Los hijos ileg¨ªtimos de la Espa?a caduca
V¨¢stagos de artistas, arist¨®cratas y empresarios que no los reconocieron pugnan en los tribunales por sus apellidos y sus herencias
El caso de Rosario Bermudo, identificada esta semana por la prueba del ADN como hija de Jos¨¦ Leoncio Gonz¨¢lez ¡ªprimer marido de Luisa Isabel ?lvarez de Toledo y Maura, duquesa de Medina Sidonia¡ª y su criada es el retrato de una Espa?a caduca. El abogado que ha llevado este caso, Fernando Osuna, acumula unos 400 similares resueltos o pendientes y afirma que el patr¨®n se repite en la mayor¨ªa de los casos: ¡°A?os cuarenta, cincuenta o sesenta, hombre poderoso en distintos ¨¢mbitos ¡ªartistas, arist¨®cratas, banqueros, terratenientes, empresarios¡ª y mujer con una fuerte dependencia social y econ¨®mica. ?l aprovecha su posici¨®n, la deja embarazada y evita reconocer al hijo¡±. Xavier Coller, catedr¨¢tico de sociolog¨ªa de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, a?ade una clave fundamental m¨¢s: ¡°La percepci¨®n de la mujer como objeto¡±.
Mar¨ªa Fern¨¢ndez, de 50 a?os, es nieta de esa Espa?a. Su abuela qued¨® embarazada en dos ocasiones por el terrateniente almeriense para el que trabajaba y que ten¨ªa ya tres hijos con su esposa. Solo reconoci¨® a uno de los ni?os antes de su muerte. Una escena similar se repiti¨® en C¨®rdoba. Mar¨ªa Isabel Castro, de 65 a?os e hija ileg¨ªtima de un propietario de fincas en una localidad cercana a la capital, es reticente a reclamar nada despu¨¦s de tanto tiempo y con la vida rehecha.
Osuna calcula que una demanda de estas caracter¨ªsticas implica un proceso de unos cuatro a?os y una inversi¨®n de 4.000 euros. Pero los jueces suelen condenar en costas a los demandados si se han negado a reconocer a sus hijos y llegan a juicio solo para dilatar la resoluci¨®n del caso. Adem¨¢s, est¨¢ la expectativa de conseguir la parte leg¨ªtima de la herencia de sus padres; un segundo expediente que se abre tras el reconocimiento de la paternidad.
¡°Antes era muy complicado porque se basaba en an¨¢lisis de sangre poco determinantes, en testimonios m¨¢s o menos fiables, en las aportaciones que hab¨ªan hecho los padres a sus hijos ileg¨ªtimos o a las madres, en el parecido f¨ªsico y en la palabra de uno contra la otra. En muchos casos, ¨¦l era m¨¢s poderoso e influyente y condicionaba la sentencia. Ahora, con el ADN, es matem¨¢tico¡±, relata Osuna, quien recuerda un caso en Gij¨®n donde la juez cerr¨® el juicio en cinco minutos tras la obtenci¨®n de muestras del cad¨¢ver de un ganadero e industrial cuya familia se neg¨® hasta el ¨²ltimo momento a admitir la verdad.
Para llegar a la exhumaci¨®n de un cuerpo, como ha sido el caso de Leoncio Gonz¨¢lez, este de Gij¨®n o el de Jos¨¦ Mar¨ªa Ru¨ªz-Mateos, desenterrado en abril para cotejar su ADN con el de Adela Montes de Oca, qui¨¦n dice ser su hija, el abogado suele recurrir a un detective que recoge el ADN de alg¨²n resto org¨¢nico que hayan dejado los hijos del difunto en un lugar p¨²blico, como un bar, una cafeter¨ªa o una papelera. A partir de ah¨ª y, con otros indicios, como testimonios, fotograf¨ªas que reflejen parecidos o aportaciones econ¨®micas, en especie o visitas, los jueces suelen autorizar los desenterramientos. ¡°Cuanto m¨¢s tarden, peor para el demandado¡±, afirma Osuna.
En el caso de Bermudo, la familia del exjinete a¨²n se resiste a negociar una resoluci¨®n final del caso, por lo que la hija de Leoncio est¨¢ dispuesta a seguir para, seg¨²n dice, ¡°animar a otras personas en la misma situaci¨®n a que denuncien sin miedo¡±. Gabriel Gonzalo, uno de los hijos leg¨ªtimos del exmarido de la arist¨®crata, aboga por un acuerdo, aunque est¨¦ convencido que ¡°el derecho a que los ciudadanos leguen sus bienes a otros y estos los reciban se da de bofetadas con las leg¨ªtimas previstas en el C¨®digo Civil y la Carta de Derechos Fundamentales de la UE que establece la libertad de legado¡±. Osuna, por el contrario, argumenta que la legislaci¨®n es clara en relaci¨®n con los hijos. Otra cosa es con los nietos, en cuyo caso ha llegado hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo para reclamar una herencia para los descendientes de un emigrante gallego que abandon¨® a la mujer y al hijo para irse a Argentina y es ahora la tercera generaci¨®n la que empez¨® la demanda en Betanzos.
