El asilo de los millonarios
La suerte llega a la casa de mayores de Armunia, ubicada en un barrio gitano de Le¨®n

Esther del Pozo, de 88 a?os, dice que compr¨® el d¨¦cimo porque terminaba en siete, el n¨²mero que le gustaba a su marido. "Me dije: 'Este es el m¨ªo', aunque hab¨ªa quien dec¨ªa que era un n¨²mero feo". Ahora les parece el m¨¢s bonito de los 100.000, porque les ha tocado uno de los dos cuartos premios de la Loter¨ªa. Sus 20 euros ahora son 20.000.
"Lo malo es que no nos toc¨® el primero. Pero bueno, estamos felices. Al menos es algo". Elena de la Fuente, tambi¨¦n de 88 a?os, cuenta que ella vive feliz en la residencia de mayores de Armunia, en Le¨®n, donde las dos viven. Fue en la cafeter¨ªa del establecimiento donde compraron el d¨¦cimo que ahora las ha hecho "ricas", como bromean en la recepci¨®n del lugar, junto al bel¨¦n. Hablan con satisfacci¨®n de las terapias diarias para ejercitar la memoria, las excursiones en grupo y el personal. En total son unos 150 abuelos, contando a los que van al centro de d¨ªa. "Y casi todos se lo han ganado. Vamos, ser¨¢n muy poquitos los que no compraron", asegura Juan Cano Zambrano, de 84 a?os, que, por supuesto, tambi¨¦n gan¨®.
Elena dice que usar¨¢ parte de su dinero en las bodas de sus dos ahijadas. "En la ropa y los regalos. Soy la madrina, eh, no es cualquier cosa". Es diferente al plan que tiene Jessica Garc¨ªa, la due?a de la cafeter¨ªa del asilo que les vendi¨® el 07617. Ella tiene que "tapar agujeros" y ocuparse de su hija de cuatro meses. Solo ha estado ah¨ª desde mayo, pero ahora es popular por haber tra¨ªdo la suerte al pueblo. "Este es un barrio obrero, de gente muy humilde", dice detr¨¢s de la barra del bar, con el ruido de la celebraci¨®n todav¨ªa a su alrededor, aunque hace horas que cantaron su premio. "Muchos gitanos, gente muy trabajadora. Gente buena".
En eso coinciden todos. Cuando se re¨²nen en medio de la cafeter¨ªa para descorchar el cava parecen muy diferentes, pero en realidad no lo son. Unos cantan una marimorena aflamencada. Los otros solo sonr¨ªen mientras golpean sus bastones en el suelo. Da igual c¨®mo lo demuestren, la euforia es la misma.
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