Rep¨²blicas de Lilliput
No corren buenos tiempos para los columnistas de pol¨ªtica nacional. Y no porque no haya temas. Nuestra vida pol¨ªtica ha recuperado dinamismo e inter¨¦s y casi todo lo que ocurre es susceptible de generar opini¨®n. El problema no es la ausencia de noticias sino la sensaci¨®n de banalidad en la que sumergen al comentarista. La dimensi¨®n elefanti¨¢sica que han cobrado los acontecimientos de fuera ha jibarizado lo nuestro, lo que siempre tend¨ªamos a poner en el centro. Es una cuesti¨®n de escala cualitativa. ?Qu¨¦ nos importa si se presenta o no Pedro S¨¢nchez a la carrera por el liderazgo del PSOE comparado con las amenazas a la democracia liberal a las que asistimos? ?Cu¨¢l es la relevancia de la ausencia de Urkullu y Puigdemont en la conferencia de presidentes ante la amenaza del Brexit y un posible comienzo del fin de la UE?
Con la que est¨¢ cayendo, meterse en esos u otros temas casi parece un ejercicio de frivolidad, de empeque?ecimiento de lo grande. Aunque ustedes dir¨¢n, con cierta raz¨®n, zapatero a tus zapatos: para eso est¨¢n ya los columnistas de internacional. Adem¨¢s, en todo caso, la pol¨ªtica siempre es local, nos interesa lo pr¨®ximo, lo m¨¢s inmediato, lo que nos queda en casa. Y a usted lo pagan para que opine de eso. S¨ª, en efecto, pero ha bastado que nuestro entorno se haya llenado de incertidumbres para que cobremos conciencia de hasta qu¨¦ punto estamos ya interconectados y, si no sabemos gestionar las interdependencias, la mirada parroquial nos condena a la miop¨ªa permanente. Los ¨¢rboles no pueden sobrevivir si no cuidamos el bosque, que es otra forma de decir que lo global es local y lo local es global.
Lo m¨¢s fascinante de esto es que todos los problemas que nos afligen derivan precisamente de intentar negar este hecho incuestionable. Se suele reducir a la confrontaci¨®n entre cosmopolitismo y comunitarismo o entre fr¨ªas ¨¦lites globalizadas y el c¨¢lido pueblo ¡°aut¨¦ntico¡±. Como si no cupieran espacios intermedios no sujetos a esta din¨¢mica polarizadora; como si el g¨¦nero humano fuera incapaz de integrar una dimensi¨®n de convivencia m¨¢s amplia que la m¨¢s inmediata referencia a su comunidad de destino. Pero es donde estamos. En parte porque es la primera vez que nos enfrentamos a problemas de dimensi¨®n planetaria y nos consume el v¨¦rtigo a perder la c¨®moda horma del Estado-naci¨®n.?
Es obvio que en este proceso hay algo que no hemos sabido hacer bien. Si no, no estar¨ªamos ante esta situaci¨®n. Revis¨¦moslo, definamos lo que no funciona y tengamos la valent¨ªa de abandonar las falsas seguridades y relativicemos la absolutizaci¨®n de lo nuestro. Ya no hay un nosotros con nombres y apellidos; todav¨ªa est¨¢ por nacer.
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