¡°Yo quiero que me entierren con ¨¦l¡±

"Yo quiero que me entierren con ¨¦l...". Ascensi¨®n Mendieta ha logrado a los 90 a?os cumplir un deseo que ha ocupado casi toda su vida: sacar a su padre de la fosa com¨²n en la que yace desde el 15 de noviembre de 1939, cuando fue fusilado por las autoridades franquistas. Ella ten¨ªa entonces 13 a?os. Los 88 los cumpli¨® en un avi¨®n a Argentina, un pa¨ªs donde no conoc¨ªa a nadie y al que viaj¨® en noviembre de 2013 para hablar con una sola persona: la juez que investiga los cr¨ªmenes del franquismo desde 2010, tras el portazo del Tribunal Supremo a la causa abierta por Baltasar Garz¨®n. Fue en el despacho de la magistrada argentina Mar¨ªa Servini de Cubr¨ªa, a 10.000 kil¨®metros del hogar de Ascensi¨®n, desde donde se envi¨® el exhorto a Espa?a en febrero de 2014 para abrir la fosa. Los tr¨¢mites judiciales y administrativos se han prolongado casi dos a?os, pero esta mujer menuda que hoy no levantaba el ojo de la tierra est¨¢ acostumbrada a esperar. Eso s¨ª, ayer casi no durmi¨®. "Me despert¨¦ a las tres de la ma?ana y ya no pude volver a pegar ojo".

Llega al cementerio de Guadalajara, donde se encuentra la fosa, acompa?ada de sus hijas, Chon y Pilar, su nieta, y la abogada que present¨® su caso en Argentina, Ana Mesutti, quien cuenta, tuvo "el enorme privilegio" de darle la noticia de que por fin hab¨ªan conseguido todos los permisos. "Se puso a llorar desconsoladamente y ah¨ª entend¨ª de verdad lo que significa tener un familiar desaparecido".

Hace much¨ªsimo fr¨ªo, pero no hay forma de convencer a Ascensi¨®n para que vaya a tomar un caf¨¦ caliente. Tienen que llev¨¢rselo hasta la silla desde la que ahora ve llevarse en carretillas 76 a?os de tierra y olvido. "A mi padre lo enterraron de los primeros, debe estar al final de todo... Ahora lo voy a tener conmigo. Me voy tranquila, feliz".

Podr¨ªa haberse acomodado en la resignaci¨®n o hacer caso al cuerpo cuando le recordaba su edad, en forma de achaques, pero la voluntad de Ascensi¨®n era m¨¢s fuerte porque, como explic¨® muchas veces, no le daba miedo morirse, sino hacerlo antes de poder recuperar los restos de su padre o pensando que no hab¨ªa hecho todo lo posible para lograrlo. No sabe decir a cu¨¢ntas manifestaciones ha asistido para pedir ayuda para abrir las fosas del franquismo. A muchas fue con su hermana Paz, con la que le hubiera encantado compartir este momento, pero ella falleci¨® en 2012. En todas llevaba colgado del cuello un cartel con la fotograf¨ªa de sus padres.

"Mi madre se ha dejado sus ahorros, sus a?os y su vida en esto", explica Pilar Vargas, hija de Ascensi¨®n. Preguntada por qu¨¦ les dir¨ªan a los que les critican por remover el pasado responde: "Que se pongan en el pellejo de mi madre, que solo quiere los restos de su padre para hacerle un funeral y un entierro digno. Somos gente muy pac¨ªfica. No tenemos ning¨²n rencor". Lo primero que han encontrado al entrar en el cementerio ha sido un monumento a los ca¨ªdos del bando nacional lleno de flores con los colores de la bandera espa?ola.

Timoteo Mendieta ten¨ªa 41 a?os y siete hijos el d¨ªa que lo mataron. El m¨¢s peque?o a¨²n no caminaba. Era carnicero y, desde marzo de 1937, presidente de UGT en su pueblo, Saced¨®n (Guadalajara). "Los pobres no ten¨ªan dinero para comprar carne y los ricos no quer¨ªan comprar en el puesto de un rojo. No le daban trabajo tampoco en el campo por lo mismo", recuerda Vargas.

Cuando llamaron a su quinta, se incorpor¨® al ej¨¦rcito del bando republicano durante la Guerra Civil. Un vecino y un militar lo denunciaron y en un consejo de guerra sumar¨ªsimo fue condenado a muerte por "auxilio a la rebeli¨®n". Un d¨ªa, su mujer, Mar¨ªa, que viv¨ªa con sus hijos en Madrid desde el inicio del conflicto, recibi¨® un telegrama de su hermana: "Baja a Guadalajara, urgente". Todas las prisas no fueron suficientes. Cuando lleg¨®, recuerda Ascensi¨®n, "le dijeron que ya lo hab¨ªan enterrado".

Mar¨ªa se hab¨ªa casado con Timoteo en contra de sus padres, que no quer¨ªan un yerno de izquierdas, as¨ª que no la ayudaron. En Madrid vivi¨® durante alg¨²n tiempo con su suegra, su cu?ado y sus siete hijos. "Diez personas en una habitaci¨®n", recuerda Ascensi¨®n. El m¨¢s peque?o de sus hermanos dorm¨ªa en la tapa de un ba¨²l. Para sacar a su familia adelante cambiaba loza por jud¨ªas y fue detenida dos veces. En Guadalajara, en una fosa con otros 21 hombres fusilados entre el 16 de noviembre de 1939 y el 9 de marzo de 1940, qued¨® el amor de su vida. Hasta ahora.

Las tareas de exhumaci¨®n

El arque¨®logo Ren¨¦ Pacheco dirige las tareas de exhumaci¨®n, que pueden prolongarse 14 d¨ªas. El Gobierno de Mariano Rajoy elimin¨® las ayudas para la apertura de fosas del franquismo y la Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica (ARMH) sufraga estos trabajos gracias a donaciones como la de un sindicato de electricistas noruego o premios como el de ALBA, el grupo estadounidense de Archivos de la Brigada Abraham Lincoln, que, en colaboraci¨®n con la fundaci¨®n Puffin, entrega anualmente un galard¨®n para recordar la labor de los brigadistas internacionales que lucharon en la Guerra Civil.

Pacheco llama la atenci¨®n sobre un detalle importante. En esta exhumaci¨®n ha estado presente, durante unos minutos, un juez. Tambi¨¦n una fiscal. "En todas las fosas que abrimos avisamos al juzgado correspondiente del hallazgo de cuerpos con signos de muerte violenta, pero lamentablemente la justicia siempre dice que estos casos han prescrito y deja desamparadas a las familias", explica.

Familiares de otro de los fusilados enterrados en la misma fosa, como Hortensia Corral, se acercan a media ma?ana al cementerio. Quieren darle las gracias a esa mujer menuda que ha logrado que se abra la tierra, la ¨²nica que hoy no tiene fr¨ªo.