La vida que resiste al asfalto
Las ciudades albergan inesperados ecosistemas de flora y fauna Los expertos reclaman proteger esta biodiversidad en un mundo cada vez m¨¢s urbano
Los transe¨²ntes andan con prisas, muchos mirando al suelo, en una plomiza ma?ana en el centro de Madrid. Pero Arantza Leal est¨¢ mirando al cielo, hacia un edificio alto en los alrededores del parque del Retiro. Est¨¢ buscando una pareja de halcones. Lleva un tiempo intentando ver en qu¨¦ piso han colocado su nido este a?o.
Hay, al menos, ocho parejas de estas rapaces protegidas en la ciudad m¨¢s poblada de Espa?a, con m¨¢s de tres millones de habitantes. El endurecimiento de las condiciones en su entorno natural hizo que estas aves se fueran acercando poco a poco a las ciudades, donde encuentran cobijo en las fachadas de esos edificios altos, comida en forma de palomas o cotorras y pocos enemigos que quieran com¨¦rselos a ellos, cuenta Leal, bi¨®loga de la ONG SEO Birdlife. ¡°Tambi¨¦n he llegado a ver alg¨²n azor y hasta buitres¡±, a?ade.
¡°La ciudad no es un desierto. De hecho, est¨¢ mucho m¨¢s habitada de lo que creemos¡±, a?ade Raimundo Real, catedr¨¢tico de Biolog¨ªa de la Universidad de M¨¢laga. El ser humano, explica, altera todo lo que le rodea, expulsando en su avance a muchas especies, pero dejando espacios abiertos para otras, creando nuevos, distintos ecosistemas de flora y de fauna compuesta por todo tipo de aves, peque?os mam¨ªferos (ratones, ardillas, conejos, erizos, murci¨¦lagos¡), anfibios (sapos, ranas, lagartijas¡), insectos¡ Y a los que se asoman cada vez especies m¨¢s inesperadas, como los buh¨®s reales o los zorros. Un estudio del a?o pasado dirigido por la Universidad de Rutgers (EEUU) hecho en 150 ciudades de todo el mundo calculaba que en cada urbe hay unas 112,5 especies de aves y 766 de ¨¢rboles y plantas. Y la mayor¨ªa son aut¨®ctonas.
Desde luego, estos h¨¢bitats, a partir de los oasis verdes p¨²blicos o privados, m¨¢s o menos grandes, en medio del asfalto, no son ni de lejos los m¨¢s amigables para fauna y flora; ese estudio de Rutgers dice tambi¨¦n que las ciudades solo acogen al 5% de las variedades vegetales y al 20% de las de aves. Pero en un mundo que se est¨¢ urbanizando a marchas forzadas (el 54% de la poblaci¨®n mundial reside en ¨¢reas urbanas y la ONU prev¨¦ que para 2050 llegar¨¢ al 66%), el inter¨¦s por estos espacios no hace m¨¢s que crecer y, con ¨¦l, las voces que impulsan estrategias de conservaci¨®n de esta biodiversidad urbana, empezando por la ONU y la Comisi¨®n Europea.
En Espa?a, hay Ayuntamientos que se lo han tomado en serio, como Santander, Barcelona o Vitoria, que cuentan con planes de conservaci¨®n de su biodiversidad. La capital vasca, de hecho, pertenece a una red creada por la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Virginia junto a ciudades como San Francisco, Birmingham, Oslo o Singapur.
Las razones que se ofrecen para cuidar esta biodiversidad son muy variadas. En el plan de Biodiversidad de Barcelona hablan de ¡°servicios de car¨¢cter ecol¨®gico, ambiental, social e incluso econ¨®mico¡± que van desde la ¨¦tica de la conservaci¨®n de la naturaleza, el bienestar f¨ªsico y mental de la poblaci¨®n, la disminuci¨®n de la contaminaci¨®n, la regulaci¨®n de las temperaturas y el ciclo del agua hasta la investigaci¨®n y la educaci¨®n, la generaci¨®n de plusval¨ªas para los inmuebles cercanos o el turismo.
Pero hay una b¨¢sica: la flora es el principal agente que capta CO2 y lo convierte en ox¨ªgeno, y tal vez las ciudades sean pulmones ¨ªnfimos comparados con otros, pero en ese mundo cada vez m¨¢s urbano deben poner su granito de arena, dice el concejal de Medio Ambiente de Barcelona, Joan Puigdollers. ¡°Se trata de aprovechar cualquier espacio: tejados, jardines, plazas, balcones...¡±.
