¡°No digas que eres sirio¡±
Los refugiados que entran en Melilla usan atuendos magreb¨ªes y abandonan su acento para burlar los controles policiales de Marruecos
La mujer recorre los ¨²ltimos metros de la tierra de nadie y va directa hasta el primer polic¨ªa espa?ol del puesto fronterizo de Beni Ensar, Melilla. Saca un pasaporte que tiene oculto en el bolso, se lo muestra al agente y pronuncia una ¨²nica palabra: ¡°Siria¡±. Viste prendas de estilo marroqu¨ª, luce tatuajes de henna en las manos y lleva unas grandes gafas de sol que revelan unos ojos intensamente azules cuando se las quita para demostrar que el documento es suyo.
Se llama Yir¨¢n y en breve pasar¨¢ a engrosar la lista de solicitantes de asilo en Espa?a. Una gran parte de ellos son sirios que en su huida de un pa¨ªs desgarrado por la guerra han dejado atr¨¢s sus hogares, seres queridos y ahorros. Su meta es Melilla, la puerta a Europa, pero para cruzar la frontera con m¨¢s probabilidades de ¨¦xito tienen que desprenderse tambi¨¦n de su identidad.
El problema no es tanto entrar en Espa?a como salir de Marruecos. ¡°No digas que eres sirio. Si lo haces la polic¨ªa marroqu¨ª no te deja pasar¡±, explica Alaa, otro refugiado que espera en la oficina de asilo espa?ola a que tramiten su solicitud. Cuenta que los refugiados sirios tratan de disimular su acento para que no delate su procedencia ante los agentes alau¨ªs. Y las mujeres evitan el uso de prendas originarias de su pa¨ªs. Si detectan que son sirios, les impiden el paso y no pueden llegar al puesto espa?ol para ejercer su derecho a pedir asilo.
Tatuajes de henna
Cuando a los refugiados se les pregunta por qu¨¦ la polic¨ªa marroqu¨ª act¨²a as¨ª, se encogen de hombros. Diversas organizaciones no gubernamentales han constatado que el paso marroqu¨ª ha sido cerrado temporalmente en, al menos, dos ocasiones durante la ¨²ltima semana para evitar el acceso a Espa?a de grupos de personas que dec¨ªan provenir de Siria.
Mientras llega el traductor al control fronterizo, la reci¨¦n llegada Yir¨¢n, que aparenta tener unos 50 a?os, se afana en mostrar las fotos de sus cuatro hijos, todos menores de edad. Uno de ellos ha logrado cruzar poco antes de ella. Solo. ¡°Se llama Rami, ?saben d¨®nde est¨¢?¡±, pregunta. Los otros tres permanecen en el lado marroqu¨ª, junto a su marido. A¨²n no han podido cruzar. Mira varias veces hacia el paso fronterizo del pa¨ªs vecino, como si esperara verlos aparecer en cualquier momento. Al se?alarle los tatuajes de henna dice: ¡°Para la frontera¡±.
Un puente para llegar al norte de Europa
Cuando los refugiados logran atravesar la frontera de Melilla son internados en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) durante semanas, e incluso meses, hasta conseguir permiso para cruzar a la pen¨ªnsula en ferry. Una vez all¨ª pueden moverse libremente por el espacio com¨²n europeo y trasladarse a otros pa¨ªses.
Los testimonios recabados por EL PA?S entre los sirios internados en el CETI, y en la propia frontera, coinciden en que su intenci¨®n de llegar a Espa?a no es otra que la posibilidad de desplazarse a otros Estados europeos, especialmente Alemania y los pa¨ªses escandinavos.
Su motivo es que en estos pa¨ªses ya existe una di¨¢spora siria con la que mantienen v¨ªnculos familiares y culturales. Otra de las explicaciones que dan es que Espa?a no ofrece prestaciones econ¨®micas ni sociales suficientes como para poder instalarse e iniciar una nueva vida.
En la oficina para solicitar asilo, Alaa comenta que ¨¦l es de Hama. Junto a ¨¦l hay dos menores de Damasco que son hermanos, y que esperan sentados a que su madre tramite la solicitud de asilo. No son los hijos de Alaa; ¨¦l no tiene ninguno, pero su mujer sigue en Siria. ¡°Ella quiere salir y yo quiero traerla, pero no s¨¦ qu¨¦ hacer¡±, comenta en ingl¨¦s. Este joven explica que pag¨® 700 euros a un marroqu¨ª que le asegur¨® que ten¨ªa contactos con la polic¨ªa y que podr¨ªa colarle. Cuando se acercaban a la frontera, de noche, narra que su pasador le amenaz¨® con una navaja para que le diera el dinero. Se pelearon, logr¨® escapar y prob¨® suerte durante varios d¨ªas hasta que, en un descuido de la vigilancia, logr¨® llegar al puesto fronterizo espa?ol.
Las dificultades que encuentran los refugiados para cruzar por la frontera est¨¢n sirviendo a las redes de traficantes locales para lucrarse. Jos¨¦ Palaz¨®n, activista de la ONG melillense Prodein y ganador del Premio Ortega y Gasset por su cobertura gr¨¢fica de los saltos de inmigrantes a la valla fronteriza, sostiene que ¡°en la frontera de Melilla el derecho a pedir asilo se compra¡±. Asegura que las familias que tienen dinero pasan sin problemas. Y que los precios que imponen las mafias fluct¨²an en el ¡°mercadeo¡± que se ha establecido al otro lado de la valla. ¡°Es una subasta¡±, dice.
500 euros para pasar
Varios refugiados refieren malos tratos por parte de la polic¨ªa marroqu¨ª. Es el caso de Tufaha, una mujer de unos 60 a?os que proviene de la ciudad siria de Homs. Se sienta en una explanada a pocos metros del CETI de Melilla, donde se alojan casi 1.700 refugiados a la espera de recibir permiso para ir a la pen¨ªnsula. Mientras machaca perejil para a?adir a una masa de croquetas de garbanzos, Tufaha cuenta que la polic¨ªa marroqu¨ª les ha pegado. Sus palabras provocan los asentimientos de varias mujeres. Un ni?o que juega cerca del fuego a?ade: ¡°A embarazadas, tambi¨¦n¡±.
Tufaha, que de vez en cuando tambi¨¦n remueve una sopa que se cuece en una improvisada fogata, cuenta que ha pagado 500 euros por pasar con un pasaporte marroqu¨ª alquilado. Tiene varios hijos en distintos pa¨ªses, algunos en tr¨¢nsito y dos de ellos que aguardan en Nador, junto al padre. Otros refugiados han pagado hasta mil euros por persona.
El tr¨¢fico es incesante las 24 horas en Beni Ensar. Pocos minutos despu¨¦s de Yir¨¢n, llega otra mujer y de nuevo sucede el mismo ritual que se repite una treintena de veces al d¨ªa: aparece un nuevo pasaporte y se escucha una ¨²nica palabra: ¡°Siria¡±.
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