Un debate diferencial para un tiempo nuevo
Un debate "presidencial" de 3+1 implica el reconocimiento de una nueva realidad pol¨ªtica, de la existencia de nuevos competidores y de un nuevo campo de juego
El debate de EL PA?S del 30 de noviembre m¨¢s que un debate distinto es el primer debate de un tiempo nuevo. Tal vez a las 23:01 de la noche del 30, reci¨¦n finalizado el debate, la gente se pregunte, simult¨¢neamente, dos cosas: qui¨¦n lo ha ganado y cu¨¢nto influir¨¢ su desarrollo en el resultado final, 20 d¨ªas despu¨¦s. Pero antes de responder a ambas preguntas ser¨ªa bueno que tuvieran en mente algunas consideraciones previas. Un debate "presidencial" de 3+1 (tres candidatos presentes y un ausente cuyo atril proporcionar¨¢ durante todo el tiempo memoria de su voluntaria ausencia) implica el reconocimiento de una nueva realidad pol¨ªtica, de la existencia de nuevos competidores y de un nuevo campo de juego. Significa, en suma, la constataci¨®n de que nos hallamos en un tiempo diferente.
En 1995, 16 a?os despu¨¦s del inicio de la Transici¨®n, Felipe Gonz¨¢lez y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar debatieron por primera vez en televisi¨®n. Presidente de Gobierno frente a l¨ªder de la oposici¨®n: el perfecto debate bipartidista de un tiempo bipartidista. Durante los a?os siguientes la pregunta de las campa?as era si iba o no a haber debate. No lo hubo ni en 1996 ni en 2000 porque Aznar se neg¨®. Tampoco en 2004 porque aquel a?o se neg¨® Rajoy.
La pregunta ahora es cu¨¢ntos debates habr¨¢ y, sobre todo, qui¨¦nes ser¨¢n los debatientes. Las ausencias de Rajoy en los debates del 30N en EL PA?S y del 7D en Atresmedia y su comparecencia el 14D solo con ¡ªy contra¡ª S¨¢nchez implica, m¨¢s all¨¢ de alergias y temores a debatir democr¨¢ticamente poco explicables, una fijaci¨®n mental bipartidista nada acorde con la realidad cotidiana del pa¨ªs y sus anhelos de oxigenar un modelo en v¨ªas de agotamiento.
Preguntarse qui¨¦n saldr¨¢ ganador el d¨ªa 30 cobra un nuevo sentido porque pueden ganar todos menos el ausente aunque este crea que los contendientes son solo semifinalistas de un torneo donde ¨¦l goza ya de la condici¨®n de finalista e, incluso, de ganador anticipado. El problema empieza a ser interpretar debates complejos con c¨®digos binarios (qui¨¦n gana / qui¨¦n pierde) propios de un paradigma evaluador ya periclitado. As¨ª las cosas, hay que entender el debate del d¨ªa 30 como un triunfo, tambi¨¦n anticipado, del multipartidismo que se avecina sobre el bipartidismo declinante.
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