¡°ETA debe a la sociedad la entrega de su arsenal y su autodisoluci¨®n¡±
Uriarte es el representante de la Iglesia vasca m¨¢s comprometido con el final del terrorismo
Juan Mar¨ªa Uriarte (Fruniz, Bizkaia, 1933), te¨®logo y psic¨®logo, es el representante de la Iglesia vasca m¨¢s comprometido con el final del terrorismo. Obispo auxiliar de Bilbao de 1976 a 1991, con Monse?or A?overos, el prelado al que el presidente Arias Navarro quiso expulsar de Espa?a, al final del franquismo, por una homil¨ªa; Obispo de Zamora, entre 1991 y 2000, en cuya etapa particip¨® como intermediario entre el Gobierno de Aznar y ETA; de 2000 a 2010 fue Obispo de San Sebasti¨¢n, d¨®nde particip¨® en los proleg¨®menos del proceso de di¨¢logo entre el Gobierno Zapatero y la banda. Antes, en los a?os ochenta fue impulsor del movimiento contra la violencia Gesto por la Paz. Desde su residencia bilbaina mantiene una vida intelectual muy activa y sigue de cerca los acontecimientos relacionados con el final de ETA.
Pregunta. La consolidaci¨®n del final de ETA est¨¢ estancada. Sigue sin entregar las armas; los presos no avanzan en la reinserci¨®n individual y el Gobierno de Rajoy no los acerca a c¨¢rceles del Pa¨ªs Vasco. ?Quien debe dar el primer paso?
Respuesta. ETA debe a la sociedad la entrega de sus arsenales y su autodisoluci¨®n como grupo armado sin contrapartidas ni dilaciones. Y las instituciones y grupos de la sociedad, incluido el Gobierno, deben favorecer estos pasos que son necesarios para la paz plena y la reconciliaci¨®n.
P. ?Ve posible un desarme de ETA sin participaci¨®n del Estado, dada la renuncia del Gobierno?
R. Lo veo viable, aunque no ideal porque ETA ha planteado su combate como un desaf¨ªo al Estado. Por tanto, lo natural es que el desarme se realice ante el Estado. Conocemos las resistencias del Estado a aceptar este planteamiento. Pero estas resistencias deben estimular a buscar otros caminos. La sociedad vasca, su Gobierno e instancias internacionales solventes est¨¢n dispuestas a acoger y verificar. Ser¨ªa una buena noticia para la paz que ETA los aceptara como tales.
P. ?Ve posible alg¨²n avance en este terreno en este a?o electoral?
R. Los a?os cargados de elecciones no suelen ser propicios para avanzar en la concordia. Los partidos tienden a marcar la diferencia. Mis expectativas de avance en este a?o son escasas.
P. El posible cambio de Gobierno en Espa?a, con una previsible p¨¦rdida de la mayor¨ªa que tiene el PP ?puede abrir nuevas expectativas?
R. Parece que la izquierda abertzale cifra sus esperanzas en obtener de un hipot¨¦tico cambio de Gobierno, tras las elecciones, unas condiciones mejores de di¨¢logo y reciprocidad. Pero esta hip¨®tesis es todav¨ªa aleatoria y no podemos confiar con certeza en ella.
P. ?Cree que el Gobierno debe hablar con ETA para cerrar el ciclo? ?En qu¨¦ condiciones?
R. Alguna forma de contacto, siquiera indirecta, con un grupo que ha renunciado a la violencia no implicar¨ªa, en principio, ninguna indignidad ni debilidad con tal de que el Gobierno se mantenga en su sitio y exija a ETA que est¨¦ en el suyo y no en una situaci¨®n sim¨¦trica, de poder a poder. Ni de pretendida legitimidad.
P. Este Gobierno se opone a cualquier movimiento en pol¨ªtica penitenciaria ?Existe el riesgo de que esta situaci¨®n se pudra y tenga consecuencias en el Pa¨ªs Vasco?
R. Si la situaci¨®n se demorara mucho, existe el riesgo de que ETA en vez de entregar sus armas y autodisolverse en un acto p¨²blico, se fuera diluyendo paulatinamente. Esto no ser¨ªa bueno. La herida se cerrar¨ªa sin el suficiente drenaje previo. Esta ETA no va a volver. Pero si en su mundo actual y en su entorno quedara resentimiento y humillaci¨®n no es del todo improbable que a la larga se dieran brotes violentos, al menos espor¨¢dicos.
P. ?Que margen de actuaci¨®n tiene la ley con los presos, tras el cese definitivo de ETA?
R. Los presos deber¨ªan ayudar m¨¢s de lo que hacen para que se aplicara determinadas medidas con la petici¨®n individualizada de sus beneficios penitenciarios. Pero la pol¨ªtica penitenciaria, pensada para a?os duros, requiere una renovaci¨®n. Esto tendr¨ªa su repercusi¨®n en el tratamiento de los presos y en las resoluciones judiciales con lo que se superar¨ªa esta situaci¨®n de bloqueo.