Algunos demandados lo entienden as¨ª. Aunque Osuna se niega a facilitar datos de los implicados por preservar la intimidad de los afectados, relata el caso de un empresario gaditano cuya hija s¨®lo necesit¨® de cuatro llamadas telef¨®nicas en un mes para llegar a un acuerdo sin verse siquiera las caras y evitar el juicio. O el de un torero de Sevilla muy anciano que reconoci¨® a su hija cuando recibi¨® la notificaci¨®n de demanda.
Causas
La proliferaci¨®n de casos referidos a unas d¨¦cadas determinadas de Espa?a se explica por m¨²ltiples causas que describe Xavier Coller: personal de servicio a cargo de un hombre con poder, dependencia, bajo nivel cultural, falta de medios anticonceptivos y machismo. El soci¨®logo a?ade que los hijos no reconocidos son un hecho com¨²n en la Espa?a de los ¨²ltimos siglos y describe c¨®mo un anuario de 1888 sobre la ciudad de Sevilla detalla que ese a?o se registraron m¨¢s hijos ileg¨ªtimos que nacidos de un matrimonio.
Osuna a?ade que, en muchos casos, los padres se enfrentaban a un C¨®digo Civil que, hasta 1978, preve¨ªa hasta seis a?os de prisi¨®n menor por adulterio. En esas condiciones, muchos optaban por mantener a sus hijos, pero sin reconocerlos.
Es el caso de un hijo, de 70 a?os, que naci¨® de una relaci¨®n extramatrimonial entre un empresario textil y de la alimentaci¨®n de Barcelona durante la Guerra Civil y que huy¨® de Espa?a con ¨¦l y su madre tras la contienda y estuvo a punto de morir a manos de los nazis en Alemania. La paternidad se ha reconocido este a?o.
No siempre acaba en enfrentamiento. Algunos encuentros son famosos, como el de Manuel D¨ªaz y Julio Ben¨ªtez, los dos hijos de Manuel Ben¨ªtez, El Cordob¨¦s, que han llegado a torear juntos tras el reconocimiento definitivo de la paternidad del primero, o el de un rico cacere?o que tuvo cinco hijos dentro del matrimonio y uno con otra mujer. Cuando acab¨® el juicio, uno de los v¨¢stagos del industrial se acerc¨® al demandante y le dijo: ¡°Ahora somos hermanos. Dame un abrazo y vamos a comer¡±.
Otro caso de reunificaci¨®n se produjo en Munich (Alemania), donde la esposa de un hombre con hijos ileg¨ªtimos en Espa?a los acogi¨® tras morir la madre de estos, los cri¨® y los mantuvo. Sin embargo, no los reconocieron y tuvieron que reclamar para poder heredar.
Esta situaci¨®n ha cambiado y algunos casos ahora son para dar en vez de para demandar. As¨ª ha sucedido con una abuela sevillana que ha pedido que se reconozca a su hijo como padre de su nieto para que herede sin problemas.
No siempre la herencia es el motivo
La herencia no es siempre el fin que se persigue para pedir ser reconocido como hijo, aunque s¨ª el m¨¢s com¨²n. El abogado Fernando Osuna recuerda un empresario sevillano con mucho m¨¢s dinero que la familia noble a la que demand¨®. ¡°Solo quiero el apellido¡±, le dijo.
Es una excepci¨®n. En la mayor¨ªa de casos hay intenci¨®n de recuperar el derecho a unas condiciones vitales hurtadas. As¨ª fue para Rafael Ostos, hijo de uno de los hombres m¨¢s ricos de ?cija (Sevilla) y de la costurera que trabaj¨® en su casa. Hace 10 a?os, ya con 68, reclam¨® una compensaci¨®n por la vida que no tuvo, pese a que ten¨ªa derecho a ella: la herencia de un patrimonio tasado en unos seis millones de euros. El cuerpo de su padre hab¨ªa sido incinerado y el juez orden¨® la exhumaci¨®n de un t¨ªo para resolver un caso que era "vox p¨®puli", seg¨²n recogi¨® la sentencia.
La vida perdida de la mayor¨ªa de mujeres es dif¨ªcil de resarcir. El soci¨®logo Xavier Coller recuerda que las madres solteras de esas d¨¦cadas eran expulsadas de las casas donde serv¨ªan, rechazadas en otras del entorno del padre del hijo ileg¨ªtimo y repudiadas por sus propias familias. ¡°Muchas se quedaban en zonas urbanas o emigraban a otras ciudades porque ten¨ªan m¨¢s oportunidades de trabajo y para pasar m¨¢s inadvertidas¡±, recuerda Coller.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.