Diego, el narco que ofreci¨® un mill¨®n a un guardia civil
Decenas de pinchazos telef¨®nicos revelan los manejos de un traficante para fichar a un agente. El objetivo: introducir miles de kilos de coca colombiana por C¨¢diz
La secuencia se desarrolla en Marbella. Diego P., un presunto narco de 31 a?os, lanza su oferta: pagar¨¢ un mill¨®n de euros a cambio de protecci¨®n para introducir 1.000 kilos de coca a trav¨¦s de la playa de Sancti Petri de Chiclana, C¨¢diz. La droga viajar¨¢ desde Colombia en velero. Y, a 150 millas de la costa, saltar¨¢ a otra embarcaci¨®n. El cargamento - 35 millones de euros en el mercado- llegar¨¢ a su destino en el primer semestre de 2016. ¡°Trabajaremos con colombianos¡±, advierte el traficante.
Cuando el cabo de la Guardia Civil V. recibi¨® el 12 de noviembre de 2015 este ofrecimiento de un narco marbell¨ª, marc¨® el tel¨¦fono de su superior. ¡°Nos dan un mill¨®n de euros por ayudar en una operaci¨®n¡±, confes¨®. Despu¨¦s tuvo que precisarle al jefe de qu¨¦ tipo de operaci¨®n se trataba.
EL PA?S ha tenido acceso a centenares de pinchazos telef¨®nicos, mensajes de m¨®vil y correos que revelan los manejos de la red de Diego P. Su objetivo: ganarse la confianza de un agente del Servicio Mar¨ªtimo de C¨¢diz. Las comunicaciones se prolongaron hasta abril de 2016. La Guardia Civil arrest¨® entonces al traficante cuando trataba de introducir de madrugada 72 fardos de hach¨ªs marroqu¨ª valorados en 3,4 millones.
La relaci¨®n entre el narco y el miembro del instituto armado arranca el 4 de mayo de 2015. Ese d¨ªa, el agente se topa con Diego P. en la playa de Sancti Petri. El traficante le transmite su preocupaci¨®n por los robos en este antiguo poblado de pescadores. El guardia le facilita su m¨®vil para que le d¨¦ a conocer al instante los delitos. Empieza entonces un cruce de mensajes que culmina nueve d¨ªas despu¨¦s en la mesa de un restaurante de Chiclana. El cabo se enfrenta ante un mantel con un treinta?ero con antecedentes por tr¨¢fico de droga y blanqueo.
A los pocos minutos de conversaci¨®n, Diego se sincera. Admite ser el jefe de una red de tr¨¢fico de tabaco y hach¨ªs (de la coca todav¨ªa no dice nada). Y ofrece al guardia un primer pago de 80.000 euros. El narco quiere que, antes de cada entrega, el cabo limpie las aguas de testigos inc¨®modos. No le gustan los pescadores furtivos. Tambi¨¦n desea saber en tiempo real si alguna de sus tres embarcaciones es cazada por el SIVE, el sistema de radar y c¨¢maras de la Guardia Civil que detecta barcas a 10 kil¨®metros del litoral. ¡°Ya he trabajado con otros guardias de Algeciras¡±, presume.
El narco confiesa que tiene una ¡°jaula¡± adherida al casco de sus embarcaciones. Se trata de un mecanismo valorado en 10.000 euros para deshacerse de la mercanc¨ªa cuando vienen mal dadas. El patr¨®n activa la compuerta con un mando a distancia. El invento, dice, est¨¢ muy extendido entre los traficantes gallegos.
Tambi¨¦n presume el narco de tener a sueldo a una familia ¨Cun padre y dos hijos- que le ayuda en las descargas en Chiclana. Y de regentar en la sombra un negocio de pr¨¦stamos avalados con veh¨ªculos. La comida termina en la terraza de una marisquer¨ªa cuatro horas despu¨¦s. El agente informa del intento de soborno a un teniente del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidrogas (EDOA). La Guardia Civil activa la maquinaria para monitorizar al narco.
Las decenas de encuentros posteriores ¨Cla mayor¨ªa en restaurantes de M¨¢laga y C¨¢diz- revelan la obsesi¨®n de Diego por blindar su seguridad. El narco llega a pensar que ha convertido al cabo en uno de los suyos. Pero prefiere no jug¨¢rsela. Ve en cada desconocido del bar a un secreta.
En una reuni¨®n entrega al funcionario un m¨®vil BlackBerry encriptado, cuya tarjeta debe cambiar cada semana. Es el canal seguro de comunicaci¨®n entre ambos. Tambi¨¦n le da un detector de frecuencias valorado en 5.000 euros para localizar micr¨®fonos, GPS y c¨¢maras. Y le confiesa que, para despistar a los investigadores, deja su coche y su m¨®vil ¡°oficial¡± en Jerez de la Frontera.
Matar a Pel¨®n
Entre ambos, cree el narco, se fragua una estrecha relaci¨®n no exenta de tensi¨®n. ¡°Las traiciones se pagan tarde o temprano¡±, advierte el traficante en un almuerzo en el municipio gaditano de Alcal¨¢ de los Gazules. En otra comida, esta en Chiclana, el narco relata que ¡°unas personas de Madrid¡± se desplazaron a C¨¢diz para matar a Pel¨®n, un supuesto colaborador de la red que ¡°por poco arruina¡± una de las entregas.
Diego llega a pedir consejo al uniformado. ¡°?Qu¨¦ es mejor [para transportar hach¨ªs] embarcaciones de dos motores o panelables?¡±, le pregunta.
Por cada operaci¨®n de hach¨ªs Diego promete 50.000 euros al agente (10.000 antes del trabajo y el resto, despu¨¦s). Las de coca se remuneran con hasta un mill¨®n de euros. El guardia indica en los informes que dirige a sus jefes que ha rechazado todas las ofertas.
El narco quer¨ªa tambi¨¦n que el funcionario actuara de topo en la Guardia Civil. En una ocasi¨®n, pregunt¨® al uniformado si los agentes del departamento de blanqueo le estaban investigando. En otra, se ¡°mosqueo¡± por las preguntas inc¨®modas al director de un colegio vinculado al traficante por parte de unos guardias ¡°llegados desde Madrid¡±. Y, en una tercera, asegur¨® tener ¡°un mont¨®n de miedo¡± ante la entrada en vigor de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que permite colocar micr¨®fonos en casas y coches de presuntos delincuentes.
El letrado de Diego P., Francisco Miranda, de Vox Legis Abogados, considera que la causa es ¡°nula¡± y ha pedido al Juzgado n¨²mero 1 de Chiclana la cancelaci¨®n de los pinchazos. El defensor critica que el agente que durante diez meses almorz¨® e intercambi¨® mensajes con el presunto narco figure en el sumario como ¡°agente colaborador¡±. Seg¨²n Miranda ¡°se trata de un agente corrupto que se ha reciclado en una suerte de cooperador policial¡±.
La Guardia Civil arrest¨® en abril de 2016 a Diego P. El narco se encuentra desde entonces en prisi¨®n provisional a la espera de juicio. Se le acusa de dirigir una presunta red de nueve miembros que introduc¨ªa hach¨ªs en Espa?a desde Marruecos. La polic¨ªa incaut¨® a su banda dos escopetas y un rev¨®lver.
La Fiscal¨ªa pide para Diego P. 14 a?os de c¨¢rcel por los delitos de narcotr¨¢fico, pertenencia a grupo criminal, tenencia il¨ªcita de armas y cohecho (soborno). El sue?o del treinta?ero de comprar a un verde tendr¨¢ que esperar.
investigacion@elpais.es
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