P. La mayor¨ªa de los partidos vascos piden la libertad de Otegi. ?Usted qu¨¦ opina?
R. Creo que su gran influencia en el mundo abertzale ayudar¨ªa a avanzar en el proceso de reconciliaci¨®n.
P. ?Ve posible una reconciliaci¨®n en la sociedad vasca?
R. Yo albergo una neta esperanza humana y cristiana de que alcancemos un nivel de reconciliaci¨®n aceptable porque la plena reconciliaci¨®n es un don para la vida eterna. Pero no debemos conformarnos con una coexistencia no violenta en la que no existiera verdadera comunicaci¨®n en los grupos sociales ni ejercicio del perd¨®n ni un acuerdo sobre el patrimonio de valores que en aras del bien com¨²n todos hemos de respetar, promover y defender.
P. Toda una corriente de opini¨®n defiende que la paz deber ser con vencedores y vencidos.
R. No hay duda acerca de quien ha vencido en la confrontaci¨®n armada. Eso est¨¢ claro. Otra cosa es exhibir este hecho con reiteraci¨®n. No favorece los pasos ulteriores hacia la paz. Vincere ma non sopravincere. Es una sensata sentencia italiana.
P. ?Como puede compaginarse el respeto a las v¨ªctimas del terrorismo con la generosidad en el cumplimiento de la ley? Si la ley es generosa con los presos puede ofender a las v¨ªctimas. ?Es posible el equilibrio?
Los a?os cargados de elecciones no suelen ser propicios para avanzar en la concordia
R. Primero, cumpliendo con todas las v¨ªctimas nuestros deberes de memoria, de reparaci¨®n y de sanaci¨®n. Adem¨¢s, ateni¨¦ndose los jueces a lo prescrito en el art¨ªculo tres del C¨®digo Civil que establece que las normas se interpretar¨¢n seg¨²n la realidad del tiempo en que han de ser aplicadas. A los tiempos de plomo, despiadados e injustos, ha sucedido el tiempo del cese definitivo de la violencia. Hay un cambio cualitativo. Por tanto, a los jueces corresponde aplicar estas normas con mayor flexibilidad y adaptaci¨®n. Adem¨¢s, har¨ªa falta impregnar la verdad y la justicia, que son elementos imprescindibles para una paz humana, del esp¨ªritu reconciliador, que les ayude a deponer la tentaci¨®n de una b¨²squeda obsesiva de la verdad, como dec¨ªa Wolf, y de la aplicaci¨®n de la justicia pura y dura que, seg¨²n el propio Derecho Romano, deja de ser justa.
P. ?Cual debe ser el papel de las victimas?
R. Las victimas tienen toda la legitimidad para reclamar que se aclare toda la verdad, que se aplique la justicia, que se reconozca el mal que se les ha causado, que se les repare y que la memoria de los suyos perviva. Pero no es su papel dictar y condicionar en exceso la pol¨ªtica penitenciaria del Gobierno ni las resoluciones judiciales.
P. ?A que atribuye la tard¨ªa respuesta de las sociedad vasca al terrorismo de ETA? El propio Gobierno vasco ha hecho autocr¨ªtica en el 15 aniversario del asesinato de Fernando Buesa.
R. No se justifica a la luz de la ¨¦tica. Como todos los fen¨®menos humanos tiene su caldo de cultivo. El resentimiento y la humillaci¨®n, sentidos por un amplio sector de la poblaci¨®n durante la Guerra Civil, le predispuso, primero, a una mirada ben¨¦vola, despu¨¦s a una preocupaci¨®n no suficientemente activa. Esta actitud se produjo no s¨®lo en el nacionalismo. Ni en el Pacto de Ajuria Enea ni en el de Madrid hay una sola palabra sobre las v¨ªctimas. Tampoco la prensa le dedicaba especial atenci¨®n. La sociedad vasca tuvo un despertar activo tras el asesinato de Gregorio Ordo?ez.
P. A la propia Iglesia vasca se le ha acusado de equidistante. ?Comparte esta cr¨ªtica?
R. Un estudio critico sobre aspectos del comportamiento de la Iglesia reconoce que en nuestra sociedad, la Iglesia fue la primera en condenar los asesinatos de forma ininterrumpida. Pero tambi¨¦n es verdad que durante una ¨¦poca pusimos m¨¢s ¨¦nfasis en elaborar una ¨¦tica de la paz que en cultivar una sensibilidad con las v¨ªctimas. Con todo, quien mantenga la tesis de la equiparaci¨®n de la lucha de ETA y contra ETA le invito a que consulte las hemerotecas y nuestras cartas pastorales. No hay comparaci¨®n posible entre la contundencia y la frecuencia de nuestra reprobaci¨®n a ETA y las reservas criticas a ciertas violaciones graves de los derechos humanos por algunas instancias vinculadas, en mayor o menor grado, al Estado. Estas reservas criticas fueron interpretadas como equidistancia. Fue un error interpretativo que ha tenido fortuna, que dir¨ªa R. Allers.
