Espa?a en el banquillo
Monarqu¨ªa, pol¨ªticos, financieros y secesionistas desfilan por los juzgados
El matiz diminutivo de ¡°banquillo¡± adquiere estos d¨ªas un valor inversamente proporcional respecto a las ambiciones megal¨®manas de la justicia misma, entre otras razones porque la coincidencia de tantos procesos judiciales y en tantos ¨¢mbitos diferentes sugiere la impresi¨®n de que se est¨¢ juzgando a la propia Espa?a en sus esencias institucionales y en sus problemas estructurales: la clase pol¨ªtica, la Monarqu¨ªa, la causa independentista, la clase financiera y hasta los futbolistas desfilan en las audiencias y en los tribunales como si hubiera cundido una epidemia.
Se justificar¨ªa en este mismo sentido el diagn¨®stico o la percepci¨®n de un pa¨ªs enfermo, el alarmismo, la desconfianza, pero el escarmiento judicial tambi¨¦n puede suscitar una expectativa cat¨¢rtica. Los tribunales purifican la corrupci¨®n. Y cuestionan incluso el recelo de la opini¨®n p¨²blica hacia la inmunidad o impunidad de los poderosos.
El desenlace del caso Bankia resulta ejemplar y ejemplarizante al respecto. Miguel Blesa y Rodrigo Rato han sido condenados a seis a?os y cuatro a?os y medio de c¨¢rcel respectivamente. Se les ha atribuido un delito de apropiaci¨®n indebida. Y se ha purgado el despilfarro de las tarjetas black, hasta el extremo de que la sentencia de la Audiencia Nacional concierne a 65 condenados. Un autob¨²s de corruptos.
Era un caso incendiario, nuclear, en la sensibilidad social. No tanto por la cuant¨ªa del delito como por la vinculaci¨®n de Caja Madrid al abuso sobre los preferentistas y porque el banquillo representaba de manera enciclop¨¦dica a todos los partidos y todos los sindicatos, adem¨¢s de exministros y hasta profesionales de la Casa del Rey. Si hab¨ªa y hubo una casta, nunca fue tan solidaria como sucedi¨® con las tarjetas black. Ni tan generosa consigo misma en las pr¨¢cticas hedonistas y sibaritas.
Trascend¨ªa la sentencia el pasado jueves, apenas unas horas despu¨¦s de haberse sabido que la Audiencia de Palma conced¨ªa a I?aki Urdangarin la libertad condicional sin fianza y sin requerirle el pasaporte. Proliferaron entonces los humores justicieros, partiendo de la paradoja y del problema est¨¦tico que supon¨ªa la imagen de un reo march¨¢ndose a Suiza. No estaba en libertad Urdangarin ¡ªla condena supera los seis a?os de c¨¢rcel¡ª pero se hizo trending topic su privilegio judicial.
¡°Espa?a tiene una relaci¨®n ambivalente con la Justicia¡±, afirma el soci¨®logo Jos¨¦ Juan Toharia. ¡°Sabemos en realidad que los tribunales son siempre la ¨²ltima salvaguarda, pero al mismo tiempo se percibe una justicia lenta y expuesta a las presiones pol¨ªticas. Los espa?oles tenemos buena opini¨®n de los jueces, pero tambi¨¦n los vemos demasiado presionados por los gobernantes. Y no, no existe un verdadero peligro de colapso de credibilidad, ni de la justicia ni de las dem¨¢s instituciones¡±.
As¨ª se desprende de un estudio realizado el pasado noviembre por Metroscopia en comparaci¨®n con los dem¨¢s pa¨ªses occidentales y en el contexto de la crisis. Que no s¨®lo es econ¨®mica, sino que concierne a la buena o mala salud del modelo democr¨¢tico mismo.
Los espa?oles creemos en nuestras instituciones b¨¢sicas m¨¢s de cuanto creen en ellas los franceses, los italianos y los estadounidenses. De hecho, el 95% conf¨ªa en el sistema sanitario, el 87% lo hace en la polic¨ªa y el 71% otorga credibilidad al jefe del Estado, Felipe VI. Es menos entusiasta la confianza en el Tribunal Supremo (50%) y en la administraci¨®n de justicia (49%), pero tanto el uno como la otra rebasan la escas¨ªsima reputaci¨®n del Parlamento (26%), los sindicatos (23%) y los partidos pol¨ªticos (20%), ubicados estos en la parte m¨¢s baja de la aceptaci¨®n colectiva.
No contribuye a cambiar la percepci¨®n la eclosi¨®n de los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n. El megajuicio del caso G¨¹rtel, de Valencia a Madrid, coincide con el caso Palau, aunque impresiona al mismo tiempo el criterio victimista con que los partidos soberanistas relacionan sus esc¨¢ndalos con una conspiraci¨®n del Estado.
No habr¨ªa mejor prueba en este sentido que el proceso a Francesc Homs abierto ayer en el Supremo. Tanto el diputado del PDECat como el expresident Artur Mas han escenificado en Madrid el martirio de los tribunales, m¨¢s o menos como si toda la justicia ¡ªtambi¨¦n en los casos de corrupci¨®n¡ª funcionara al servicio de un inter¨¦s pol¨ªtico y como si quisiera inculcarse en los ciudadanos un extremo grado de escepticismo.
No sucede as¨ª. Al menos, el estudio de Metroscopia subraya que ocho de cada diez espa?oles piensan ahora lo mismo que pensaban hace 30 a?os, es decir, que la justicia permanece s¨®lida como terreno de garant¨ªa y que la injerencia de los poderes p¨²blicos no termina, por regla general, de influir en la decisi¨®n final de los jueces.
¡°Igual que a la Justicia le faltan medios, presupuesto y una legislaci¨®n procesual m¨¢s ¨¢gil, a los espa?oles les falta un ejercicio de pedagog¨ªa jur¨ªdica. Asumiendo que s¨®lo hay un pa¨ªs en el mundo donde no se perciba que hay una justicia para poderosos y otra para los dem¨¢s: Finlandia¡±, concluye Jos¨¦ Juan Toharia.
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