Contra la banalizaci¨®n del riesgo
La solidaridad se resquebraja a medida que crece el n¨²mero de los deportistas de riesgo. Antes de aventurarse, conviene saber que el Estado no cubre los rescates en el extranjero
La desgracia del ca?¨®n del Wandras, en el Atlas marroqu¨ª,?en la que murieron dos de los tres espa?oles que ascend¨ªan por el r¨ªo sin que los equipos de rescate organizados desde Espa?a pudieran actuar hasta seis d¨ªas despu¨¦s de comunicada la alerta, ha dejado amargos interrogantes en el aire y algunos equ¨ªvocos ¡ª comenzando por la caracterizaci¨®n de la expedici¨®n¡ª algunos de los cuales pueden inducir adem¨¢s falsas expectativas. Sobre la expedici¨®n, ni eran espele¨®logos ¡ªsolo uno de ellos ten¨ªa la licencia¡ª, ni estaban practicando espeleolog¨ªa. Estaban haciendo barranquismo, una actividad para la que estaban sobradamente preparados, pero en un lugar muy dif¨ªcil y en condiciones clim¨¢ticas que requer¨ªan un material y una intendencia en caso de accidente de las que carecieron. Pese a todas las precauciones, los imponderables existen.
?Podr¨ªa haberse evitado la muerte de al menos uno de los expedicionarios? Probablemente s¨ª, pero esta cuesti¨®n est¨¢ pendiente de la investigaci¨®n judicial abierta en Marruecos. En todo caso, sobrecoge pensar que mientras uno de los dos monta?eros luchaba por sobrevivir en el fondo del barranco, los 16 miembros de un grupo de socorro desplazado hasta Marruecos por la?Federaci¨®n Andaluza de Espeleolog¨ªa no fueron autorizados a intervenir. El?Ministerio de Asuntos Exteriores flet¨® finalmente un avi¨®n con un equipo de ¨¦lite de la Guardia Civil, que fue quien finalmente culmin¨® el rescate. ?Es este el comportamiento habitual? ?Hasta d¨®nde ha de llegar la respuesta del Estado en los riesgos que libremente asumen quienes practican este tipo de actividades? ?Pueden los miles de espa?oles que practican monta?ismo y deportes de aventura en el extranjero esperar que el Estado les rescate fuera del pa¨ªs? La respuesta es no. No deben esperarlo. Fuentes del Ministerio de Interior reconocen que en la decisi¨®n de fletar el avi¨®n intervinieron dos factores clave: la buena relaci¨®n con Marruecos y el hecho de que dos de los miembros fueran polic¨ªas nacionales. Exteriores evita hablar del precedente que supone y remite a su p¨¢gina web. En el apartado? Instrucciones antes de viajar se especifican las precauciones que deben tomarse en cada zona y se advierte de que, de acuerdo con la Ley de Servicio Exterior, quienes viajen tendr¨¢n que atenerse a las normas y medios de rescate de cada pa¨ªs. Tambi¨¦n se advierte de que, si no se han seguido esas recomendaciones, se podr¨¢ pasar la minuta de los gastos ocasionados por el posible rescate.
Cuando se practican deportes de riesgo, lo aconsejable es estar federado, lo que incluye un seguro variable seg¨²n la zona en que se vayan a practicar. Y en caso de expediciones de algo riesgo es recomendable, seg¨²n Francesc Estorach, de la Federaci¨®n Espa?ola de Deportes de Monta?a, suscribir una prima adicional acorde con la dificultad de un previsible rescate. Hay que tener en cuenta que en algunas zonas del Himalaya, movilizar el ¨²nico helic¨®ptero disponible exige poner sobre la mesa 60.000 euros y solo activar la llave de contacto cuesta 7.000. Y que un rescate sin excesivas complicaciones en las Rocosas de Canad¨¢ o Estados Unidos, donde los servicios son privados, puede llegar a costar m¨¢s de 100.000 euros.