P. ?Tiene tambi¨¦n el Estado que reconocer violaciones de derechos humanos?
R. Todos los que por acci¨®n u omisi¨®n no hemos sido fieles a todas las exigencias de la justicia, la paz y la reconciliaci¨®n debemos reconocerlo. El Estado dar¨ªa buen ejemplo si en el momento, contexto y manera que le pareciera oportuno reconociera los abusos cometidos bajo su cobertura.
P. Usted se sent¨® con representantes del Gobierno de Aznar y ETA en Suiza en mayo de 1999. ?Quien se lo pidi¨®?
R. La iniciativa la tom¨® ETA, aconsejada por la izquierda abertzale. El Gobierno de Aznar acept¨® sin demora la propuesta de que fuera intermediario. No fui mediador. Un mediador lleva la iniciativa y hace propuestas a las partes. Un intermediario se limita a preparar los contactos, a rebajar con su presencia los grados de desconfianza rec¨ªproca y a desatascar si es necesario el di¨¢logo cuando se encasquilla. Este ¨²ltimo fue mi papel, mejor o peor realizado, con todas las autorizaciones precisas.
El Estado dar¨ªa buen ejemplo si en el momento oportuno reconociera los abusos cometidos bajo su cobertura
P. Aznar suele decir que envi¨® a sus representantes a ese encuentro para decir a ETA que abandonara las armas y como ETA se neg¨®, se volvieron y cortaron el di¨¢logo. ?Fue as¨ª?
R. Sus representantes no se limitaron a esos t¨¦rminos y fue ETA quien cort¨® los contactos, a pesar de que los representantes del Gobierno quer¨ªan mantenerlos. Como casi siempre sucede, la versi¨®n oficial no coincide del todo con la real.
P. Se lleg¨® a decir que los representantes del Gobierno le pidieron confesi¨®n antes de la entrevista.
R. A mi no me consta. Otra cosa es que observara temblor tanto en unos como en otros. En esa situaci¨®n de temblor, era a m¨ª a quien correspond¨ªa generar serenidad y relativa seguridad de que aquello no iba a acabar en una tragedia. Me toc¨® jugar un papel tranquilizador. No lo olvidar¨¦ nunca.
P. ?Es cierto que no se dieron la mano?
R. Fue muy sobrio su encuentro. Y, sobre todo, no era solo signo de una postura neta y claramente enfrentada. El temor nos coh¨ªbe a todos e impide expresiones exteriores. Todos los relatos que he le¨ªdo sobre ese encuentro son sesgados. .
P. A su juicio ?Qu¨¦ efecto est¨¢ teniendo el papado de Francisco en la Iglesia?
R. Es lo mejor que nos ha pasado tras el Vaticano II. Con sus palabras y gestos ha dado un inmenso cr¨¦dito a sectores distantes de la Iglesia y de la fe. Ha purificado el Banco Vaticano. Est¨¢ empe?ado en hacer de la Curia romana un servicio subordinado al Papa y al conjunto de los obispos del mundo. Ha mostrado gran empatia hacia los pobres y actitudes recias ante quienes los oprimen. Trabaja con eficacia por la paz en el mundo. Sus palabras son entendidas. Su estilo de vida es muy sobrio. La inmensa mayor¨ªa de la Iglesia est¨¢ con ¨¦l, aunque existen algunas resistencias y temores. Su carta enc¨ªclica es todo un programa para toda la Iglesia.
P. ?Qu¨¦ consecuencias tiene para la Iglesia vasca que Ricardo Bl¨¢zquez sea presidente de la Conferencia Episcopal?
R. Sus quince a?os en Bilbao le han dado un conocimiento objetivo de la sociedad vasca, alejado de mitificaciones y demonizaciones. Con su moderaci¨®n y equilibrio puede ayudar a situarnos bien en el momento eclesial y social en que nos encontramos y a responder proactivamente ante ¨¦l. La Iglesia no puede permanecer indiferente ante lo que sucede en la sociedad. Se negar¨ªa a si misma. Debe hablar desde criterios evang¨¦licos. Pero tiene que participar. Lo dec¨ªa el Vaticano II. Los goces y las esperanzas; los temores y las desgracias de la humanidad son tambi¨¦n goces y esperanzas y temores de la Iglesia. Esto hay que materializarlo en un comportamiento sostenido y no reducirse a citarlo como una preciosa frase en el frontispicio de nuestras declaraciones.
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