¡°Bruselas tiene m¨¢s sentido que nunca¡±
Desde las inciertas promesas de cambio a la reforma de la Constituci¨®n, el ensayista traza un panorama de la situaci¨®n de la Espa?a previa a las elecciones
A V¨ªctor Lapuente (Chalamera, Huesca, 1976) le gusta reivindicar la pol¨ªtica peque?a, la que busca soluciones sobre el terreno, frente a la que enarbola mensajes mesi¨¢nicos que todo van a arreglarlo. Profesor en el Instituto para la Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), conoce de cerca el funcionamiento de las sociedades n¨®rdicas, que pasan por ser referentes de las bondades del Estado de bienestar, as¨ª que sabe de lo que habla cuando propone iniciativas que se basen en la experimentaci¨®n, el ensayo y el error frente a los grandes planes que invocan soluciones m¨¢gicas que van a servirle a todo el mundo. Es doctor en Ciencias Pol¨ªticas por la Universidad de Oxford y la Fundaci¨®n Juan March y ha publicado hace poco El retorno de los chamanes (Pen¨ªnsula), donde construye dos tipos ideales (esa suerte de aparatos te¨®ricos para comprender el mundo que utiliz¨® Max Weber) que permiten abordar la manera de hacer pol¨ªtica en nuestra ¨¦poca: el cham¨¢n, para quien ¡°la realidad debe ajustarse a una teor¨ªa preconcebida, lo que exige un af¨¢n controlador¡±, y la exploradora, para quien es la teor¨ªa ¡°la que debe ajustarse a sus experimentos¡± y que necesita, por tanto, ¡°probar cosas o que las cosas se prueben¡±.
Pregunta. ?Hay margen de maniobra para los pol¨ªticos en un espacio cada vez m¨¢s globalizado?
Respuesta. Hay m¨¢s margen de maniobra que nunca, pero quiz¨¢s no es tan obvio como hace unos a?os, y adem¨¢s cambia de sitio, con lo que los pol¨ªticos deben ser m¨¢s flexibles. El margen no est¨¢ tanto en los instrumentos cl¨¢sicos (pol¨ªticas monetarias o fiscales) como en mecanismos m¨¢s adecuados en una econom¨ªa del conocimiento (inversiones en capital humano).
P. ?No se abusa mucho de la promesa de ¡°cambiar¡± las cosas?
Coordenadas
Un libro. 'Historia de un alem¨¢n: Recuerdos 1914-1933', de Sebastian Haffner. Sobre c¨®mo la raz¨®n individual facilita la sinraz¨®n colectiva.
Una idea. "Hablamos demasiado de los pol¨ªticos y demasiado poco de las pol¨ªticas p¨²blicas".
Una certeza. "La duda y el escepticismo marcan el camino cierto".
R. S¨ª. Y puede ser enga?oso. Desde Oscar Wilde muchos han denunciado c¨®mo el conservadurismo se ha disfrazado a menudo bajo grandes esl¨®ganes de cambio. En pa¨ªses como Espa?a o Italia el cambio pol¨ªtico se entiende demasiado a menudo como un cambio de personas, o de partidos, y no de las instituciones. Las din¨¢micas perversas ¨Cpongamos la corrupci¨®n¨C tienden a sobrevivir porque los humanos somos animales institucionales: interiorizamos las pr¨¢cticas de nuestro entorno. En cierto sentido, lo nuestro con la corrupci¨®n es peor que la filosof¨ªa de El Gatopardo de que algo cambie para que todo siga igual; es m¨¢s bien que todo el mundo cambie para que todo siga igual y nada realmente cambie.
P. Habla en su libro de que el ¨¦xito de las pol¨ªticas es el resultado de c¨®mo las discutimos.
R. El reto es evitar grandes generalizaciones sobre los problemas, y soluciones, de Espa?a. Y desagregar las pol¨ªticas a sus unidades tratables m¨ªnimas. Para ello, debemos trabajar m¨¢s las palabras. Los creadores de opini¨®n debemos minimizar el uso de conceptos abstractos, como ¡°sistema¡± o ¡°modelo¡± y descender a la discusi¨®n de las alternativas pol¨ªticas concretas. No se trata solo de ¡°ser concreto¡±, porque en ocasiones soltar una ristra de medidas concretas es una forma m¨¢s efectiva de escapismo para los pol¨ªticos. Las cartas a los Reyes Magos que escriben los ni?os son muy concretas. Pero, claro, son irrealizables. La cuesti¨®n es adoptar una ¡°mentalidad comparativa¡±: evaluar la pol¨ªtica actual A con la alternativa realista B. Es aqu¨ª donde la figura del periodista pol¨ªtico adquiere una relevancia capital. Debe controlar la agenda de discusi¨®n y forzar a los pol¨ªticos a tomar partido. En lugar de ¨¢rbitro que deja jugar, debe ejercer de moderador. El periodista es un representante del ciudadano de a pie y, por tanto, responsable de que los pol¨ªticos muestren todas sus cartas.
