¡°Salir, se sale. Olvidar es imposible¡±
Relatos de las mujeres que escapan de la violencia de g¨¦nero Consiguen salir de una epidemia de colosales dimensiones ocho de cada 10
?-Salir, se sale. Olvidar, es imposible. Me llamo Josefa Su¨¢rez y estoy viva.
Al otro lado del tel¨¦fono, la mujer repite peque?os mensajes que parecen apuntalar su reci¨¦n estrenada autoestima. Pepi tiene 55 a?os y, grabado a fuego en la memoria, un d¨ªa de agosto de 2013. El d¨ªa en que oy¨® a su pareja afilar un cuchillo en la cocina despu¨¦s de decirle que le iba a cortar el cuello.
-Nosotras no somos n¨²meros, somos valientes.
Pepi ya no vive en medio del miedo, del permanente estado de alerta, del aislamiento, del terror por la seguridad de los hijos, de la culpabilidad¡ Eso es lo que ha soportado durante cinco a?os. Igual que Ana Bella, que aguant¨® 11, Macarena, que resisti¨® 23. Ana, que vivi¨® un lustro de tortura.
Forman parte de esa inmensa mayor¨ªa de mujeres que logran salir de la rutina de golpes en la cabeza (esos que los maltratadores propinan ah¨ª para no dejar huellas visibles); de pedir perd¨®n tras haber sido molida a correazos o creer que eres t¨² y solo t¨², -tu torpeza, tu inanidad, tu esencia malvada- la culpable de destruir tu propia familia.
El 80% de las mujeres v¨ªctimas de violencia machista (las maltratadas f¨ªsica y/o ps¨ªquicamente por su pareja o expareja) escapan de ese infierno que se acuesta junto a ellas, seg¨²n los datos de la m¨¢s reciente macroencuesta realizada en Espa?a (2011, Ministerio de Igualdad). Ana, Ana Bella, Pepi y Macarena han logrado salir de una situaci¨®n de dimensiones espeluznantes: las vejaciones a las que han sido sometidas alguna vez una de cada 10 espa?olas mayores de 18 a?os. Es decir, m¨¢s de dos millones de mujeres, siempre seg¨²n los datos que proyecta la citada consulta (realizada con 8.000 entrevistas).
Se trata de una epidemia que ha causado desde 2001 864 muertes, seg¨²n los datos del servicio de Documentaci¨®n de EL PA?S, que recopila todos los asesinatos machistas desde dos a?os antes de que se registrara a nivel oficial. Una lacra que cuesta 10.000 millones de euros al a?o. Que est¨¢ afectando, en este instante, a 800.000 ni?os y ni?as que soportan la violencia hacia sus madres. Uno de cada 10.
La violencia machista es una suerte de iceberg del que solo atisbamos a ese pu?ado de mujeres que se atreven a contar su experiencia o el conjunto de las que acuden a la justicia. En 2013, el ¨²ltimo con datos disponibles, denunciaron a su pareja o expareja por malos tratos 124.893 mujeres. Y la cantidad de v¨ªctimas que se atreve a ir a la polic¨ªa desciende paulatinamente desde 2008, cuando se presentaron 142.124 denuncias. El Observatorio para la Violencia de G¨¦nero del Consejo General del Poder Judicial lo atribuye a la crisis econ¨®mica."Eso indica una falta de confianza en el sistema", advierte la psic¨®loga especializada Marta Ramos.Las asociaciones de mujeres citan ambos factores.
¡°Cuesta trabajo, pero se sale. Es el proceso de volver a quererse, porque te dejan sin autoestima ninguna¡±. Macarena Garc¨ªa tiene 46 a?os y desde el d¨ªa siguiente de que se llevara detenido a su marido la Guardia Civil sinti¨® el alivio de poder ir a la calle sin tener que estar mirando a todos lados por si aparec¨ªa. ¡°Estaba muerta en vida. Pero ¨¦l me amenazaba con que le iba a pasar algo a mi familia. Y cuando tuve hijos, que les iba a ocurrir algo a ellos. Llamaba a mi madre y le dec¨ªa, 'mam¨¢, qu¨¦ ganas tengo de irme contigo, pero no lo hago por mis ni?os¡±. Hoy Macarena trabaja los fines de semana para una gran marca de alimentaci¨®n, forma parte, como Pepi, de la Fundaci¨®n Ana Bella, una red de apoyo entre v¨ªctimas de violencia, y se pregunta c¨®mo ella, una mujer con formaci¨®n, auxiliar administrativa, pudo justificar un maltrato que empez¨® el d¨ªa antes de casarse. Y cuando fue consciente del fango en el que viv¨ªa era tanto el miedo, tan presentes las amenazas, que nunca llegaba a irse con esa maleta que prepar¨® m¨¢s de una vez.
