V¨¢yase, se?or Rajoy
El bloqueo pol¨ªtico, la salud del PP, el deber institucional, la p¨¦rdida de credibilidad y la corrupci¨®n predisponen a que se plantee abdicar
Habiendo dimitido un Rey y habi¨¦ndolo hecho un Papa, no debe exagerar Mariano Rajoy demasiado su devoci¨®n a la autocracia. La celebraron sus diputados haci¨¦ndolo saludar como a un torero en su discurso de "contrainvestidura" del mi¨¦rcoles, pero la lealtad al l¨ªder tanto se expone a la endogamia como a la fractura generacional que ha echado ra¨ªces en G¨¦nova y en algunas baron¨ªas. "No lo est¨¢bamos arropando, lo est¨¢bamos despidiendo", me confi¨® un delf¨ªn con suficientes galones. ?Es realmente as¨ª? Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar le dijo a Felipe Gonz¨¢lez lo que ahora se le podr¨ªa decir al presidente en funciones. V¨¢yase, se?or Rajoy. Por ocho razones.
1. El bloqueo. El ¨¦nfasis con que Albert Rivera cuestion¨® la idoneidad de Rajoy como interlocutor de un pacto a¨ªsla de manera inevitable al l¨ªder popular. Podr¨ªa negociarse con su partido, no puede negociarse con Rajoy. Es la raz¨®n por la que el presidente en funciones desliz¨® a Cameron en el ¨²ltimo consejo europeo que se avecinaban elecciones anticipadas. Una salida temeraria al problema que ¨¦l mismo representa. Rajoy tapona el atisbo de cualquier acuerdo -impl¨ªcito, expl¨ªcito- en el que puedan interesarse el PSOE y Ciudadanos.
2. El deber institucional. Mariano Rajoy no es un candidato m¨¢s, ni el l¨ªder de un partido. Es el presidente de Gobierno, aunque desempe?e la tarea en funciones y aspire a desempe?arlas hasta septiembre. Semejantes atribuciones le obligan a esmerar un ejercicio de responsabilidad pol¨ªtica. Prosaicamente, se llama altura de miras. Como jefe de Gobierno, Rajoy est¨¢ constre?ido a velar por los intereses del pa¨ªs. Evitar que se prolongue la incertidumbre. Reconocerse como problema.
3. La corrupci¨®n. Los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n han comprometido ¨²ltimamente los graneros electorales de Madrid y Valencia, socavando la credibilidad de Mariano Rajoy como timonel de G¨¦nova 13. ?l nombr¨® a Luis B¨¢rcenas y ha asumido todos los poderes del PP en los a?os en que han trascendido los casos de financiaci¨®n irregular. El PP ha llegado a calificarse judicialmente como una organizaci¨®n criminal. Se lo dijo Rivera: "Si no puede limpiar su partido, no puede ser el presidente de Espa?a". El PP necesita una catarsis para despojarse de la corrupci¨®n. De otro modo, la actualidad permanente de los esc¨¢ndalos orienta el punto de mira a la jerarqu¨ªa de Rajoy.
4. La salud del PP. Mariano Rajoy ha vinculado -encadenado- el porvenir del partido al propio. El problema es que la identificaci¨®n amenaza la salud del PP, tanto por su aislamiento en la situaci¨®n actual como porque el retroceso experimentado en las ¨²ltimas citas electorales podr¨ªa exagerarse a¨²n m¨¢s si el l¨ªder supremo persevera, como ha dicho, en la candidatura de unos eventuales comicios adelantados. El PP necesita democracia interna, debate, primarias. Lo ha reivindicado Cristina Cifuentes.
5. El banquillo. No se encuentra el PP en la situaci¨®n de un partido hu¨¦rfano, sin alternativas al presidente. Al contrario, la propia longevidad de Rajoy ha predispuesto un relevo generacional, un banquillo de candidatos desvinculados de los papeles de B¨¢rcenas. El m¨¢s joven es Pablo Casado. El m¨¢s veterano es N¨²?ez Feij¨®o, pero el abanico comprende a Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, Cristina Cifuentes y Alfonso Alonso.
6. La impopularidad. Cada encuesta del CIS que se publica agrava la impopularidad de Mariano Rajoy. El problema es que la animadversi¨®n hacia el presidente del Gobierno se ha multiplicado entre sus propios seguidores. Varios de los sondeos dados a conocer ¨²ltimamente concluyen incluso que la mitad de los votantes del PP discrepan de la idoneidad de Rajoy como candidato. Ciudadanos no hubiera adquirido la corpulencia que tiene ahora si no hubiera en el PP tantos votantes desenga?ados.
7. La ¨¦poca.? No se trata de exaltar la efebocracia como de asumir que a Rajoy le ha sorprendido fuera de juego y de edad una nueva edad de la pol¨ªtica. Lo prueba la autocracia que ¨¦l mismo ejerce en el PP y lo ha demostrado una legislatura incapaz de abrir canales de comunicaci¨®n con las fuerzas opositoras. La figura de l¨ªder-caudillo se ha demostrado trasnochada.
8.? Los servicios prestados. Rajoy ha asumido y divulgado que estos cuatro a?os han sacado a Espa?a de la crisis, han enderezado el rumbo de la econom¨ªa, nos han preservado del rescate y han puesto en marcha la creaci¨®n de empleo. Son las razones por las que considera necesario perseverar en el cargo, aunque esta percepci¨®n tan autocomplaciente y ya retrospectiva no contradice que haya llegado el momento de abdicar en beneficio de una alternativa m¨¢s aseada y reputada.
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