Las apariencias en la arena pol¨ªtica
Desde las chaquetas de lana de Jos¨¦ Mujica hasta el traje de gerente medio de Trump, la indumentaria comunica un mensaje de poder
La apariencia ha importado en la arena pol¨ªtica desde los albores de la civilizaci¨®n. Pensemos en los l¨ªderes tribales prehist¨®ricos, ataviados de collares de dientes de animal; o en los monarcas absolutos envueltos en sus ricos ropajes. El aspecto y la indumentaria han servido desde siempre para comunicar un mensaje de poder. Hist¨®ricamente, los gobernantes han tendido a buscar diferenciarse del pueblo a trav¨¦s de su atuendo. La ostentaci¨®n ha sido (lo sigue siendo en algunos lugares) reflejo inmediato del poder de un individuo. A golpe de revoluciones y motines, la sobriedad de la indumentaria del pueblo llano ha sustituido por momentos al boato como marca de autoridad pol¨ªtica. As¨ª llegamos a nuestros d¨ªas, en los que, en la mayor¨ªa de sistemas democr¨¢ticos, lo que buscan los representantes pol¨ªticos es parecerse lo m¨¢s posible a su electorado. Esto que pareciera algo sencillo es el reto profesional de sofisticados estrategas y asesores de marketing pol¨ªtico: parecerse a sus votantes, sin perder el halo del poder, resulta m¨¢s dif¨ªcil que diferenciarse de ellos.
Es en Estados Unidos donde el cuidado y estudio de la imagen pol¨ªtica tienen una mayor tradici¨®n en la ¨¦poca moderna. Tan acostumbrados est¨¢n los pol¨ªticos estadounidenses a trabajar su imagen hasta el ¨²ltimo detalle como lo est¨¢ la opini¨®n p¨²blica a diseccionarla. Sobre la apariencia de los candidatos a la pr¨®xima presidencia del pa¨ªs se han vertido r¨ªos de tinta. Si Hillary Clinton batalla por ganarse al electorado progresista joven que no se identifica con su imagen de mujer ejecutiva madura, Donald Trump, explica la periodista Robin Givhan, conecta con el hast¨ªo de buena parte del electorado porque, a pesar de ser millonario y no ser como ellos, parece m¨¢s bien ¡°un gerente medio, com¨²n y corriente, enfadado con el mundo¡±.
No menor es la importancia de la apariencia para los pol¨ªticos en la mitad sur del continente americano. Varios autores utilizan la expresi¨®n ¡°caudillismo posmoderno¡± para definir la imagen de Hugo Ch¨¢vez, el caso m¨¢s paradigm¨¢tico en tiempos recientes. Estar¨ªamos ante una fusi¨®n de las tradiciones caudillista y populista, los medios y nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n y la est¨¦tica indigenista. Isaac Nah¨®n Serfaty habla de ¡°transparencia grotesca¡± para explicar el modelo comunicativo chavista. Seg¨²n el autor, el modelo buscaba una sobreexposici¨®n deliberada de la intimidad del l¨ªder con el objetivo de conectar emocional, cuasi-mesi¨¢nicamente, con el pueblo. Omar Rinc¨®n, profesor de comunicaci¨®n, habla de ¡°telepresidentes¡± y ¡°pol¨ªticos-celebrities¡±, entre los que incluye a Evo Morales, con su particular sello indigenista, pero tambi¨¦n a los Kirchner. Todos ellos se caracterizar¨ªan por sus cuidadas puestas en escena medi¨¢ticas. Menos estudiada puede resultar la imagen de Jos¨¦ Mujica, exmandatario uruguayo, cuyas chaquetas y jers¨¦is de lana parecen irradiar la sinceridad y sentido com¨²n de su discurso.
Autenticidad y proximidad ser¨ªan tambi¨¦n el leitmotiv en la construcci¨®n de la imagen de algunas fuerzas pol¨ªticas emergentes a este lado del Atl¨¢ntico. Tsipras puso de moda la camisa sin corbata. Podemos ha sorprendido sucesivamente con coletas, rastas, camisetas y cat¨¢logos de Ikea ¡ªs¨ªmbolos de un relevo generacional y un supuesto cambio de est¨¦tica y valores en la mayor¨ªa social espa?ola¡ª. El l¨ªder laborista brit¨¢nico, Jeremy Corbyn, se ha hecho famoso por su guardarropa anti-fashion de chaquetas amplias y calzado (muy) c¨®modo. Si para algunos el estilo, m¨¢s que informal, de Corbyn constituye una falta de respeto a los votantes ¡ªincluido el ex primer ministro David Cameron, que le recrimin¨® su forma de vestir en plena sesi¨®n de la C¨¢mara de los Comunes¡ª, para otros, especialmente los j¨®venes, es la materializaci¨®n de una voluntad de cambio econ¨®mico real.
En la mayor¨ªa de las democracias, lo que buscan los representantes es parecerse a su electorado
La clase pol¨ªtica francesa ¡ªfiel siempre al discurso republicano e igualitarista, pero con dificultad para ocultar su pulsi¨®n aristocr¨¢tica y elitista¡ª se suma frecuentemente a pol¨¦micas sobre la apariencia. Entre ellas, la que protagoniz¨® Nicolas Sarkozy cuando tuvo que renunciar a su Rolex y trajes de Prada tras ser investido presidente de la Rep¨²blica en 2007. O la m¨¢s reciente suscitada por Emmanuel Macron ¡ªprobable candidato de la izquierda a las pr¨®ximas elecciones presidenciales, ejecutivo de la banca y amante de los trajes caros¡ª cuando le espet¨® a un manifestante contrario a la reforma laboral: ¡°No me asusta su camiseta. La mejor manera de pagarse un traje es trabajando¡±.
Al mismo tiempo, observa Samir Hammal, creador de un curso sobre indumentaria y pol¨ªtica en el Instituto de Estudios Pol¨ªticos de Par¨ªs, las ¨¦lites financieras son las primeras que est¨¢n abandonando el traje por la camiseta. Cada vez m¨¢s lejos de las oficinas de las cities, se dedican a cerrar transacciones millonarias desde campos de golf y playas del sureste asi¨¢tico. Hammal concluye que en los pr¨®ximos a?os ¡°la verdadera oposici¨®n se dar¨¢ entre los hombres libres del diktat de la vestimenta y el resto¡±. Parad¨®jicamente, pues, en la defensa y puesta en pr¨¢ctica de esa libertad de la indumentaria parecen coincidir los extremos: ¨¦lite financiera y vanguardia anticapitalista.
Olivia Mu?oz-Rojas es doctora en Sociolog¨ªa por la London School of Economics e investigadora independiente.
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