¡°Alguien deber¨ªa venir aqu¨ª para ayudarnos con el barro¡±
M¨¢s de 100 vecinos de la provincia de Zaragoza no han vuelto a¨²n a sus casas
El barro ha paralizado la vida de Vicente Mar¨ªas Romeo. A sus 78 a?os, este vecino del rural barrio de Alfocea, en Zaragoza, contempl¨® la pasada semana c¨®mo el agua inund¨® la primera planta de su casa, acab¨® con su coche y destroz¨® su garaje. D¨ªas despu¨¦s, el fango a¨²n sobrevive en su domicilio, inhabitable actualmente. ?l y su mujer, de 77 a?os, duermen desde entonces en un "pisito" que tienen en otra zona de la capital. Y esperan que le echen una mano para poder volver a su hogar. "Alguien deber¨ªa venir aqu¨ª para ayudarnos", exclama por tel¨¦fono.
El hombre espera que, antes o despu¨¦s, los operarios del Ayuntamiento le ayuden a paliar el "gran da?o" que provoc¨® la crecida del r¨ªo Ebro, que alcanz¨® los 2.610 metros c¨²bicos por segundo y los 6,10 metros de altura el pasado 2 de marzo. "Mis hijos me ayudar¨¢n. Pero aqu¨ª hay mucho trabajo. Aqu¨ª tenemos para varios d¨ªas", apostilla Mar¨ªas, este alba?il jubilado que habla con a?oranza de ese huerto ¡ª"para uso propio"¡ª que el barro destroz¨®. El mismo que acab¨® con las herramientas que guardaba en el garaje, y que cubri¨® su casa hasta la altura de la ventana de la planta baja.
Un historial de da?os que tambi¨¦n ha pasado factura en las granjas localizadas en la zona. El Gobierno de Arag¨®n ha informado este lunes, seg¨²n recoge Efe, que ya se han retirado m¨¢s de 9.000 animales muertos en las instalaciones ganaderas de la provincia de Zaragoza. Aunque a¨²n quedan por recoger cerca de 200 terneros de una explotaci¨®n en Boqui?eni, donde "era imposible acceder con maquinaria porque hab¨ªa puntos con hasta tres metros de profundidad de agua". Adem¨¢s, los vecinos de este municipio a¨²n no tienen agua potable; y m¨¢s de un centenar de personas de la provincia ¡ªcomo Vicente Mar¨ªas¡ª a¨²n no ha podido regresar a sus casas. Tambi¨¦n, varias carreteras permanecen cortadas.
"La crecida ha hecho mucho, mucho da?o", se lamenta el septuagenario, que revisaba en la tarde de este lunes los desperfectos de su casa. Cerca de all¨ª, Elisa Altemir observa el interior de su sal¨®n. En una zona donde, en algunos puntos, el agua a¨²n cubre hasta las rodillas; la mujer contempla, enfundada en un mono y sin separarse de las botas de agua, c¨®mo el barro desdibuja a¨²n el suelo de su vivienda, c¨®mo tir¨® su sof¨¢ y los muebles. Y levanta el brazo para se?alar la marca de la crecida: a la altura de su cabeza.
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