Un hombre remata a su mujer en el hospital en que estaba ingresada
La hiri¨® presuntamente hace un mes y fingi¨® que hab¨ªan sido unos desconocidos
Aniceto Rodr¨ªguez, un jubilado ourensano de 74 a?os, cosi¨® presuntamente a cuchilladas a su mujer, Isabel, mientras esta yac¨ªa en una cama del Complejo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO) recuper¨¢ndose de un traumatismo craneoencef¨¢lico que la hab¨ªa mantenido durante un mes en cuidados intensivos. La mujer, de 65 a?os, hab¨ªa recibido el 3 de abril un golpe brutal en la cabeza con un objeto de hierro en un episodio judicialmente aun no aclarado: su marido asegur¨® a la Guardia Civil que alguien hab¨ªa asaltado la vivienda familiar de Pazos, en las inmediaciones del municipio ourensano de Ver¨ªn, mientras ¨¦l dorm¨ªa en el piso superior y ella ve¨ªa la televisi¨®n en la planta baja. Pero tanto la Guardia Civil, que, seg¨²n fuentes sanitarias, acudi¨® a investigar estos d¨ªas al hospital, como los vecinos m¨¢s pr¨®ximos pusieron en duda su testimonio.
Cuando Isabel mejoraba ya en planta y estaba a punto de recobrar el habla, Aniceto, que la custodiaba d¨ªa y noche sentado en una silla a su lado, la dej¨® sin vida entre las s¨¢banas. Fue a las siete de la ma?ana de este viernes en la habitaci¨®n que ocupaba la mujer junto a otra enferma. Ella no pudo gritar porque le hab¨ªan practicado una traqueotom¨ªa. Inmediatamente, el presunto agresor se hiri¨® a s¨ª mismo con el cuchillo. Salv¨® su vida y pudo ser intervenido a tiempo. Nadie oy¨® nada hasta que una enfermera encontr¨® a la v¨ªctima ensangrentada en la cama. La compa?era de habitaci¨®n dorm¨ªa sola y bajo sedaci¨®n, as¨ª que tampoco se percat¨® de lo que sucedi¨® a su vecina.
¡°La mat¨® dos veces¡±. Clara, vecina y amiga de Isabel desde la infancia, repite con los ojos empa?ados esta sentencia mientras clava la mirada en la casa situada frente a la suya desde donde cada ma?ana Isabel le hac¨ªa un gesto para indicarle que pod¨ªan salir de caminata, o para ir por las tardes a la asociaci¨®n de mujeres del pueblo a entretener las horas.
¡°La mat¨® dos veces¡±, insiste la amiga recordando que, cuando la mujer fue agredida en la vivienda familiar, ¡°¨¦l sali¨® gritando: ?Me mataron a Isabel!¡±. Clara no tiene dudas: ¡°Ah¨ª ya la dio por muerta. Fue la primera vez¡±, concluye.
Clara cree que un episodio un poco anterior a aquella primera muerte de su amiga fue un aviso. ¡°La llev¨¦ yo al m¨¦dico porque ten¨ªa un golpe en un ojo y en una pierna. No parec¨ªa gran cosa pero ella estaba muy nerviosa. Dijo que se hab¨ªa ca¨ªdo y no paraba de maldecir su mala suerte. Entonces no lo entend¨ª¡±, lamenta. Como tampoco entendi¨® sus reservas. ¡°En nuestras caminatas habl¨¢bamos de nuestras vidas, pero ahora que lo pienso, ella apenas dec¨ªa nada de ¨¦l; ni bueno ni malo¡±.
En Pazos el dolor est¨¢ azuzado por el enorme desconcierto. Como Clara, nadie en el pueblo se explica c¨®mo no detectaron antes la presunta violencia de un hombre que todos consideraban encantador. Pero sobre todo, nadie se explica c¨®mo permitieron a Aniceto acompa?ar a su v¨ªctima en el hospital si la Guardia Civil ya sospechaba que la hab¨ªa agredido antes. ¡°Aqu¨ª entra quien quiere y cuando quiere: no hay control de seguridad¡±, denuncian fuentes de enfermer¨ªa del centro m¨¦dico. El hombre, en cualquier caso, hab¨ªa pasado la noche en la habitaci¨®n de la v¨ªctima.
Corona, prima de Isabel, apenas acierta a decir que ¡°parec¨ªan un matrimonio feliz¡±. ¡°Llevaban casados 26 a?os y parec¨ªa que ¨¦l la quer¨ªa¡±, insiste. Asegura que horas antes del crimen llam¨® por tel¨¦fono al presunto asesino para preguntar por su prima. ¡°Lo not¨¦ alegre. Me dijo que estaba muy contenta, que se recuperaba bien¡±. Unos d¨ªas antes, ella misma fue a visitarla ¡°y ¨¦l le acariciaba la mano¡±, comenta ahora estremecida. ¡°Era imposible sospechar. Yo a¨²n no me lo creo¡±, remacha. A Clara, sin embargo, no le convenci¨® el testimonio de Aniceto sobre la primera agresi¨®n. ¡°Los cristales rotos cayeron fuera del sal¨®n, no dentro y adem¨¢s no hab¨ªa pisadas en el acceso a la finca¡±, enumera la amiga algunas de las ¡°incongruencias¡± de la declaraci¨®n del supuesto agresor.
El Juzgado de Instrucci¨®n N¨²mero 1 de Ver¨ªn, al que se remitieron aquellas diligencias, ha asegurado que no recibi¨® petici¨®n formal de la Guardia Civil para emitir una orden de alejamiento. Reconoce que exist¨ªan indicios ¡°pero no pruebas¡± de violencia machista y aclara que no solicit¨® que se restringieran las visitas del marido al hospital porque, seg¨²n la ley, no se puede restringir la libertad b¨¢sica de una persona ¡°por una sospecha¡±.
Las diligencias del supuesto crimen han sido asumidas por el Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 3 de Ourense, que ha decretado el secreto. La polic¨ªa espera que el presunto agresor se recupere para tomarle declaraci¨®n. Mientras, Clara se pregunta c¨®mo dejaron sola a su amiga, ¡°c¨®mo no le dieron protecci¨®n¡±.
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