Las mujeres escapan, pero casi siempre sin denunciar. ¡°Se separan y ya est¨¢. No quieren saber nada del agresor¡±, cuenta el forense Miguel Lorente, uno de los principales estudiosos del maltrato machista, exdelegado del Gobierno para la Violencia de G¨¦nero. Siete de cada 10 v¨ªctimas no acuden a la justicia. ¡°La situaci¨®n es tan compleja y distinta de un caso a otro que la cuesti¨®n no debe ser, denuncia, denuncia, denuncia¡±, sostiene el experto, ¡°m¨¢s bien: ¡®Mujer, act¨²a. Busca ayuda¡±¡¤
Pero la Ley de Medidas de Protecci¨®n Integral contra la Violencia de G¨¦nero, que ha cumplido 10 a?os, establece que para poder acceder al paraguas de ayudas hay que haber cumplimentado la denuncia. "Tendr¨ªa que funcionar un sistema de atenci¨®n a las v¨ªctimas en los servicios sociales y de salud", reclama Lorente.
¡°Lo que vienen a decirte es ¡®ay¨²dame, pero no me pidas que denuncie¡±, relata la psic¨®loga Marta Ramos, del Centro de Atenci¨®n, Recuperaci¨®n y Reinserci¨®n de Mujeres V¨ªctimas de Violencia de G¨¦nero de la Federaci¨®n de Mujeres Separadas y Divorciadas, ¡°se sienten responsables de la ruptura familiar y adem¨¢s tienen miedo¡±. Lo que demandan, explica Ramos, es ayuda, acogida, salida. No es raro que est¨¦n tan aturdidas que apenas puedan reconocer su situaci¨®n, asegura Rosa Escapa, la directora del centro. "Lo primero que vienen a decir es, ¡®no s¨¦ que me pasa¡¯. Y luego, ¡®tengo mucho miedo", dice Ramos. "Requiere unas semanas que recuperen su autonom¨ªa, algo que nosotros fomentamos, pretendemos que realicen peque?os tr¨¢mites, cosas que parecen simples pero que les cuestan un mundo. Es que han vivido durante a?os en permanente estado de alerta, sin poder relajarse". La psic¨®loga recuerda el caso de una mujer que no pod¨ªa salir sola a la calle, y menos realizar el encargo de algo tan simple como tomarse un caf¨¦ en un bar. ¡°Lo intent¨® varias veces, pero era incapaz. Un d¨ªa lleg¨® como transfigurada. ?Hab¨ªa consguido sentarse en una terraza! Y rompimos las dos a llorar¡±.
En el centro de la Federaci¨®n de Mujeres Separadas y Divorciadas, uno de los m¨¢s prestigiosos de Espa?a, se acoge simult¨¢neamente a 28 mujeres acompa?adas de sus hijos. All¨ª permanecen una media de 18 meses, asisten a terapia y tienen la posibilidad de completar su educaci¨®n o de trabajar. La estancia, por la crisis, muchas veces se alarga y los empleos que encuentran estas mujeres son muy b¨¢sicos, "temporales o de limpieza", recalca la psic¨®loga.
En este centro vivi¨® Ana. Ana, que hab¨ªa guardado pastillas de las que emple¨® para quitarse la leche para poder tom¨¢rselas todas juntas. Cre¨ªa de verdad ser tan mala como su novio dec¨ªa. Pero un d¨ªa se sent¨® a su lado una mujer con la que coincid¨ªa en el parque al que llevaba a sus hijos. "Me cont¨® su historia. Y era lo que yo estaba viviendo". Porque lo que sent¨ªa Ana (nombre supuesto de esta mujer boliviana de 34 a?os) era desgana, malestar y cansancio. Simplemante supon¨ªa que era tan in¨²til como pregonaba su pareja. Se escap¨®, pero dej¨® a sus hijos atr¨¢s. ?l retiene la custodia. A ella le hab¨ªa conocido en un prost¨ªbulo.. "No quiero alejarme mucho de la casa de acogida¡±, dice ahora, que vive en un piso compartido en Madrid. "Empec¨¦ a tomar decisiones con algo de miedito, con mucha inseguridad, esforz¨¢ndome. Ahora tengo dos trabajos, quedo con gente entre medias, voy a hacer senderismo". Ella, que se hab¨ªa quedado sin amigos y que en cinco a?os tuvo tres hijos.
Ana Bella Est¨¦vez, 42 a?os, ha ido m¨¢s all¨¢. Ha creado una fundaci¨®n, que lleva su nombre, en Mairena del Aljarafe (Sevilla) basada en la colaboraci¨®n entre supervivientes y que atiende a 1.200 v¨ªctimas a a?o. ¡°Queremos dar testimonio en positivo, ser agentes del cambio, para conseguir que las mujeres rompan el silencio¡±. Era una adolescente brillante, de matr¨ªcula, que se cas¨® a los 18 con un hombre que le doblaba la edad y que no quiso que ella estudiase. ¡°Once a?os despu¨¦s yo no sab¨ªa que estaba siendo maltratada, me pegaba con la correa y yo le ped¨ªa perd¨®n, me aislaba de los amigos y me dec¨ªa, ¡°si te pego es porque te quiero, si no, no lo har¨ªa¡±.