El plan barcelon¨¦s insiste en que ¡°una infraestructura ecol¨®gica funciona como un sistema completo, con vida vegetal y vida animal¡±. Es decir, que se trata de dar el salto desde el espacio verde puramente decorativo y artificial hasta un ecosistema lo m¨¢s autosuficiente y vivo que sea posible. Lo que implica, por ejemplo, tener algunos ¨¢rboles viejos (con m¨¢s oquedades) y ¨¢reas con flores silvestres, en lugar de c¨¦spedes perfectamente rasurados y troncos inmaculados, para que puedan acoger todo tipo de bichos.
¡°Forman un todo con partes interdependientes. Cualquier p¨¦rdida es una p¨¦rdida para todo el conjunto¡±, explica el profesor Real sobre uno de los m¨¢s b¨¢sicos principios de la naturaleza de los ecosistemas, en los que cada vida est¨¢ relacionada con la de al lado. Las mariquitas se comen los pulgones que atacan a las plantas; los ruise?ores y muchas otras aves tambi¨¦n comen insectos que atacan las flores y a las personas; lo mismo que los sapos, que adem¨¢s mantienen limpios los estanques mientras son renacuajos; las aves rapaces nocturnas, por ejemplo, los mochuelos del Retiro de Madrid, controlan la poblaci¨®n de ratones, mientras, al lado y ya de d¨ªa, la pareja de halcones hace otro tanto con las palomas, que son un problema cuando hay demasiadas.
La conservaci¨®n de estos delicados equilibrios tiene grandes enemigos en la urbe: aparte de los evidentes de ese entorno hostil, son el maltrato de espacios verdes (fumigaciones masivas, talas mal hechas) y las especies invasoras de animales ex¨®ticos como tortugas, cotorras...
Lo explican Juan Carlos del Moral y Luis Mart¨ªnez de SEO Birdlife, en Pr¨ªncipe P¨ªo, a la entrada de la Casa de Campo, un gran pulm¨®n verde en la zona oeste de la ciudad de Madrid. Se?alan la zona donde a finales de los a?os setenta se localizaron los primeros nidos de cotorras argentinas. Eran una especie muy popular, y la gente la compraba para tenerla en casa. Pero algunas se escaparon y muchas otras se soltaron porque emiten un fuerte y molesto ruido. Que se lo digan a los vecinos que ahora las sufren, convertidas hoy, en una especie invasora, un enorme problema del tama?o de miles de parejas, cuyos nidos estropean los ¨¢rboles. ¡°Se podr¨ªa haber atajado f¨¢cilmente si se hubiera actuado a tiempo; ahora, que las administraciones nos piden estrategias, son un problema que costar¨¢ mucho dinero resolver¡±, dice Del Moral.
Aparte de las cotorras, hay cig¨¹e?as, vencejos, lavandera blanca, estorninos, carboneros¡ El o¨ªdo y la vista entrenados de Mart¨ªnez y Del Moral reconocen hasta una quincena de especies de aves en un peque?o paseo entre la zona verde creado en el entorno del r¨ªo Manzanares y la entrada de la Casa de Campo. Pero tambi¨¦n marcan faltas: la falta de una ribera en el r¨ªo, la ausencia de flores en las zonas de c¨¦sped¡ Las aves, dicen, son un buen bioindicador. Por ejemplo, el estudio de la sangre del gorri¨®n com¨²n es muy ¨²til para medir la calidad del aire, seg¨²n una investigaci¨®n de la Universidad Complutense.
Esta especie est¨¢ en serio declive en muchas ciudades, tambi¨¦n Madrid por diversas razones (pesticidas, talas...). A pesar de todo, los hay resistentes, como se puede ver estos d¨ªas en Madrid, llena de bandadas de aves migratorias. Por ejemplo, hay una de vencejos procedentes de ?frica sobre los edificios que est¨¢n frente a la estaci¨®n de Pr¨ªncipe P¨ªo. Son muchos, aunque la mayor¨ªa de transe¨²ntes cruzan r¨¢pido las aceras sin reparar en este curioso animal que se pasa la mayor parte de su vida volando: comen, duermen y copulan en el aire; solo se posan para incubar y criar a sus polluelos. Cuando llegue el calor, ser¨¢n un gran aliado porque se comer¨¢n una gran cantidad de molestos insectos como mosquitos, moscas y polillas.
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