C¨®mo forzar y re¨ªrse del votante
Convergentes y ¡®cuperos¡¯ quiebran el principio representativo sin dar verdadera estabilidad
Artur Mas renuncia, aunque a medias: tutelar¨¢ desde el control del partido al heredero, Carles Puigdemont; pretende conseguir la poltrona que en su momento le apetezca ¡ªprobablemente la de gran embajador volante¡ª; y advierte de que supervisar¨¢ a sus verdugos arrepentidos de la CUP.
Aunque con esas limitaciones, la dimisi¨®n alcanza un valor de catarsis parecido al de unas elecciones, aunque a costa de que su funci¨®n de clarificar el mapa pol¨ªtico sea muy inferior.
Casi toda dimisi¨®n ¡ªlas honestas, las deshonrosas y las pluscuamperfectas¡ª se erige en hito se?alizador de un fracaso, de una imposibilidad o de una obsolescencia.
Y esta no es excepci¨®n. Pero el fracaso no es solo de Mas, sino de todo su proyecto, el proc¨¦s, entendido como un camino a la independencia ilegal, unilateral, minoritario y expr¨¦s. Podr¨¢n sus sucesores reincidir en ¨¦l e intentar insuflarle nueva vida, y a ello se aprestan, pero no es probable que si insisten en esas mismas est¨²pidas caracter¨ªsticas cosechen resultados mucho mejores.
Con la dimisi¨®n de ayer qued¨® certificado el triple fiasco de dicho proceso: de la estrategia independentista. Ni en las elecciones plebiscitarias del 27-S el plebiscito para irnos sali¨® ganador, pues nadie en el mundo (ni siquiera la CUP) as¨ª lo reconoci¨®, al concitar solo el 47,8% de los votos; ni la declaraci¨®n de ¡°desconexi¨®n¡± e insurgencia anunciando el 9-N la independencia a plazo y tres leyes capitales inmediatas (jam¨¢s escritas) fue sostenida unos pocos d¨ªas por sus patrocinadores; ni las elecciones como tales arrojaron una mayor¨ªa suficiente como para, siquiera, investir un nuevo presidente.
Para lograrlo ha habido que forzar procedimientos e instituciones hasta l¨ªmites escandalosos y en un escenario ya surreal: ha habido que rehacer en los despachos los resultados electorales de septiembre: como deletre¨® el cesante, lo que no nos dieron las urnas, lo hemos logrado ¡°por la negociaci¨®n¡±.
?C¨®mo? Forzando a un grupo ¡ªla antisistema CUP¡ª a renunciar a la mayor¨ªa de sus parlamentarios y dej¨¢ndose absorber ¡ªheroicamente¡ª a dos de sus componentes como aval de que acatar¨¢n a la mayor¨ªa.
Aunque se admiten apuestas sobre el futuro de esta congregaci¨®n verduga de Mas, no es seguro que el Tratado de Versalles que se le impone d¨¦ el resultado esperado de la estabilidad parlamentaria, jurada o no por escrito: ?la vida da muchas vueltas, muy deprisa y m¨¢s en el verdadero Dragon-Khan, este de verdad, de Catalu?a. Mejor no darlo por descontado.
Pero m¨¢s grave a¨²n que ese interrogante es el hecho cierto del tipo de reflejos de escasa densidad democr¨¢tica exhibidos por convergentes y cuperos. ?Alguien se ha preguntado por el da?o infligido a los derechos de los electores del grupo (aunque sea) extremista?
Votaron y resulta que sus elegidos contradicen en bloque el plan social que les prometieron aceptando una copia falsa, y encima se pasan en parte al grupo de Junts pel S¨ª, al enemigo capitalista. Para algunos ese desd¨¦n no vale un pimiento y as¨ª los electores ¡ªal igual que los votantes nacionalistas moderados¡ª aprender¨¢n en carne viva. Pero todo dem¨®crata debe sufrir cuando quiebra el principio representativo, tras haberlo hecho el de legalidad y el de seguridad jur¨ªdica.
Tambi¨¦n es previsible que sufra (a¨²n m¨¢s) el prestigio de la instituci¨®n de autogobierno, la Generalitat. El control a distancia del presidente que seguramente se investir¨¢ hoy (salvo ejercicios parlamentarios paralizadores), a cargo de su antecesor, desde la plataforma del partido, ser¨¢ quiz¨¢ ¨²til a Converg¨¨ncia, pero menos a los catalanes.
Para m¨¢s inri, el cesante asegur¨® que los beneficios de la operaci¨®n (que enumer¨®, sin ¨¦xito) superan a sus costes. ?Ignotos?: claro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.