La romer¨ªa del Roc¨ªo declara la guerra a la salsa y al reguet¨®n
¡°Sevillanas y flamenco. No hace falta m¨¢s¡±, sentencia un rociero en Almonte (Huelva)
En la Romer¨ªa del Roc¨ªo (Almonte-Huelva) no hay lugar para otra cosa que no sea el flamenco, las sevillanas, el tambor y la flauta rociera. Ni bacalao ni reguet¨®n ni salsa ni ninguna otra m¨²sica que no sea ¡°tradicional¡±, seg¨²n ha hecho saber la alcaldesa de Almonte, Roc¨ªo Espinosa, en un bando en el que se hace eco de la petici¨®n de la hermandad matriz. Los rocieros han aplaudido la medida y solo algunos propietarios de puestos de venta lamentan la limitaci¨®n.
¡°No se permiten los bailes y cantes que no sea los de car¨¢cter tradicional¡±, as¨ª lo dispone Espinosa en la norma sobre medidas para la preservaci¨®n de nuestra cultura. La iniciativa va m¨¢s all¨¢ de la m¨²sica y la danza. Tampoco se permiten ¡°puestos, tenderetes, quioscos, chiringuitos o cualquier clase de actividad¡± donde se vendan art¨ªculos impropios de la romer¨ªa.
Adem¨¢s, durante la celebraci¨®n de actos oficiales (rosarios, misas y procesi¨®n), no se permite la emisi¨®n de m¨²sica. El incumplimiento de la norma conllevar¨¢ la intervenci¨®n de los art¨ªculos impropios e incluso la retirada de la licencia de venta.
Las normas del Roc¨ªo apuntan tambi¨¦n al bienestar animal y al ruido. ¡°No se permite el uso de cualquier elemento productor de ruido y/o difusi¨®n de voz¡± durante los actos religiosos y tampoco los carteles luminosos o ¡°similares¡±, sin especificar.
Tanto la alcaldesa como la hermandad matriz aseguran que estas limitaciones persiguen la preservaci¨®n de la festividad tal y como se la conoce, evitando que se vea alterada por otras m¨²sicas, a las que no les ponen pega alguna, pero fuera de la romer¨ªa.
Los romeros ven bien la medida. ¡°Sevillanas y flamenco. No hace falta m¨¢s¡±, afirma Salvador Mu?oz, un rociero que ya en la aldea a la espera de que la procesi¨®n de la Virgen marque el final del Roc¨ªo.
¡°Yo en mi casa pongo lo que quiera, siempre que no moleste a los dem¨¢s y no se oiga fuera¡±, admite Juan Cruz, otro peregrino que se encuentra en la marisma y que termina por aceptar la norma despu¨¦s de que le recriminen el resto de compa?eros de fiesta.
El propietario de un quiosco de helados que prefiere no dar su nombre no entiende bien por qu¨¦ no puede sonar Despacito o tener encendido el cartel luminoso del remolque mientras vende su mercanc¨ªa durante los actos oficiales, pero lo cumplir¨¢. ¡°A m¨ª que m¨¢s me da¡±, afirma resignado.
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