr¨® en el despacho, buscando a un dirigente de CC OO que hab¨ªa salido minutos antes. No les import¨®. Vaciaron los cargadores de la Browning F/N 9 mm. Parabellum y de la Star sobre los abogados que se encontraban en el despacho: Cinco muertos y cuatro heridos muy graves. Una de ellas era la esposa de uno de los muertos. La investigaci¨®n policial y judicial dur¨® m¨¢s de lo previsto y tuvo que salvar muchos escollos. Como reconocer¨ªa a?os despu¨¦s el entonces ministro del Interior, Rodolfo Mart¨ªn Villa: ¡°No estaba tan claro que la polic¨ªa quisiera detener a los asesinos¡±.
Finalmente, los pistoleros corrieron distinta suerte. Fernando Lerdo de Tejada, miembro de una muy buena familia del r¨¦gimen, amigada con Blas Pi?ar, se fug¨® durante un vergonzante permiso que se le concedi¨® antes del juicio. Jos¨¦ Fern¨¢ndez Cerr¨¢ y Carlos Garc¨ªa Juli¨¢ fueron condenados a 193 a?os de prisi¨®n cada uno. El primero cumpli¨® 15 y el segundo, 14. Del primero nada se sabe; del segundo, fugado a Paraguay, se conocen sus trapicheos con el tr¨¢fico de drogas. Tambi¨¦n fueron condenados por facilitar las armas y dirigir el operativo veteranos falangistas, uno de ellos secretario del sindicato del Transporte franquista que presid¨ªa Vicente Garc¨ªa Ribes, padre de Juan Garc¨ªa Carr¨¦s, el civil del 23-F. Pero hubo, se supo en Italia en los a?os 90, otro integrante m¨¢s de aquel comando: Carlo Cicuttini, refugiado en Espa?a desde 1972 y relacionado con la red Gladio de la OTAN. Un ultraderechista italiano, de los muchos acogidos por los servicios secretos. Cicuttini fue condenado a cadena perpetua en Italia por numerosos atentados fascistas. Otros italianos, como Stefano Delle Chiaie, estuvieron muy presentes en muchos de los atentados ultraderechistas, incluido el Montejurra de 1976, recordado aqu¨ª hace bien poco con la publicaci¨®n del relato del inolvidable Ismael L¨®pez Mu?oz.
?Hablamos de los argentinos? Seleccionemos dos nombres: Rodolfo Eduardo Almir¨®n y Jorge Cesarsky. El primero fue un pez gordo de la ultraderechista Triple A. En su pa¨ªs estaba acusado de participar en varios asesinatos, entre ellos el de la fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, Noem¨ª Esther Gianotti de Molfino. Lleg¨® a Espa?a como escolta de Jos¨¦ L¨®pez Rega. Tambi¨¦n estuvo en Montejurra. Y redonde¨® su dilatada carrera como discreto escolta personal de Manuel Fraga. Descubierto por Cambio16 en 1983, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, el hoy ministro de Justicia, mano derecha entonces de Fraga, logr¨® que se secuestrara la revista. Cesarsky era verso m¨¢s suelto, extrovertido y un punto folcl¨®rico. Pero en 1977 fue detenido por el asesinato a tiros y a sangre fr¨ªa de Arturo Ruiz Garc¨ªa, un chaval de 19 a?os que estaba en los alrededores de la Gran V¨ªa madrile?a, donde ten¨ªa lugar una de las muchas manifestaciones de la ¨¦poca.
Este asesinato, ocurrido el 23 de enero de 1977, se enmarca en una semana terrible que define el ambiente de una ¨¦poca marcada por el terror. Porque al d¨ªa siguiente, en un acto de protesta por la muerte de ese joven, un pesado bote de humo lanzado por los antidisturbios acab¨® con la vida de la veintea?era Mar¨ªa Luz N¨¢jera. Solo 24 horas despu¨¦s, el teniente general Emilio Villaescusa, presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, era secuestrado a las puertas de su domicilio de Madrid. Los autores fueron los GRAPO, que ya manten¨ªan en su poder desde diciembre a Antonio Mar¨ªa de Oriol, uno de los personajes m¨¢s connotados del franquismo. Y apenas 12 horas despu¨¦s de la muerte de la joven universitaria, el asesinato de los abogados que antes coment¨¢bamos.
Un ¨²ltimo recuerdo. El 1 de febrero de 1980, en el barrio de Aluche, un grupo de falsos polic¨ªas se llevaba a Yolanda Gonz¨¢lez Mart¨ªn, 19 a?os, representante de su centro profesional de Vallecas en la Coordinadora de Estudiantes. Pero ni Emilio Hell¨ªn ni Ignacio Abad, sus asesinos, eran polic¨ªas. Se responsabilizaron del asesinato con un comunicado firmado por el Batall¨®n Vasco Espa?ol, en base a la presunta militancia ¨Cabsolutamente falsa- de Yolanda en ETA. La trasladaron en coche, con la ayuda de m¨¢s ultras, entre ellos el jefe de seguridad de Fuerza Nueva, la organizaci¨®n de Blas Pi?ar, hasta un descampado. Golpeada salvajemente, Hell¨ªn le dispar¨® dos tiros con una P-38 Walther, 9 mil¨ªmetros, a unos 70 cent¨ªmetros de la cabeza. Ignacio Abad fue el encargado del tiro de gracia. Lo hizo con su pistola Star. Dos trabajadores encontraron su cad¨¢ver al d¨ªa siguiente en un camino rural.
La historia de Emilio Hell¨ªn, condenado a m¨¢s de 43 a?os, tiene un final interesante. El 24 de febrero de 2013, en una informaci¨®n firmada por Jos¨¦ Mar¨ªa Irujo, EL PA?S informaba de que Emilio Hell¨ªn, agazapado bajo el nombre de un presunto hermano, Luis Enrique, trabajaba en esas fechas para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Hab¨ªa pasado 14 a?os en prisi¨®n, con el par¨¦ntesis de una estramb¨®tica huida a Paraguay, donde sirvi¨® a la dictadura militar de Alfredo Stroessner. Vuelve a Espa?a en 1996.
Con ¨¦xito laboral, a lo que se ve.
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