La guerra qu¨ªmica en el Rif y su relaci¨®n con el c¨¢ncer
Es dif¨ªcil relacionar la iperita con la enfermedad por una¨²nica exposici¨®n
El 14 de febrero de 2007 se debati¨® en la Comisi¨®n constitucional del Congreso una propuesta no de ley presentada por ERC relativa a la utilizaci¨®n por Espa?a de armas qu¨ªmicas durante la guerra del Rif. ERC hab¨ªa organizado, ya el 26 de julio de 2006, en una sala del Congreso, una convocatoria de prensa para presentar, junto con varias asociaciones rife?as, el expediente sobre esos bombardeos y las medidas a tomar para reclamar la reparaci¨®n moral y econ¨®mica de los afectados, dentro de la Ley de la Memoria Hist¨®rica que el Parlamento espa?ol se propon¨ªa aprobar. Habiendo sido invitada por ERC, a propuesta de los rife?os, a exponer, en mi calidad de historiadora estudiosa del tema, lo que hab¨ªan significado esos bombardeos y los da?os causados a la poblaci¨®n civil, tratar¨¦ en las l¨ªneas que siguen de rectificar algunos errores e inexactitudes hist¨®ricos que por ah¨ª circulan.
Contrariamente a los que algunos piensan, Espa?a no fue el primer pa¨ªs que utiliz¨® gases t¨®xicos en una guerra. Antes lo hab¨ªan hecho en la I Guerra Mundial Alemania, Francia e Inglaterra. Si posteriormente los pa¨ªses vencedores decidieron abstenerse de emplearlos contra otros europeos; contra los pueblos colonizados no ten¨ªan ya los mismos escr¨²pulos: Inglaterra los utiliz¨® en Iraq en 1919-1920 y, despu¨¦s que Espa?a en el Rif, la Italia de Mussolini los utilizar¨ªa masivamente en Abisinia en 1935-1936. Eso s¨ª, Espa?a fue el primer pa¨ªs que utiliz¨® la aviaci¨®n para esos bombardeos.
Aunque fue a ra¨ªz de la Primera Guerra Mundial cuando los mandos militares espa?oles empezaron a considerar que ¨¦ste podr¨ªa ser el medio m¨¢s eficaz de acabar r¨¢pidamente con el conflicto b¨¦lico en el Rif y ahorrar vidas de soldados espa?oles, la idea se impuso definitivamente despu¨¦s del desastre de Annual para vengar las matanzas de espa?oles perpetradas en Zelu¨¢n, Nador y Monte Arruit, no por la resistencia rife?a, sino por bandas incontroladas de las cabilas pr¨®ximas a Melilla. Como Espa?a no fabricaba esos gases, ten¨ªa que obtenerlos en el extranjero. A los primeros procedentes de Francia no tardar¨ªan en seguir los de procedencia germana.
Espa?a no fue el primer pa¨ªs que utiliz¨® gases t¨®xicos en una guerra
Los gases t¨®xicos empezar¨ªan a utilizarse en campa?a en 1923, primero por la artiller¨ªa, y, despu¨¦s, por la aviaci¨®n. El ej¨¦rcito habr¨ªa deseado que fuesen masivos para causar el mayor da?o posible, f¨ªsico y material, as¨ª como para desmoralizar a los combatientes rife?os y a la poblaci¨®n civil, pero, por toda una serie de factores, algunos de orden t¨¦cnico y otros de orden pol¨ªtico, no llegaron a serlo. Todo parece indicar que fueron selectivos, sobre objetivos y cabilas muy concretos, en particular las del Rif central que constitu¨ªan el n¨²cleo duro de la resistencia rife?a, aunque tambi¨¦n alcanzaron a las de Gomara y a las de la regi¨®n occidental de Yebala. Iniciados antes de la dictadura de Primo de Rivera, bajo su Gobierno se intensificaron y duraron hasta el final de la guerra en julio de 1927.
Los gases utilizados fueron la cloropicrina, el fosgeno y, sobre todo, la iperita, que causaron numeros¨ªsimas v¨ªctimas no s¨®lo entre los combatientes, sino tambi¨¦n entre la poblaci¨®n civil. La iperita, agente vesicante, causa lesiones parecidas a quemaduras y ampollas en la piel, lesiones en los ojos, que pueden producir ceguera, y si se inhalan grandes concentraciones, ¨¦stas lesionan gravemente el tracto respiratorio y pueden causar la muerte. Determinar cu¨¢les ser¨ªan los posibles efectos de la iperita a largo plazo es m¨¢s dif¨ªcil, pues se necesitar¨ªa para ello un seguimiento de las personas afectadas, con el objeto de determinar si los problemas de salud que padecieron posteriormente, incluido el c¨¢ncer, fueron la consecuencia directa de esos bombardeos.
Si la iperita es una sustancia cancer¨ªgena, como lo prueba la mayor incidencia de procesos cancer¨ªgenos en obreros de f¨¢bricas que producen esta sustancia, es decir, en casos de exposiciones cr¨®nicas, es m¨¢s dif¨ªcil establecer una relaci¨®n causa-efecto en casos de una ¨²nica exposici¨®n o de exposiciones espor¨¢dicas, como las que se producen durante un bombardeo. Ser¨ªa, pues, aventurado afirmar que la mayor incidencia de casos de c¨¢ncer hoy en el Rif pueda atribuirse a los efectos de la iperita en la poblaci¨®n y en los descendientes de las personas que en los a?os 20 del pasado siglo resultaron afectadas por esos bombardeos. ?C¨®mo explicar los frecuentes casos de c¨¢ncer en los territorios del Rif oriental, pr¨®ximos a Melilla, en los que no hubo nunca bombardeos con gases t¨®xicos porque en 1923 ya hab¨ªan sido recuperados por el ej¨¦rcito, o en Uxda, en el antiguo Protectorado franc¨¦s, que tampoco los padeci¨®? La relaci¨®n causa-efecto que diversas asociaciones rife?as pretenden establecer entre los casos de c¨¢ncer en el Rif y los bombardeos con iperita de hace 90 a?os carece de toda base cient¨ªfica.
Es preciso evitar las especulaciones sensacionalistas y aportar pruebas s¨®lidamente documentadas en fuentes serias y fiables. No me parece que los miembros de estas asociaciones que organizan coloquios y congresos sobre el tema est¨¦n calificados para abordarlo con conocimiento de causa. Ninguno de estos ¡°expertos¡± ha puesto jam¨¢s los pies en un archivo. Debemos evitar una instrumentalizaci¨®n de la historia, que lleve a tergiversarla o hasta reinventarla para acomodarla a intereses ajenos a la b¨²squeda de la verdad hist¨®rica. Dicho esto, el que hoy se reconozca p¨²blicamente, despu¨¦s de tantos a?os de silencio y olvido, que Espa?a utiliz¨® gases t¨®xicos en la guerra del Rif es hacer justicia a la verdad hist¨®rica. No s¨®lo es preciso un reconocimiento p¨²blico, sino tambi¨¦n una condena. Como mejor podr¨ªa hoy Espa?a reparar colectivamente el da?o causado a los rife?os ser¨ªa incrementando sustancialmente la ayuda al desarrollo de la regi¨®n.
Mar¨ªa Rosa de Madariaga es autora de varias obras sobre Espa?a y Marruecos, como En el Barranco del Lobo.
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