El hombre que desgarr¨® al PSOE
Durante su mandato, Pedro S¨¢nchez ha perforado el suelo electoral socialista y ha dividido al partido
Pase lo que pase en las pr¨®ximas horas o d¨ªas, la biograf¨ªa pol¨ªtica de Pedro S¨¢nchez P¨¦rez-Castej¨®n (Madrid, 1972) quedar¨¢ ligada para siempre a la explosi¨®n del PSOE del 1 de octubre de 2016. Ni la refundaci¨®n del PP en 1989, cuando Fraga desaloj¨® a Antonio Hern¨¢ndez Mancha, ni siquiera la escisi¨®n traum¨¢tica del PNV en 1986, por citar dos sacudidas pol¨ªticas hist¨®ricas, se asemejan al cataclismo pol¨ªtico vivido ayer. La decisi¨®n de S¨¢nchez de aferrarse al poder org¨¢nico tras la dimisi¨®n de 17 miembros cr¨ªticos de su ejecutiva para forzar su salida ha degenerado, como era previsible, en un enfrentamiento org¨¢nico ¡ªde momento solo verbal¡ª que ha acabado llev¨¢ndoselo por delante.
Durante su mandato, que se inici¨® el 26 de julio de 2014, el partido, con 137 a?os de historia, ha vivido su mayor desgarro interno, en el que ha quedado de manifiesto el divorcio entre las ¨¦lites y la militancia. Adem¨¢s, S¨¢nchez ha perforado su suelo electoral en las seis citas con las urnas que ha dirigido; y en sus ¨²ltimos d¨ªas al frente del PSOE ha tensionado la pol¨ªtica espa?ola, enfrentada a la posibilidad de unas terceras elecciones generales por su insistencia en no permitir un Gobierno de Mariano Rajoy.
S¨¢nchez, el primer secretario general elegido por la militancia en un proceso de primarias, lleg¨® a Ferraz tras una jugada de pizarra org¨¢nica trenzada, sin apenas disimulo, para frenar a Eduardo Madina despu¨¦s de que Susana D¨ªaz no se atreviera a dar el salto a Madrid. Sin embargo, no ha sabido conservar los apoyos internos que lo auparon a la secretar¨ªa general.
En su af¨¢n por marcar su propio territorio, que comenz¨® cuando se postul¨® como candidato a la presidencia del Gobierno nada m¨¢s acceder a la secretar¨ªa, S¨¢nchez ha ido quemando puentes con los barones, verdadero poder org¨¢nico dentro del partido, y con sus predecesores en el cargo.
El expresidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero vivi¨® como una traici¨®n su desmarque de la reforma expr¨¦s del art¨ªculo 135 de la Constituci¨®n pactada con el PP en lo m¨¢s crudo de la crisis para garantizar a Europa que Espa?a cumplir¨ªa el compromiso de d¨¦ficit cero. Previamente, las relaciones entre ambos se hab¨ªan erosionado por tras confirmarse que a finales de 2014 Zapatero hab¨ªa mantenido un encuentro con el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.
Las relaciones, anta?o cordiales, de S¨¢nchez con Alfredo P¨¦rez Rubalcaba y Felipe Gonz¨¢lez se enfriaron hasta la congelaci¨®n cuando el pasado 7 de julio este public¨® un art¨ªculo en EL PA?S en el que propugnaba la abstencion para facilitar el Gobierno de Rajoy.
S¨¢nchez, madrile?o del barrio de Tetu¨¢n, economista y amante del baloncesto, se inici¨® temprano en la pol¨ªtica. A los 26 a?os, en 1998, entr¨® a trabajar como asesor en el Parlamento Europeo, con la eurodiputada B¨¢rbara D¨¹hrkop, y posteriormente fue jefe de gabinete del Alto Representante de Naciones Unidas en Bosnia, Carlos Westendorp.
Tras unos comienzos titubeantes en la pol¨ªtica municipal, en puestos de dif¨ªcil salida, S¨¢nchez se convirti¨® en 2003 en un baluarte del equipo de Trinidad Jim¨¦nez en la oposici¨®n del Ayuntamiento de Madrid. En los a?os del desembarco del zapaterismo, trabaj¨® con el entonces secretario de Organizaci¨®n, Jos¨¦ Blanco, en la preparaci¨®n de procesos electorales. Sin embargo, su estrella pol¨ªtica no lleg¨® hasta 2013.
En plena reestructuraci¨®n del partido tras la debacle de 2011, S¨¢nchez comenz¨® a recorrer discretamente y por su cuenta agrupaciones socialistas. El diputado fue tejiendo alianzas hasta que en junio de 2014 Susana D¨ªaz, Ximo Puig y el defenestrado Tom¨¢s G¨®mez, que no hab¨ªan tomado muy en serio su candidatura, pactaron con Zapatero auparle a la secretar¨ªa general. Los l¨ªderes regionales, que quiz¨¢ creyeron poner un t¨ªtere desechable, se encontraron con un dirigente decidido a tomar sus propias decisiones a toda costa, refrendado por el apoyo del 49% de una militancia cuya reacci¨®n ahora es imprevisible.
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