La mirada de un barrendero se convert¨ªa en un ojo morado, el baile con un familiar, forzado por el propio marido, se trocaba en golpes, la ca¨ªda al suelo de uno de los hijos en un tortazo¡ Hasta que un d¨ªa su pareja quer¨ªa que le firmase una suerte de contrato por el que permanecer¨ªa con ¨¦l pese a las palizas. Ella se neg¨®. Su ni?o de nueve meses rompi¨® a llorar. El clic. ¡°Le dije que s¨ª a todo pero esa noche cog¨ª a los cuatro ni?os y me vine para Sevilla¡±. De eso hace 13 a?os. Ahora, a trav¨¦s de la fundaci¨®n ofrecen viviendas de apoyo, formaci¨®n y trabajo a trav¨¦s de convenios con empresas, un proyecto, este ¨²ltimo, premiado a nivel internacional por los buenos resultados obtenidos por las mujeres empleadas. "Hemos demostrado que somos perseverantes y eficaces", cuanta Ana Bella, "formamos parte de la soluci¨®n".
Las que escapan y las que denuncian tampoco lo tienen f¨¢cil. Entre 2010 y 2013 la cifra de valoraciones de riesgo alto de maltrato cay¨® un 31% y la de riesgo extremo se redujo un 46%, seg¨²n datos del Ministerio del Interior solicitados por el PSOE. Estos dos diagn¨®sticos implican una vigilancia policial permanente de la v¨ªctima y del agresor. Las de riesgo medio, que solo exigen una vigilancia ocasional, crecieron un 3,1%. "Los recursos no aumentan, sino que disminuyen", se?ala Miguel Lorente, "o se rebajan esos medios o crece la distancia entre la mujer y donde puede acudir a conseguir ayuda". Al tiempo que decrecen las denuncias, lo hacen las ¨®rdenes de protecci¨®n desde 2008 (de 41.420 a 32.831 en 2013) y casi la mitad se deniegan. Los activistas denuncian que la creencia de que se utiliza la denuncia en los procesos de separaci¨®n para conseguir la custodia de los hijos o que muchas de esas denuncias son falsas hace mella. Pero la realidad es que desde 2008 solo se ha condenado a 24 mujeres (de medio mill¨®n de casos) por este hecho. Un 0,0045%.
?-Volver¨¦ a coger un tenedor. Volver¨¦ a escribir. Quiero mi vida.
El d¨ªa en que llam¨® a la polic¨ªa, Pepi se qued¨® paralizada. "Mi cuerpo empez¨® a temblar. Mi mano sigue temblando. La neur¨®loga dice que son las dos pero yo solo noto una". Pepi, bisabuela a los 55 a?os (fue madre muy joven), ya no puede trabajar de auxiliar de geriatr¨ªa. Vive con su nieta. Tiene miedo. Dice que su expareja se salta la orden de alejamiento cuando quiere. Dice que las mujeres de la fundaci¨®n Ana Bella le han salvado la vida. ¡°Sub¨ª varias veces a la azotea para tirarme, pero mi gato ven¨ªa conmigo y me empujaba¡±,
Porque de la violencia se sale. Pero con marcas. Todas las entrevistadas cuentan que dejaron de quererse. Que pensaban que no val¨ªan, que no eran capaces. "La mayor secuela es la sensaci¨®n de culpa, de ser responsable de tu propio fracaso", explica Miguel Lorente, "de un proyecto vital que se ha venido abajo en medio de una cultura que trata de justificarle a ¨¦l y culpabilizarte a t¨ª". "Lo peor es el miedo, la incapacidad de volver a confiar, la desconexi¨®n, el no volver a emocionarse", relata por su parte la psic¨®loga Marta Ramos. Una macroencuesta europea sobre violencia de g¨¦nero difundida en 2014 relataba las tremendas consecuencias psicol¨®gicas: ansiedad, depresi¨®n, extrema fragilidad, falta de autoestima...
?Y bien, ?c¨®mo acabar con esa amenaza?? Adem¨¢s de otras cosas, (m¨¢s medios, m¨¢s formaci¨®n en jueces y profesionales de salud), una palabra se repite obsesivamente: educaci¨®n, para modificar el machismo y para que el entorno reaccione como debe para detectar el maltrato; ¡°Educaci¨®n para evitar y cr¨ªtica para corregir¡± (Miguel Lorente) ¡°Que se desarrolle el pilar de Educaci¨®n de la Ley Integral¡± (Marta Ramos)¡°. "Lo mejor es educar en igualdad" (Ana Bella Est¨¦vez). ¡°Falta educaci¨®n desde peque?itos de que todos somos iguales y de que si tienes alg¨²n problema con alguna persona, existe el di¨¢logo¡± (Macarena Garc¨ªa).
"Una situacion tan estructural no se modifica en 10 a?os que lleva la ley", reflexiona Lorente, que siempre recuerda que por cada mujer vejada, hay un maltratador. Y que el hombre que no lo es no puede callarse.
-Salir, se sale. Desconfiadas, nos volvemos.
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