Para chulo, Mariano
Rajoy se muestra socarr¨®n y "sobrao", mientras que S¨¢nchez le recuerda que su tabla de salvaci¨®n va a ser Iglesias
Mariano Rajoy ejerci¨® de torero viejo, recurri¨® al oficio de parlamentario antiguo. Oratoria fluida, tensi¨®n dram¨¢tica, veneno. Era la r¨¦plica formal del discurso anorg¨¢smico de S¨¢nchez en la v¨ªspera, aunque el clamor incondicional de sus diputados requiri¨® forzar el sarcasmo. Porque estuvo chuleta y falt¨®n Mariano. Tan falt¨®n estuvo que se recre¨® en la vacuidad intelectual de Pedro S¨¢nchez. "Hasta ustedes lo entender¨¢n", condescend¨ªa una y otra vez el presidente en funciones cuando explicaba los motivos de su pasividad y los m¨¦ritos b¨ªblicos del Gobierno que nos sac¨® del pozo.
Fue el suyo un discurso intenso, costumbrista, incluso decimon¨®nico, raz¨®n por la cual Rajoy hizo acopio de expresiones en desuso. Habl¨® del rigod¨®n, por ejemplo. Y utiliz¨® el verbo tronchar, de tal forma que su alegato contra la investidura de Pedro S¨¢nchez trasladaba un olor a naftalina y a colonia preconciliar. Mariano Rajoy, en modo viejuno, evocaba el pacto de Guisando para ridiculizar el acuerdo de S¨¢nchez con Ciudadanos. Y se crec¨ªa en el cat¨¢logo de los improperios: un fraude, una mentira, un fracaso, un vodevil, una trampa, una verbena, un suced¨¢neo, una impostura.
La caricatura adquiri¨® empaque y resonancia porque Rajoy sabe manejarse en la tribuna. Estuvo socarr¨®n, gracioso, pero incurri¨® en la tentaci¨®n del onanismo dial¨¦ctico. Le daban ganas de aplaudirse a s¨ª mismo, orgulloso como estaba de la mordacidad y la pinturer¨ªa que amenizaban su perorata, siendo este sustantivo, perorata, un t¨¦rmino que podr¨ªa haber utilizado Rajoy en la dial¨¦ctica de diputado patricio.
Se pusieron de pie, para aclamarlo, los diputados populares. Y Rajoy se levant¨® del trono muy satisfecho consigo mismo, levantando la mano como si hubiera cortado una oreja, o las dos, como si hubiera apuntillado a S¨¢nchez en el ruedo. "Ah¨ª est¨¢ el le¨®n", proclama Yago cuando Otelo se humilla a sus pies en la obra de Shakespeare.
Fue un error y un exceso de arrogancia. El l¨ªder socialista reaccion¨® con reflejos al intercambio de golpes. No ya recordando que Rajoy se hab¨ªa abstra¨ªdo de sus responsabilidades, sino reflejando la gran paradoja del debate: Podemos y PP, desde las ant¨ªpodas, comparten el "no" a la investidura del l¨ªder socialista.
Por eso le dijo a Rajoy que su tabla de salvaci¨®n pol¨ªtica se la hab¨ªa proporcionado Iglesias, recuperando as¨ª el argumento vertebrador del discurso de investidura: la evacuaci¨®n del presidente del Gobierno requiere un acuerdo de mestizaje y promiscuidad. O Rajoy, o el cambio, reiter¨® S¨¢nchez en la refriega de los turnos.
Que dieron mucho de s¨ª cuando el veterano y el aspirante abusaron de utilizar al Rey como argumento arrojadizo. S¨¢nchez le reproch¨® a Rajoy haber eludido la obligaci¨®n de la investidura. Y Rajoy le reproch¨® a S¨¢nchez haber convertido su turno en una operaci¨®n de inter¨¦s personal, "sabiendo, como sab¨ªa, que la investidura era ficticia y rid¨ªcula". Se relam¨ªa el presidente del Gobierno con sus ocurrencias, quiz¨¢ no demasiado consciente de que tanta ret¨®rica retrospectiva y tantas reflexiones de incienso, demostraban que Rajoy pertenec¨ªa no ya a otra generaci¨®n, sino a otra ¨¦poca.
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