?Se puede robar la lluvia?
Controlar las precipitaciones ha sido siempre un sue?o del hombre pero a¨²n est¨¢ lejos de lograrse
Las sequ¨ªas nos son un fen¨®meno nuevo. Afectan c¨ªclicamente a zonas diversas del globo, y en algunas casi de forma permanente. Amplias regiones de Espa?a sufren la "pertinaz sequ¨ªa" al menos una vez cada d¨¦cada. El cambio clim¨¢tico, debido al calentamiento global, parece que acentuar¨¢ la desertificaci¨®n y la frecuencia de los episodios de falta de precipitaciones. Por eso, es f¨¢cil que dada la situaci¨®n de falta de lluvias, que afecta gravemente a la agricultura, no dejen de aparecer oportunistas sin ninguna clase de escr¨²pulos vendiendo milagros para atraer al man¨¢ del cielo o para rob¨¢rselo a los vecinos.
El uso de aviones para "robar la lluvia" es otro de esos bulos, sin base cient¨ªfica, que aparecen en ¨¦pocas de sequ¨ªa e incluso han llegado a consolidarse como denuncias ante las autoridades. Sabiendo c¨®mo se forma la lluvia y el tama?o del problema al que habr¨ªa que enfrentarse para robarla, podemos establecer el sinsentido de esta afirmaci¨®n.
El proceso de creaci¨®n de lluvia no es simple. Dentro de una nube existen m¨²ltiples procesos f¨ªsicos que tienen lugar a diferentes ritmos y que interaccionan entre todos ellos para dar lugar a la lluvia. De forma b¨¢sica, la lluvia requiere de unos n¨²cleos que act¨²an como semillas a partir de los cuales las gotas o cristales de hielo de la nube empiezan a crecer. Este crecimiento se produce envolviendo la semilla con got¨ªculas de agua, lo cual ayuda a alcanzar un tama?o lo suficientemente grande para que las gotas pesen lo bastante para no poder flotar y caer. Estos n¨²cleos, llamados n¨²cleos de condensaci¨®n nubosos, son en su mayor parte part¨ªculas de sales marinas o polvo.
La mayor¨ªa de los intentos de controlar el proceso de generaci¨®n de lluvia, o robarla, desde el primer experimento en 1946, se han centrado en a?adir m¨¢s n¨²cleos de forma artificial. Este m¨¦todo es conocido como siembra de nubes, y consiste en alterar el delicado equilibrio entre el n¨²mero de n¨²cleos y el agua disponible para envolverlos. Ninguno de los estudios o ensayos pr¨¢cticos ha podido concluir cu¨¢l es el valor ¨®ptimo de siembra de n¨²cleos. Tampoco ha podido establecer una clara relaci¨®n causa-efecto entre la siembra y que se produzca o no precipitaci¨®n.
Adem¨¢s de la dificultad de calcular cuantos n¨²cleos habr¨ªan de sembrarse y el alto coste de disponer de aviones persiguiendo nubes, resulta importante conocer el tama?o del problema al que nos enfrentamos. Mediante sat¨¦lite podemos estimar que, una peque?a nube que flota sobre nuestras cabezas puede contener entre 500 y 1.000 toneladas de agua, llegando a m¨¢s de un mill¨®n de toneladas en las nubes de tormenta. Los ¨²ltimos estudios indican que menos un 20% del agua de las nubes cae en forma de precipitaci¨®n. Es decir, sobrevolando nubes y sembrando sales, deber¨ªamos ser capaces de hacer desaparecer el agua de 80 piscinas ol¨ªmpicas sin dejar rastro, algo que resulta cuanto menos m¨¢gico.
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