En todo caso, en los pa¨ªses con menos recursos no hay que esperar que los equipos de rescate hagan por un extranjero m¨¢s de lo que har¨ªan por un nacional. Hay que entender que las limitaciones del pa¨ªs forman parte de los imponderables que hay que tener en cuenta, igual que la climatolog¨ªa o la mala suerte. Cuando no hay seguro o este no es suficiente para cubrir los costes, las federaciones tratan de organizar igualmente el rescate, pero con los medios del pa¨ªs o los que pueden movilizar por solidaridad. Es el caso del espele¨®logo Cecilio L¨®pez, que qued¨® atrapado en septiembre en la cueva Inti Machay, en Per¨², gravemente herido, a 400 metros de profundidad. En su rescate participaron 57 personas desplazadas al lugar por el club de Madrid al que pertenec¨ªa, y pese a que la compa?¨ªa de seguros abon¨® el importe de la p¨®liza, esta cubr¨ªa solo una ¨ªnfima parte de los costes (24.000 euros), por lo que tuvo que organizar un crowdfunding para reunir 150.000 euros. Y eso que en este caso Per¨² no cobr¨® los medios aportados.
Casi siempre es la ley no escrita de la monta?a la que mueve voluntades. Como en el rescate fallido de ?scar P¨¦rez en 2009 en el Karak¨®rum. La expedici¨®n enviada por el Club Pe?a Guara, dirigida por Sebasti¨¢n ?lvaro, tuvo que desistir: no llegaban a tiempo de encontrarle vivo y seguir hubiera puesto en peligro a varios de los 18 monta?eros movilizados.
Afortunadamente, casi siempre salen voluntarios dispuestos a participar, incluso sufragando gastos. En contrapartida, esperan que alguien haga por ellos lo mismo si se encuentran en similar tesitura.
El teniente coronel Alberto Ayora Hirsch tiene una larga experiencia en rescates complicados. En 1996 particip¨® en el de un monta?ero que hab¨ªa quedado atrapado en el Karak¨®rum y que result¨® fallido. Pero 10 a?os m¨¢s tarde particip¨® en otro en el mismo lugar en el que lograron salvar a un compa?ero a 7.800 metros de altura. Ayora ha escrito dos libros sobre gesti¨®n de riesgo y trabaja en un protocolo general de seguridad. Est¨¢ convencido de que la posibilidad de sobrevivir depende de dos factores: de la adopci¨®n de patrones previos de reconocimiento, que incluyen estrategias de planificaci¨®n y prevenci¨®n, y de la capacidad y velocidad de la respuesta. La mayor¨ªa de las veces, las expediciones funcionan como grupos de amigos que se juntan para un objetivo, cuando en su opini¨®n lo apropiado ser¨ªa actuar como un equipo con unos mandos y unos protocolos claramente establecidos. Ayora considera muy importante que antes de salir se hayan asegurado las condiciones de un autorrescate y tener previsto c¨®mo movilizar un rescate organizado si existe esa posibilidad.
Pero el esp¨ªritu de responsabilidad y solidaridad que sol¨ªa regir entre los monta?eros se est¨¢ resquebrajando conforme m¨¢s gente se va sumando a los deportes de riesgo, a veces por puro aventurerismo. Se observa incluso una cierta tendencia a la banalizaci¨®n del riesgo en la confianza de que si van mal dadas, el helic¨®ptero aparecer¨¢ en 10 minutos. Algunos programas de televisi¨®n basados en la aventura contribuyen a esa banalizaci¨®n, haciendo aparecer como f¨¢cilmente asequibles actividades que requieren entrenamiento y preparaci¨®n. La ¨²ltima encuesta sobre h¨¢bitos deportivos realizada por el Consejo Superior de Deportes indica que cada vez se practican m¨¢s actividades de riesgo sin estar federado, lo que dificulta la transmisi¨®n de la cultura de la responsabilidad. A ello hay que sumar una cultura parad¨®jica respecto del riesgo, marcada por una gran tolerancia con los peligros libremente asumidos y los errores imputables a uno mismo, y una gran intolerancia con los riesgos y fallos atribuibles a otros. Hay quien puede subir un pico en condiciones clim¨¢ticas adversas o simplemente sin el calzado adecuado y, cuando se rompe el pie o cae por un barranco, considera intolerable que no le rescaten inmediatamente. Prescindiendo incluso de que en algunos de estos rescates, alguien puede estar poniendo su propia vida en peligro.
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