La historia de un secreto del holocausto que viaja en siete cajas
Una catalana descubre que 30 familiares murieron en el exterminio nazi Tras escribir un libro contando su historia, viaja por el mundo buscando parientes
En los ¨²ltimos a?os de su vida, Rosa olvid¨® el castellano. Solo hablaba en alem¨¢n y a veces gritaba sobresaltada, en su casa de Barcelona: ¡°?Viene la Gestapo!¡±. Su hija, Dory Sontheimer, trataba de calmarla pensando que eran desvar¨ªos de la enfermedad. Cuando el 7 de octubre de 2002, tras enterrar a Rosa, Sontheimer volvi¨® a la vivienda para hacer limpieza, se encontr¨®, en el altillo del armario de la que hab¨ªa sido su habitaci¨®n, siete cajas numeradas con la herencia que sus padres le hab¨ªan dejado: un doloroso secreto en forma de cartas, fotos y documentos que explicaban c¨®mo 30 miembros de la familia, entre ellos, sus abuelos maternos, hab¨ªan muerto en el holocausto. Tras escribir un libro,?Las siete cajas (Editorial Circe) con todo ese material, ha dedicado los ¨²ltimos meses a buscar a parientes de aquellas v¨ªctimas. Una labor casi detectivesca que la ha llevado por una decena de pa¨ªses.?
Rosa se llamaba en realidad Rosl. Sus padres la hab¨ªan enviado de Friburgo (Alemania) a Barcelona en 1933, cuando el acoso a los jud¨ªos ¡ªHitler era canciller desde ese enero¡ª empezaba a ser evidente. En Barcelona conoci¨® a Kurt, otro joven alem¨¢n al que su familia hab¨ªa mandado a Espa?a por id¨¦nticos motivos. En 1936 se casaron por lo civil. Y en agosto de 1939, por la Iglesia. Kurt y Rosl cambiaron de nombre (Conrado y Rosa) y religi¨®n para tratar de pasar desapercibidos en la Espa?a franquista. ¡°Franco hab¨ªa sido aliado de Hitler. Hu¨ªan del fascismo, pero aqu¨ª se encontraron una dictadura similar¡±, relata Sontheimer, de 69 a?os, que fue educada en el catolicismo y enviada a un colegio de monjas.
¡°Mis padres dejaron aquellas cajas numeradas y dentro, los documentos ordenados cronol¨®gicamente. Detr¨¢s de cada foto, mi padre hab¨ªa escrito el lugar, la fecha y los nombres de mis familiares. ?l escrib¨ªa a m¨¢quina y acompa?aba cada carta recibida con una copia de su contestaci¨®n. Quer¨ªan que yo conociera su historia, que resolviese ese puzle humano. Pero no lo hicieron en vida por miedo¡±, explica Sontheimer, farmac¨¦utica de formaci¨®n. Sus hijos le regalaron en 2006 su primer curso de narrativa para animarla a escribir el libro.?
Durante el d¨ªa, pasaba horas y horas leyendo el horror del que sus padres la hab¨ªan protegido siempre. Y por las noches, so?aba con lo que hab¨ªa le¨ªdo. Pasaban por su mente ¡ª ¡°como en una pel¨ªcula¡±¡ª las dram¨¢ticas escenas que relataban aquellas cartas y documentos; Su abuelo paterno, Max, que hab¨ªa sido c¨®nsul alem¨¢n en Cuba, metiendo su vida entera en una maleta, como muestra el listado oficial de las pertenencias con las que tuvo que abandonar su casa en Nuremberg con su mujer, Rosa, el 1 de abril de 1939: ¡°4 cubiertos, 1 cepillo peque?o, 4 pantalones, 3 camisas, 2 anillos de boda...¡±; Su abuela materna, Lina, trasladada al campo de Gurs el 27 de octubre de 1940 ¡ª ¡°Enviar urgente ropa caliente, zapatillas, v¨ªveres...¡±, pide en un telegrama¡ª y el 30 de agosto de 1942 al campo de Les Milles: ¡°Mi querido Kurt, como no s¨¦ si dentro de unas horas o d¨ªas nos trasladar¨¢n, deseo felicitarte por tu cumplea?os (...) Nunca pens¨¦ que a nuestra edad tendr¨ªamos que vivir esto y como la esperanza es lo ¨²ltimo que se pierde, espero que podamos ser rescatados en el ¨²ltimo momento. Por favor, no os preocup¨¦is m¨¢s¡±.
Lina nunca lleg¨® a conocer a su yerno. Muri¨® con su marido, Eduard, en las c¨¢maras de gas de Auschwitz. ¡°Mi abuela ten¨ªa entonces la edad que yo tengo ahora¡±, explica Sontheimer, emocion¨¢ndose.
Cuando termin¨® de leer, quiso saber m¨¢s. Devor¨® libros de historia y se puso a buscar a parientes de esa familia rota por el holocausto. ¡°En los ¨²ltimos meses, he viajado a Tel Aviv, a Buenos Aires, a Praga, a Boston, a Montreal, a Nueva York... y ahora voy a Londres. Gracias a esas siete cajas, mi familia ha crecido en 25 personas. Los reencuentros han sido muy emotivos¡±, explica.
Quiso pisar tambi¨¦n los escenarios del horror. Visit¨® Auschwitz ¡ª ¡°cont¨¦ los pasos que hab¨ªa desde el and¨¦n de la estaci¨®n hasta las c¨¢maras de gas: 1.350¡±¡ª y despu¨¦s los grandes museos sobre el holocausto, donde localiz¨® entre miles los nombres de sus familiares. ¡°Impresiona mucho. Siempre hay alguien al lado llorando y piensas: ¡®?Cu¨¢ntas familias destrozadas! ¡±.
Espa?a no les ayud¨®
Un reducido grupo de diplom¨¢ticos espa?oles, como ?ngel Sanz Briz, el ?ngel de Budapest, Sebasti¨¢n Romero Radigales, Fernando Canthal, Julio Palencia, Antonio Zuloaga o Bernardo Rolland, logr¨® salvar, contraviniendo la pol¨ªtica del r¨¦gimen franquista, a 8.000 jud¨ªos facilit¨¢ndoles visados, escondites y protecci¨®n. Lina Levi y Eduard Heilbruner, los abuelos maternos de Dory Sontheimer, no tuvieron la suerte de tropezar con uno de ellos, y murieron en las c¨¢maras de gas de Auschwitz.
Gran parte de la correspondencia que Sontheimer encontr¨® en esas siete cajas relata la desesperada b¨²squeda por un visado para huir a cualquier pa¨ªs: EEUU, Cuba, Espa?a...Su padre pidi¨® ayuda directamente al c¨®nsul general de Espa?a en Marsella, pero fue in¨²til.
El 28 de octubre de 1941, Lina recogi¨® en el consulado una carta en la que ten¨ªa depositadas todas sus esperanzas de supervivencia. Seis l¨ªneas la condenaron: "En respuesta a su carta del 21 de octubre, le informo de que el Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid me acaba de comunicar que la autorizaci¨®n para permanecer en Espa?a que hab¨ªa solicitado no se puede otorgar. Le ruego acepte mis respetuosos saludos. El c¨®nsul de Espa?a".
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