¡°Esto a veces quema¡±
Los diez funcionarios que tramitan los casos de violencia de A Coru?a soportan eternas jornadas, retrasos en informes y falta de medios


En el juzgado de violencia de g¨¦nero de A Coru?a casi nada se puede dejar para ma?ana. La gran mayor¨ªa de los procedimientos son juicios r¨¢pidos, hasta seis han llegado a despachar en un solo d¨ªa, y sus diez trabajadores, que no han recibido ni un solo refuerzo desde 2007, soportan fren¨¦ticas jornadas que se pueden prolongar incluso diez horas durante varios d¨ªas seguidos. Un ritmo impredecible y desquiciante para tomar decisiones tan sensibles como una orden de alejamiento y que las estad¨ªsticas no son capaces de reflejar. ¡°Los juicios r¨¢pidos por alcoholemia se hacen en menos de 20 minutos. Pero aqu¨ª puede haber casos en que dos horas no llegan, porque la materia es muy espec¨ªfica y compleja¡±, explica el juez, Miguel Filgueira, que en sus 12 a?os de experiencia en violencia machista ha comprobado el peso que la injusticia social, la dependencia econ¨®mica y la soledad tienen en esta lacra.
Una de las grandes trabas, relata Filgueira, es la demora de los informes forenses, fundamentales para tomar cualquier decisi¨®n. Los saturados equipos del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga), dependiente de la Xunta, tardan una media de seis meses en emitir sus dict¨¢menes, una dilaci¨®n que impide regular situaciones tan delicadas como la custodia de los hijos.
La jurista Inmaculada Montalb¨¢n, experta en este tipo de delitos, atribuye este asunto a los recortes de personal en las Administraciones p¨²blicas que se han producido desde 2008, cuando estall¨® la crisis. "Se produjo solapadamente el desmantelamiento de equipos psicosociales no renovando contratos, amortizando plazas, y hoy en d¨ªa los ¨®rganos especializados en violencia tienen que esperar meses para obtener un informe de valoraci¨®n", admite.

En A Coru?a, para los juicios r¨¢pidos, estas pruebas dependieron durante mucho tiempo de que el ¨²nico forense de guardia que asiste al resto de juzgados de la ciudad pudiese hacer un hueco entre autopsia y autopsia. Hasta que, por su propia iniciativa, el juzgado de violencia contra la mujer, el ¨²nico existente en este partido judicial de 400.000 habitantes, empez¨® a enviar a las v¨ªctimas con cita previa a la sede del Imelga, donde hay m¨¢s profesionales disponibles.
Los expedientes aqu¨ª siempre tienen rostro y est¨¢ desencajado. Al otro lado de las mesas se sientan mujeres desesperadas, temerosas, desorientadas o huidizas, algunas acompa?adas de ni?os criados en hogares infernales, un mundo doloroso que multiplica el estr¨¦s y que los funcionarios atienden como pueden, con buena voluntad y pragmatismo. Deben resolver desde el regreso a su pueblo de una maltratada sin dinero cuyo marido fue directo al calabozo hasta el alojamiento de un agresor octogenario separado por orden judicial de su pareja.
Y tienen que estar pendientes de que v¨ªctima y agresor no se crucen. Ellas cuentan con una min¨²scula sala en la que refugiarse y ellos permanecen fuera, en el hall del edificio, pero los funcionarios no pueden bajar la guardia ante la amenaza de lo imprevisible. ¡°Alg¨²n encuentro desagradable en el ¨²ltimo a?o hemos tenido, pero no es lo habitual¡±, se?ala el juez. El juzgado de violencia de g¨¦nero de A Coru?a ech¨® a andar en 2007 en un g¨¦lido cuchitril en el que los funcionarios trabajaban con abrigo y solo pod¨ªan separar a la v¨ªctima de su agresor meti¨¦ndola en el cuarto de ba?o.
Las v¨ªctimas no reciben atenci¨®n psicol¨®gica ni social en el propio juzgado, que acaba asumiendo inevitablemente tareas de informaci¨®n y asesoramiento que no le corresponden. ¡°El funcionario de justicia no est¨¢ capacitado para esa labor y le quita tiempo para realizar su trabajo¡±, critica Javier Fern¨¢ndez, del sindicato Alternativas na Xustiza. ¡°Sin un equipo psicosocial en el juzgado es m¨¢s f¨¢cil que la v¨ªctima se eche atr¨¢s y que finalmente no se atreva a denunciar, no declare o no se aleje del agresor¡±.
El juez Filgueira aboga por mejorar la coordinaci¨®n con otras Administraciones para que las mujeres sean arropadas por psic¨®logos o trabajadores sociales desde el mismo momento de la intervenci¨®n policial, de igual forma que reciben asistencia jur¨ªdica. ¡°Hay mucho por hacer para optimizar los recursos que ya tenemos y coordinarlos m¨¢s eficientemente¡±, apunta el titular de este juzgado coru?¨¦s que asume tanto causas penales como civiles.
Una mujer ojerosa, encorvada y de mirada esquiva entra en el despacho del juez. Dos d¨ªas antes la polic¨ªa acudi¨® a su casa por un altercado. Ella afirm¨® que hab¨ªa recibido de su marido insultos y un golpe que no dej¨® se?al. Hoy se acoge a su derecho a no declarar contra ¨¦l. El magistrado se preocupa de que entienda las consecuencias de su decisi¨®n, pero no puede ir m¨¢s all¨¢, no puede condicionarla. Se dicta el sobreseimiento y ella regresa junto a su esposo. ¡°A veces esto quema¡±, suspira uno de los trabajadores.
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