El gran vodevil
Mariano Rajoy, cada vez m¨¢s aislado, espera que el tiempo le resuelva su propia negligencia pol¨ªtica en las negociaciones
La familiaridad que hemos adquirido con el ¡°Tetramorfo¡± de la pol¨ªtica nacional ¡ªMariano, Pedro, Pablo y Albert¡ª permite al periodista y al ciudadano traducir casi simult¨¢neamente la intenci¨®n de sus discursos e intervenciones. Se trata de leer entre l¨ªneas, transitar de lo que han dicho a lo que han querido decir, aunque el proceso tiene sus trampas. Porque todos utilizan los mismos lugares comunes (altura de miras, generosidad, sensatez). Y porque siempre pueden aferrarse nuestros pol¨ªticos a la declaraci¨®n textual para discutir las interpretaciones que les atribuimos.
Y no es un m¨¦todo cient¨ªfico el de la traducci¨®n, pero s¨ª bastante contrastado. Albert Rivera ha pedido la cabeza de Mariano Rajoy sin haberlo dicho. Pablo Iglesias quiere liderar la oposici¨®n, sin haberlo mencionado. Y Pedro S¨¢nchez apura el recorrido hacia unas nuevas elecciones. No lo dijo, pero no cabe otra lectura en la esquizofrenia de su discurso. El l¨ªder socialista no parece haber comprendido que no hay oposici¨®n si no hay gobierno. Y no hay gobierno si el PSOE no concede una abstenci¨®n, de forma que S¨¢nchez sube y baja las escaleras a la vez, como si lo hubiera atrapado la paradoja de Escher. O como si hubiera asumido su camino de supervivencia cruzando, una a una, el umbral de las metas volantes.
Proceden las met¨¢foras ciclistas cuando se habla de Mariano Rajoy. No queda claro que vaya a sucederse a s¨ª mismo como presidente del Gobierno, pero podr¨ªa sustituir al Dalai Lama en el virtuosismo de su actitud contemplativa. Por eso mencion¨® la ambig¨¹edad de un ¡°tiempo razonable¡± para buscar los apoyos de la investidura, demostr¨¢ndose que se hab¨ªa desinhibido de las negociaciones. E introduciendo un ambiguo mecanismo de presi¨®n, ¡°tiempo razonable¡±, m¨¢s o menos como si la alegor¨ªa de un reloj de arena fuera sepultando la resistencia de sus adversarios pol¨ªticos. Que son todos los diputados del hemiciclo, pues resulta que este periodo desperdiciado de rigodones y vodeviles ha permitido descubrir que el PP no cuenta con una sola adhesi¨®n de la C¨¢mara Baja. Ni siquiera Oramas (Coalici¨®n Canaria) le ha concedido el ¡°s¨ª¡± al baile del presidente.
Es un retrato estremecedor del aislamiento de Mariano Rajoy, cuyo discurso de la victoria en G¨¦nova, ya embarazoso el 26-J, adquiere ahora la r¨¦plica de un parlamento absolutamente adverso. Albert Rivera se avendr¨ªa a reconsiderar un voto afirmativo, pero el precio, la cabeza de Rajoy en una pica, convierte la propuesta en una bravuconada o en una frivolidad. Mariano Rajoy se conf¨ªa de nuevo a la providencia. Asume como propio el principio budista de la creatividad pasiva, de acuerdo con el cual los hechos terminan manifest¨¢ndose por s¨ª solos. Se entiende as¨ª que no haya querido restringirse ni a una fecha ni a un compromiso de investidura, pero conviene recordarle que al mayor experto del dontancredismo, Don Tancredo L¨®pez, se lo termin¨® llevando por delante un toro de Miura.
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