¡°El periodista, como representante del ciudadano, es responsable de que los pol¨ªticos muestren sus cartas¡±
P. ?Est¨¢n bien planteadas las cosas en Catalu?a?
R. A lo largo del tiempo, Catalu?a ha basado su desarrollo, tanto en el sector privado como en el p¨²blico en la exploraci¨®n de alternativas m¨¢s all¨¢ de los convencionalismos ideol¨®gicos. Pero, durante los ¨²ltimos a?os, las mentalidades ecl¨¦cticas y esc¨¦pticas han sido reemplazadas por intelectuales ortodoxos y creyentes que ofrecen un diagn¨®stico y una soluci¨®n sencilla a todos los problemas: la independencia. No hay espacio para el matiz, para el mestizaje. Y en el resto de Espa?a, tambi¨¦n ganan enteros los creyentes. Como en los conflictos hist¨®ricos con final feliz, esto solo lo pueden arreglar los traidores, los herejes que se rebelan contra los dogmas de la tribu y proponen v¨ªas alternativas.
P. ?C¨®mo se enfrentar¨ªa a las grandes preocupaciones de los espa?oles que recoge el CIS para convertirlas en desaf¨ªos pol¨ªticos?
Una Constituci¨®n m¨¢s larga da m¨¢s problemas a un pa¨ªs que una m¨¢s corta. Cuanto m¨¢s obesa es una Constituci¨®n, m¨¢s lentamente se mover¨¢ la pol¨ªtica en un pa¨ªs
R. Cojamos la corrupci¨®n. Lo primero es diagnosticar adecuadamente el problema, porque nos podemos llevar una sorpresa. Si miramos los datos y comparamos Espa?a con los pa¨ªses de nuestro entorno nos daremos cuenta de que, a pesar de que tenemos unos problemas de corrupci¨®n muy importantes en determinadas instituciones, est¨¢n localizados. La corrupci¨®n es m¨ªnima en la gran mayor¨ªa de las interacciones cotidianas entre ciudadanos y las administraciones y servicios p¨²blicos, que es donde anida la corrupci¨®n en aquellos pa¨ªses donde s¨ª es sist¨¦mica. Sin embargo, el 95% de los espa?oles considera que la corrupci¨®n est¨¢ muy extendida en nuestro pa¨ªs. Al exagerar el diagn¨®stico, no somos capaces de focalizar el tratamiento all¨¢ donde es necesario. Pero es que, adem¨¢s, la pol¨ªtica se mueve m¨¢s por percepciones que por realidades objetivas, con lo que una percepci¨®n exagerada de un problema puede favorecer las soluciones exageradas y populistas.
P. Se habla mucho de reformar la Constituci¨®n. ?Tiene sentido?
R. Fruto de nuestra mentalidad legalista, entendemos que los problemas medianos se resuelven con leyes y los grandes con cambios constitucionales, como si por el simple hecho de volcar nuestra voluntad en un texto fu¨¦ramos a resolver un conflicto pol¨ªtico. Sabemos que, manteniendo todo constante, una Constituci¨®n m¨¢s larga da m¨¢s problemas a un pa¨ªs que una m¨¢s corta. Cuanto m¨¢s obesa es una Constituci¨®n, m¨¢s lentamente se mover¨¢ la pol¨ªtica en un pa¨ªs; y en un mundo globalizado necesitamos estabilidad, pero tambi¨¦n flexibilidad. Con lo que hay que tener mucho cuidado con las reformas que quieren ¡°actualizar¡± la Constituci¨®n, incluyendo derechos que queden muy bien, alivien la conciencia de los reformistas, pero que luego no se puedan garantizar de forma efectiva.
P. ?D¨®nde habr¨ªa que tocarla, si hay que tocarla?
R. Est¨¢ claro que la organizaci¨®n territorial del Estado no qued¨® resuelta en la Constituci¨®n del 78. Dicho esto, resulta dif¨ªcil definir un modelo territorial cerrado en una reforma constitucional que a¨²ne un consenso pol¨ªtico similar al de entonces. Es un reto muy complicado, pero s¨ª es posible el acuerdo en torno a unas reglas y mecanismos b¨¢sicos para resolver las cuestiones fundamentales.
P. ?Tiene todav¨ªa sentido el gran monstruo de Bruselas y sus pol¨ªticas?
R. Bruselas tiene m¨¢s sentido que nunca para asegurar una Europa competitiva en un mundo globalizado; por ejemplo, imponiendo una aut¨¦ntica unidad de mercado y la libre circulaci¨®n de bienes, servicios y personas. Pero, al mismo tiempo, hay que evitar la tentaci¨®n de uniformizar las pol¨ªticas p¨²blicas y cargarnos lo que realmente ha hecho hist¨®ricamente grande a Europa: que ha sido un laboratorio de pol¨ªticas p¨²blicas donde los pa¨ªses vecinos han aprendido mejores pr¨¢cticas los unos de los otros. De nuevo, la clave est¨¢ en dejar de pensar en una sola dimensi¨®n ideol¨®gica que ir¨ªa de m¨¢s a menos Europa, como les gusta hacer a los chamanes, tanto a los europe¨ªstas como a los euroesc¨¦pticos. Querer ¡°menos Europa¡± en una pol¨ªtica concreta (fiscal, laboral, etc.) no quiere decir ser menos ¡°europe¨ªsta¡±.
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